Sociedad
El arte de transformar el cuero: historias de dedicación y oficio
Marcelo Flores y Facundo Gómez, con trayectorias que abarcan desde los inicios de la talabartería hasta la actualidad, comparten sus experiencias y reflexiones sobre un oficio noble que combina tradición, innovación y pasión por el trabajo bien hecho.
En un taller impregnado por el aroma característico del cuero, dos generaciones de trabajadores se encuentran a diario para mantener vivo un oficio que ha evolucionado a lo largo de los años. Marcelo Flores, con 60 años de edad y 45 de trayectoria en Bianchi Cueros, representa la historia viva de la empresa. A su lado, Facundo Gómez, de 28 años, lleva casi una década aprendiendo y perfeccionando el arte de la marroquinería. En el marco del Día del Marroquinero (26 de septiembre), ambos reflexionan sobre el valor del trabajo artesanal y la satisfacción de ver sus productos en las vidrieras de todo el país.
Marcelo comenzó su camino en la empresa como cadete a los 14 años, cuando Bianchi Cueros todavía fabricaba productos de talabartería en la tradicional esquina de 25 de Mayo y Almafuerte. “Fue un desafío pasar de producir para el campo a la marroquinería”, comenta, recordando cómo se adaptó a los cambios en la producción. Facundo, en cambio, se unió a la empresa por recomendación de un amigo y rápidamente se apasionó por el trabajo con el material. “El cuero es como una alquimia, lo transformamos en algo valioso”, reflexiona. Ambos coinciden en que el oficio no es solo un trabajo, sino un aprendizaje constante y un motivo de orgullo.
Marcelo recuerda con nostalgia sus primeros días en la empresa, cuando el trabajo consistía en hacer tareas de mensajería, yendo del correo al banco, de aquí para allá. “No había transferencias bancarias, todo se hacía personalmente. Éramos muchos cadetes recorriendo la ciudad, era otra época”, relata. Con el tiempo, sus responsabilidades crecieron y su conocimiento sobre el proceso de producción se amplió. “Pasé por archivo, facturación, compras. Fue un gran cambio, pero esa etapa fue linda porque aprendí de todo, desde las tareas administrativas hasta la selección de cueros”.
La evolución de la empresa no solo transformó su producción, sino también su manera de trabajar. “El cuero es un producto legítimo que le da vida a cada creación”, afirma Marcelo. Hoy, su labor se centra en el control de materiales y la preparación del producto final. Con la jubilación asomando en el horizonte, se muestra orgulloso de lo que ha construido. “Es un oficio noble, ver el producto terminado en los locales me da mucha satisfacción. Y transmitir ese conocimiento a los chicos nuevos es lo que más me gusta ahora”, confiesa.
Facundo, por su parte, destaca la satisfacción que siente al trabajar el material. “Cuando empecé, no sabía mucho sobre el cuero. Hoy en día lo sigo aprendiendo y disfruto cada paso del proceso, desde el corte hasta la terminación de un cinturón”, cuenta. Su entusiasmo por el detalle lo lleva a perfeccionar cada producto que pasa por sus manos. “El cinturón no tiene mucha superficie para hacer magia, pero ahí está el desafío. Cada pieza es única, y me gusta ser parte de eso”.
Ambos coinciden en que Bianchi Cueros es más que una empresa: es una gran familia. “Hay un clima de trabajo muy lindo. Hacemos amistad, compartimos mucho más que tareas”, señala Facundo. Marcelo, con su experiencia, se ha convertido en una referencia para los más jóvenes. “Cualquier cosa que no sabemos, vamos y le preguntamos a Marcelo”, dice Facundo con una sonrisa, evidenciando la complicidad que se ha forjado entre ellos.
El oficio de la marroquinería exige paciencia, dedicación y una gran pasión por el detalle. “Es un aprendizaje constante, y es lindo poder contar que uno trabaja con cuero, que transforma un material en algo útil y bello”, reflexiona Facundo. Para él, ver sus productos en las vidrieras del país es un motivo de orgullo. “Cuando camino por 25 de Mayo y veo un cinturón que hice yo, me llena de satisfacción. Es un orgullo muy grande”.
En Bianchi Cueros, tradición e innovación se entrelazan en cada pieza que sale del taller. Marcelo y Facundo, con sus historias de vida y trabajo, representan el compromiso de una empresa que sigue apostando por el oficio marroquinero. “Es un trabajo noble, y mientras haya pasión por lo que hacemos, siempre habrá un lugar para el cuero en nuestras vidas”, concluye Marcelo, con la sabiduría de quien ha dedicado su vida a este arte.
Por qué se celebra cada 26 de septiembre
El 26 de septiembre se celebra en Argentina el Día del Trabajador Marroquinero y de Guantes Industriales, una fecha que reconoce el esfuerzo y la dedicación de quienes se dedican a la elaboración de artículos de cuero, una tradición con raíces profundas en el país. Esta conmemoración tiene su origen en la necesidad de visibilizar y valorizar el trabajo artesanal que, a lo largo de los años, se ha modernizado sin perder su esencia.
La elección del 26 de septiembre como día de celebración no es casual. Remonta a la fundación de la primera asociación gremial que representó a los trabajadores de este sector en el país. Durante el siglo XX, la industria del cuero se consolidó como una actividad económica fundamental, con talleres que proliferaban en distintas provincias, especialmente en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Con el tiempo, se expandió a la fabricación de diversos productos, desde carteras y cinturones hasta guantes industriales, esenciales en el ámbito laboral.
El oficio marroquinero, que abarca la producción de diversos artículos de cuero, es un trabajo minucioso que requiere destreza y paciencia. El trabajador debe dominar todo el proceso, desde la selección de la materia prima hasta el acabado final, pasando por el corte, la costura y el pulido. Aunque en las últimas décadas la tecnología ha influido en esta actividad, el valor de lo artesanal sigue siendo un distintivo apreciado en todo el mundo. Por otro lado, la producción de guantes industriales también demanda habilidades específicas y un profundo conocimiento de los materiales, ya que estos deben garantizar seguridad y durabilidad en distintos entornos laborales.
A lo largo de los años, este oficio ha sabido adaptarse a las nuevas exigencias del mercado, combinando técnicas tradicionales con innovaciones tecnológicas para satisfacer una demanda cada vez más variada. El trabajo de los marroquineros y guanteros industriales no solo se destaca por la calidad de sus productos, sino también por su compromiso con el medio ambiente y las condiciones laborales de quienes forman parte de esta cadena productiva.
El Día del Trabajador Marroquinero y de Guantes Industriales no solo homenajea a los hombres y mujeres que día a día ponen su esfuerzo y pasión en la fabricación de productos de cuero, sino que también busca concientizar sobre la importancia de apoyar y preservar esta industria, que ha sido parte del patrimonio cultural y económico de Argentina por generaciones. Es un reconocimiento a quienes, con sus manos y su conocimiento, continúan transformando una materia prima noble en objetos que combinan belleza, funcionalidad y tradición.