El bombero que nunca le soltó la mano, ni en el hospital
"Le di mi palabra de que lo íbamos a sacar con vida y pude cumplirla", relató Matías Brusa, el bombero que acompañó en todo momento al sobreviviente del fatal accidente de la ruta 158.
En la sala Nº 2 del área de Clínica Médica del Hospital "J. B. Iturraspe" se recupera de las lesiones en el rostro y otras partes del cuerpo Juan Carlos Zabala (39) se reencontró con su "salvador", Matías Brusa, el bombero voluntario que tomó su mano y no lo soltó ni un segundo en las dos horas y media que duró su rescate tras quedar atrapado entre los hierros retorcidos de un camión Volvo brasilero que no pudo con un pozo en la ruta nacional 158 y tembló provocando el vuelco fatal que se cobró la vida del conductor.
El rescate
Matías estuvo a su lado en el momento más complicado de Juan Carlos, la supervivencia. Fueron 150 minutos, pero para él, una eternidad.
"Al verlo cuando lo subían a la camilla de la ambulancia tuve un alivio muy grande por haber cumplido con mi palabra. Le había prometido que lo íbamos a sacar con vida de allí", recordó el bombero al visitar a Matías en el Hospital, donde volvieron a darse la mano.
"Por cómo había quedado el camión, todo era complicado porque no lo podíamos ver a Juan. Solo veía sus piernas. Pudo sacar su mano entre los hierros y yo se la tomé. Me aferré a su mano, así nos comunicábamos. El desafío más grande fue ese: como no nos veía y no veía lo que estábamos haciendo, nos comunicábamos verbalmente y con la mano", agregó.
"¡Es un ángel! ¡Fue un milagro!", exclamó Juana Ceballos, la mamá de Juan Carlos al referirse, entre lágrimas, a Matías, el cabo 1º de Bomberos Voluntarios de San Francisco, quien lideró la primera dotación que en la noche del pasado domingo llegó al lugar de la tragedia, en la zona de la curva de Quebracho Herrado. El camionero, el correntino Cevero Fretes, había fallecido, pero ni el peor de los panoramas los detuvo. Salvar esa es su misión. Siguen un protocolo de salvataje, tienen sus propias leyes y defender la vida hasta el último minuto es la que más vale.
Es larga la lista de tragedias en la ruta 158 que reclama su reconstrucción desde hace varias décadas. Desde la década de 1970 no hubo gobierno nacional al que no se le reclamara para que se la reconstruya y para que en Quebracho Herrado se rehaga la curva fatídica que acaba de cobrar otra vida. Esta vía de comunicación del Mercosur es un rosario de pozos, grietas y fisuras. Una amenaza latente que el domingo detonó. "¡Fue un milagro!", no deja de repetir Juana, que viajó desde la localidad de Las Perdices para acompañar a su hijo que sobrevivió al accidente que protagonizó el camión al que había subido tras hacer dedo en el cruce de las 158 y la 19, para regresar a Saturnino María Laspiur donde trabaja en una planta de silos. Para Matías, que lleva ocho años de sus 27 vistiendo y honrando el traje de bombero voluntario y nueve en la institución de nuestra ciudad, el rescate de Juan experiencia que jamás olvidará, porque nunca antes había vivido algo igual. "Esta situación no la había atravesado nunca. No podía verlo, no sabía dónde estaba, lo único que se veían eran hierros. Además, fueron dos horas y media con él de la mano, de trabajos de los compañeros para poder sacarlo de allí, todo eso sin contacto visual", narró. En retrospectiva, el servidor público relató cómo actúan ante una emergencia así. "Habitualmente, cuando llegamos a un accidente de estas características, tratamos de contener a las víctimas. Acá se complicó mucho, las clases de socorrismo y de rescate vehicular quedaron de lado. Uno siempre se prepara para lo peor pero no está preparado para tener que actuar sin ver a la otra persona", indicó. Mientras duró el rescate, Matías jamás le soltó la mano a Juan y se convirtió en su apoyo emocional en el momento más duro de su vida. "Tomé su mano porque entendía que era el único contacto que podía tener con él, para que entendiera que nosotros estábamos a su lado y no lo íbamos a dejar solo", siguió. "En un momento se complicó todo, Juan Carlos me manifestaba que se estaba quedando sin aire, que estaba ahogándose con sangre, además había empezado a gotear aceite en el sector del camión en el que estaba él. Por eso no podía hablar mucho con él pero ya habíamos entablado una conexión mutua", detalló el bombero. En ningún momento se le pasó por la cabeza soltarle la mano. El tiempo le "pasó volando -recordó-. Cuando salí de abajo del camión, tras rescatar a Juan, le pregunté a mis compañeros cuánto tiempo había pasado. Creí que había sido medio hora, y fueron dos horas y media". "Sentía la necesidad de quedarme. Como no me podía ver, pensé que ya se había familiarizado con mi voz y no quería que vuelva en shock, a tener que entender otra voz, no quería dejarlo. Recuerdo palabras de él diciéndome 'no me dejes morir, no dejes que me muera' y me apretaba fuerte la mano. No podía dejarlo ni siquiera un segundo". Juan, por su parte, aseguró: "Recuerdo todo. Cuando nos dimos vuelta y caímos; cuando Matías me empezó a hablar; cuando me agarró la mano y se comunicaba conmigo. Me decía que me quedara tranquilo, que era mis oídos y mi vista. Yo le pedía que no me dejara morir, que me sacaran y así fue. Llegué a sentir que el hierro que me apretaba me iba a hacer estallar la cara. Es un milagro que hoy esté vivo". A dos días del accidente, un motivo más feliz los reencuentra. Matías y Juan, pero esta vez, a más de 100 kilómetros de la ruta donde la vida y la muerte los encontró. Hoy sonríen, pueden hacerlo. Ya hasta dejan lugar para la picardía: "Dios no me quiso llevar", dice Juan a lo que su "dios salvador", responde: "Te tenía bien agarrado de la mano". El trabajo de los bomberos no es remunerado, peor tiene su recompensa en la respuesta de la gente, entre la que se ganó el respeto y el prestigio a fuerza de vocación y entrega. Verlo a Juan vivo y recuperándose, para Matías es "una satisfacción enorme por el hecho de que cumplí con mi trabajo, cumplí con mi palabra de que iba a estar en un rato con su familia. Siento un gran alivio". "El sustento del equipo de trabajo que tenía atrás, me daba la seguridad para decirle a Juan Carlos que de allí lo íbamos a sacar con vida. Demoró un poco más de lo previsto pero la situación en la que estaba el camión, no había técnica que hayamos aprendido que se pudiera utilizar", añadió el voluntario que fue parte de la primera dotación de diez bomberos en concurrir al siniestro de la ruta 158; luego se sumó refuerzo "Le agradeceré todos los años que viva. Gracias a ellos yo estoy vivo y mi familia está tranquila", expresó Juan. Matías Brusa confesó que ser parte de la institución bomberil "es inexplicable. No hay palabras para describirlo. Después de lo vivido con Juan Carlos, estoy convencido del orgulloso que siento de la profesión que elegí. Tengo la firmeza y la confianza de que es lo que quiero".Una familia agradecida a los Bomberos de San Francisco
El milagro en medio de una tragedia anunciada
Juan Carlos y Matías se reencontraron tras la tragedia
"No lo íbamos a dejar solo"
"Le pedía que no me dejara morir"
Juan Carlos muestra las secuelas que le dejó el accidente
Hoy pueden sonreír
Ser bombero