Análisis
El arte de los hombres libres, relegado

Las declaraciones del ex juez de la Corte Suprema, Juan Carlos Maqueda, al recordar que Platón consideraba el diálogo como una herramienta propia de los hombres libres, desafían las claves políticas de los últimos tiempos: en una coyuntura atravesada por el aislamiento, las imposiciones y la fragmentación, el intercambio genuino de ideas ha quedado desplazado por la lógica del cálculo y el encierro.
Por Fernando Quaglia | LVS
“Para persuadir, hay que hablar. Para hablar, hay que dialogar. Y a través del diálogo se llega a los consensos”. Con esta frase, el exjuez de la Corte Suprema, el cordobés Juan Carlos Maqueda, sintetizó lo que, desde hace mucho tiempo, parece haberse extraviado en el vértigo de la vida política nacional: la voluntad de encontrar puntos en común que permitan superar las vicisitudes de la coyuntura. Maqueda evocó a Platón, recordando que el diálogo era, para el filósofo griego, “el arte de los hombres libres”. No fue una cita casual, sino una advertencia dirigida, con claridad, al presidente. Pero también a una amplia porción de la dirigencia.
Es un hecho constatable que la recuperación del sentido profundo del diálogo no se halla entre las prioridades. Mucho menos a las puertas de elecciones decisivas para el futuro inmediato del país. Así, los compartimentos estancos y la resistencia a aceptar disidencias se transforman en rasgos persistentes de la actividad política.
Para Platón, el diálogo no era negociación ni cálculo, sino el procedimiento más noble para alcanzar la verdad. El intercambio de ideas no era una competencia entre partes sino una aventura intelectual: un riesgo de exposición, una apuesta por poner en duda certezas propias en aras de una comprensión más profunda. Dialogar, decía, es atreverse a cambiar de opinión. Por eso el diálogo solo es posible entre personas libres: libres del miedo a escuchar, del impulso de imponer, de la necesidad de vencer al otro. Quienes han profundizado en el estudio del pensamiento de uno de los filósofos más trascendentes de la historia afirman que, en sus Diálogos, Platón no fingía conversaciones: las construía, como si cada voz importara realmente. El contraste entre esa mirada filosófica con la realidad es evidente: no hay escucha ni vocación de alcanzar coincidencias. El cálculo predomina sobre la deliberación sensata. El monólogo, sobre el intercambio.
Ejemplos
Las fracturas internas en el oficialismo ya se asemejan más a lógicas irreconciliables que a diferencias estratégicas. Milei, en sintonía con el ministro Caputo, ha definido una hoja de ruta que no contempla consensos. Respalda la férrea y dogmática postura de su hermana Karina quien, junto a los Menem, concentra el armado electoral sin permitir interferencias ni cesión de espacios, mientras Santiago Caputo va quedando relegado. Francos, el jefe de Gabinete, enfrenta una misión casi imposible: alcanzar acuerdos con sectores dialoguistas, pero bajo una conducción que desconfía de cualquier matiz.
En este marco, cierra hoy el plazo para la conformación de listas de candidatos en la decisiva elección provincial bonaerense. La prensa porteña identifica con claridad los sectores en pugna: el mileísmo duro que cooptó parte del PRO; un peronismo en crisis interna y con su líder en prisión, unido por el espanto, por el terror a perder su último bastión y un variopinto tercer grupo que pretende transitar la siempre esquiva y resbaladiza avenida del medio. Largos cabildeos, negociaciones difíciles, cálculos electoralistas… con el diálogo verdadero en el banco de suplentes.
Las tensiones con las provincias completan el mapa de la clausura dialogística. Algunos mandatarios solo exigen más recursos sin vocación de hacer esfuerzos por acordar alguna estrategia que permita que sus cuentas cierren. Otros, en cambio, en el fondo demandan ser escuchados por la Nación. La ausencia puentes sólidos potencia la “talibanización” de los gobernadores. En este marco, mientras en el gobierno predominan los oídos sordos, algunos funcionarios intentan reabrir canales de negociación. Tras los reveses legislativos, estos últimos entienden que el poder del veto presidencial está hoy seriamente amenazado, aunque todo indica que la batalla que pretenden dar se hará cuesta arriba.
En pleno clima preelectoral, la política se abroquela en parcelas impenetrables. La plática que construye se esfuma. Prevalecen cálculos y fidelidades efímeras. Y el diálogo auténtico, ese que Platón llamó el arte de los hombres libres, queda relegado por la sorda lógica del aislamiento y la imposición.