El control de las motos en la ciudad
La sistematicidad de los controles establece una realidad que acompaña la educación vial y aplica la ley cuando las conductas no son las que corresponden. Que los operativos no sean solo para mostrar acción frente al desasosiego que producen tantos accidentes.
La policía de la provincia informó que llevó adelante, junto a otras fuerzas de seguridad y personal de Tránsito municipal, controles de motocicletas en algunos puntos de la ciudad. Específicamente, el pasado martes 28 de marzo, se secuestraron 25 rodados por circular sin cumplir las normativas vigentes. Esto es, no usar el casco protector o no poseer la documentación que corresponde, entre otras infracciones.
Como es habitual, las redes sociales se hicieron eco del operativo y la polémica sobre el despliegue de estas acciones de control estuvo a la vista. En ese marco, se expresaron los habituales cuestionamientos, pero se pudo verificar un apoyo creciente a medidas como la que se adoptó. Desde hace mucho tiempo se viene bregando para que el caos que origina la circulación estrepitosa y alejada de cualquier respeto a las normas de la que hacen gala muchos motociclistas. Es por esto que se impone reclamar que los operativos de este tipo se repitan con asiduidad y formen parte de una política integral de tránsito y seguridad
Lamentablemente, estos controles se llevaron a cabo luego de que se produjeran, en los últimos días, graves accidentes con consecuencias fatales para varios motociclistas, algunos muy jóvenes. La pérdida de estas vidas es un saldo luctuoso que exige a repensar el modo cómo los habitantes de esta ciudad nos manejamos en las calles. Y también obliga a las autoridades a diseñar estrategias que tengan como objetivo devolver cierta normalidad a la circulación vehicular, en especial de las motocicletas.
En cualquier parte del mundo se constata, las estadísticas lo demuestran, que el control exhaustivo y permanente del tránsito vehicular limita las infracciones y reduce de modo notable los siniestros graves. El relajamiento en esta materia devuelve al tránsito la sensación de desorden y acrecienta el riesgo de sufrir accidentes con derivaciones muy dolorosas. Cuando los controles cesan, los cascos vuelven a quedar en los hogares, la velocidad de las motos y automóviles aumenta, las maniobras riesgosas se repiten, los semáforos se ignoran, el ruido de los escapes se hace por momentos ensordecedor y las hordas de motociclistas muy jóvenes copan las calles y avenidas.
Por cierto, no se trata solo de controles. El respeto a las leyes de la convivencia tiene su origen en la enseñanza familiar. Y también en lo que pueda hacer la escuela. Cuando se mira para otro lado, el desconcierto aparece y la violación de la norma se transforma en un hábito. Llegado este punto, la autoridad tiene la impostergable misión de devolver las cosas a su cauce.
No habría polémica alguna en las redes sociales ni en ningún otro ámbito en el que se comunican las personas si la ley se aplicara en todo momento. Si no hubiese "hijos y entenados". La sistematicidad de los controles establece una realidad que acompaña la educación vial -que requiere mediano y largo plazo- y aplica la ley cuando las conductas no son las que corresponden.
Es de esperar que los operativos no sean solo para mostrar acción frente al desasosiego que producen tantos accidentes serios en la ciudad.