Análisis
El Congreso como laboratorio
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Mientras el Senado debate el Presupuesto, el oficialismo pone a prueba su capacidad de gobernar y la oposición busca evitar que se hagan realidad las señales de fragmentación. La Cámara alta volvió a ser el espacio donde se expresa el poder real de las provincias. El Congreso, transformado en el escenario de nuevos posibles equilibrios, todavía inestables
Por Fernando Quaglia | LVSJ
La Cámara de Senadores de la Nación trata este viernes, entre otros temas, el proyecto de Presupuesto nacional en una extensa sesión en la que el oficialismo trata de cerrar los acuerdos para que la votación en particular no determine que la norma debiese volver a Diputados.
A partir de su nueva conformación, el Senado -al igual que la Cámara Baja- se ha transformado en un verdadero laboratorio de alquimias políticas. Los acuerdos ya no se estructuran únicamente a partir de afinidades ideológicas, sino también en virtud de intereses coyunturales que juegan un rol preponderante y, al menos en la oposición peronista – kirchnerista- exhiben la novedad del debilitamiento de los liderazgos capaces de ordenar y disciplinar voluntades.
En este contexto, el oficialismo intenta demostrar que puede gobernar con minoría parlamentaria, aunque se mantiene la duda acerca de su sagacidad para tejer acuerdos estables con los bloques dialoguistas, mientras la oposición más dura, hoy nucleada en el interbloque denominado Popular, enfrentaba el riesgo concreto de exponer fisuras internas que vienen profundizándose desde hace meses
La sanción de una ley de Presupuesto, luego de tres años sin contar con ella, es una señal política relevante para el gobierno. El mercado, los gobernadores y los actores de poder económico observan este debate como un test de gobernabilidad. Más allá de los casos puntuales en los que los dialoguistas han puesto reparos -vinculados con fondos que se destinan a áreas educativas- la cuestión central pasaba por determinar si La Libertad Avanza es capaz de construir mayorías estables en un Congreso que, a pesar del holgado triunfo en las elecciones legislativas, todavía le es adverso en los números.
Alquimias
Con apenas 21 senadores propios, el oficialismo se vio obligado a recurrir a acuerdos complejos con el PRO, sectores de la UCR y bloques provinciales para alcanzar los votos necesarios. Esa ingeniería parlamentaria expone, como pocas veces, la esencia constitucional y federal de la Cámara Alta. Los senadores son representantes de las provincias y cada voto representa una soberanía territorial, aquejada por problemas diversos y, en muchos casos, distante de las prioridades del poder central. En este marco, la posibilidad de que votos peronistas terminasen contribuyendo victoria al oficialismo era impensada en tiempos recientes.
La creciente autonomía de los gobernadores y la pérdida de cohesión del bloque hoy denominado Popular aparecen como consecuencias directas de este escenario. Algunos senadores responden con mayor énfasis a las urgencias fiscales de sus provincias que a una estrategia política común. En varios representantes provinciales ya no se observa la subordinación a un liderazgo partidario personalista con base en Buenos Aires. Esta tensión forma parte de una tradición histórica del peronismo y se mantendrá mientras no emerja una figura con capacidad de reordenar al conjunto. Por lo que se observa, esta posibilidad es lejana, lo que abre el dilema entre marcar límites claros al gobierno o aceptar la aceleración de la dinámica de fragmentación.
Así también queda claro que gobernar sin un Congreso convertido en escribanía implica administrar el disenso de manera permanente, con márgenes estrechos para el error. Lo ocurrido en la Cámara de Diputados la semana anterior mostró que los mecanismos de coordinación no están consolidados y que las disputas internas generan desconcierto tanto dentro como fuera del oficialismo.
En este contexto, el Senado define el destino del Presupuesto. Una sanción definitiva permitiría al gobierno exhibir fortaleza política y capacidad de negociación. En cambio, una eventual modificación que obligue a devolver el proyecto a Diputados, con el calendario legislativo agotado, dejaría al país otra vez sin esta norma fundamental y mostraría al Ejecutivo con una señal de fragilidad difícil de disimular.
Más allá del resultado, queda la impresión de que la política argentina atraviesa un proceso de reconfiguración cuya profundidad aún es difícil de estimar. En el peronismo, los liderazgos personales ya no ordenan por sí solos. En el oficialismo, los cruces internos dificultan la construcción de coherencia. En el Congreso, las mayorías se construyen voto a voto y el Senado recupera centralidad como ámbito donde se expresa el poder real de las provincias.
El debate sobre el Presupuesto expone, en definitiva, el hecho de que está aflorando quizás un nuevo equilibrio político: inestable, todavía en etapa experimental. Un Congreso transformado en laboratorio.
