Análisis
El debate sobre la justicia social
Una práctica habitual en el país ha terminado desvirtuando el profundo contenido de la idea de justicia social: el clientelismo.
Los denominados “curas villeros” ofrecieron una misa de desagravio al Papa Francisco frente a agresivas declaraciones que el candidato presidencial Javier Milei pronunció contra el Pontífice. Esta circunstancia generó un debate acalorado –uno más- en medio de la campaña electoral y de la angustiante situación que vive el país.
El sentido de la oportunidad de estos sacerdotes puede ser cuestionado, porque el ataque público del libertario ocurrió hace algunos años. El resultado de las Paso pudo haber fungido como disparador de su preocupación. Es que, luego de conocerse el resultado de las internas, es real la posibilidad de que Milei acceda a la primera magistratura del país. De todos modos, debe señalarse que, como bien afirmó el obispo de San Francisco, el agravio del hoy candidato traspasó los límites. El insulto no puede ser el modo de ejercer el debate público.
Más allá de posiciones, reacomodamientos políticos y conductas de sacerdotes, la verdadera discusión pasa por un tema sensible en el que Milei tiene una férrea y descalificadora mirada: la justicia social. El candidato ha sostenido que "los políticos, en general, prefieren la garra del Estado antes que la mano invisible y la solución que proponen queda bajo el rótulo de lo que denominan como justicia social. Un concepto aberrante, salvo que estén a favor de un trato desigual y un robo", definió. Asimismo, aseguró que no se trata de "robarle a uno para dárselo al otro", debido a que eso "tiene consecuencias sobre el deterioro de los valores morales y el comportamiento de los individuos que convierte a la sociedad en una sociedad de saqueadores".
Estos conceptos podrían interpretarse como una crítica furibunda contra una práctica habitual en el país, que ha terminado desvirtuando el profundo contenido de la idea de justicia social: el clientelismo. Una práctica sí aberrante nacida de la “necesidad” de los políticos de mantenerse en el poder. Para ello, entienden que deben repartir bienes del Estado –que son de todos- bajo el único criterio de preservar su posición privilegiada. Y se llenan la boca afirmando que están defendiendo la justicia social.
Hace varios años, un notable jurista argentino, Salvador María Lozada, definió que “el clientelismo necesita de la pobreza. No osaría llevar adelante políticas para su reducción significativa, porque sería una conducta autodestructiva. No ataca a la pobreza; la mantiene y perpetua. Es un entretenimiento ilimitado de la pobreza. Requiere la pasividad, la abulia y la inferiorización del indigente, al que años de penuria han quitado energías para reaccionar activa, altiva, productiva o creativamente”.
Es preciso establecer que clientelismo y justicia social son antónimos. La Doctrina Social de la Iglesia reclama que la distribución del rédito se establezca en base a criterios de justicia conmutativa y de justicia social, “considerando además del valor objetivo de las prestaciones laborales, la dignidad humana de los sujetos que la realizan”. El clientelismo, al destruir la cultura del trabajo, no respeta esa dignidad.
Finalmente, el candidato libertario reivindica la figura de Juan Bautista Alberdi, uno de los más prominentes hombres que dio la Argentina. Por su elogio a este personaje no siempre valorado de nuestra historia, se infiere que debe haber leído la página 67 de su libro “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1953. Quien ha sido –con justicia- calificado como el padre de nuestra carta magna escribió: “Reconociendo que la riqueza es un medio, no un fin, la Constitución argentina propende por el espíritu, de sus disposiciones económicas, no tanto a que la riqueza pública sea grande, como bien distribuida, bien nivelada y repartida; porque sólo así es nacional, sólo así es digna del favor de la Constitución, que tiene por destino el bien y prosperidad de los habitantes que forman el pueblo argentino, no de una parte con exclusión de otra. Ella ha dado garantías protectoras de este fin social de la riqueza, sin desconocer que el orden social descansa en las bases de la libertad, igualdad, propiedad y seguridad”.