El amor en tiempos de coronavirus
Nicolás Linarez es un sanfrancisqueño que se fue a vivir a Oslo ya que su novia es noruega. Regresó a la Argentina para cumplimentar los trámites para casarse y formar familia en aquel país pero la cuarentena lo tomó de sorpresa y trastocó sus planes. Este antropólogo cuenta su historia y analiza la manera en que ambos países afrontaron la pandemia.
Por Gabriel Moyano | LVSJ
La pandemia pegó por todos lados. En todo el mundo (por eso se llama pandemia). Escribió miles y miles de historias tristes y algunas felices. Otras imperfectas. La de Nico puede inscribirse dentro de estas últimas.
Tan imperfecta como puede resultar la imagen de un pibe criado en La Milka recorriendo las calles de Oslo. Como un amor entre un argentino y una noruega. Como un matrimonio que cayó en las garras de la cuarentena.
El final feliz está ahí asomando en el horizonte, pero como todo en esta crisis está cubierto por un velo de incertidumbre. Sin mucho más por hacer que esperar, nuestro protagonista extiende la mano ofreciendo un mate y se predispone a repasar su historia.
Cuenta que la educación pública le significó mucho en su vida por dos motivos: en la Nacional de Córdoba pudo recibirse de antropólogo y allí conoció a Solfrid, una estudiante de intercambio que terminaría convirtiéndose en su novia y protagonista también de esta historia.
Tras horas de chats y videollamadas, Nicolás se decidió a cruzar el océano para conocer en carne propia qué es eso que llaman Noruega. Y le encantó su capital y su gente.
Sin poder evitar una sensación inquietante por dejar el país sin haber podido poner en práctica lo que aprendió durante su carrera, dio el gran paso de su vida para continuarla en un país que parece tan distante geográfica como culturalmente.
Encontró una sociedad menos fría de lo que le habían pintado, afrontó las dificultades con el idioma y probó suerte en diferentes empleos para poder establecerse. Mientras transcurría el tiempo y la pareja se afianzaba, la posibilidad de contraer matrimonio iba creciendo.
El plan era regresar a la Argentina, pasar los tres meses reglamentarios en San Francisco visitando a seres queridos y finalmente volver a Noruega para ya echar raíces y conformar una familia.
Pero el "bichito" lo trastocó todo. Arribó a nuestro país poco antes de que se declarara la cuarentena y cuando todo el mundo se paralizó, también lo hicieron sus planes.
Tras meses de incertidumbre, apareció una luz de esperanza con una disposición de Noruega de permitir el ingreso de parejas de residentes y Nico ya tiene su pasaje en mano. Pero todavía le falta llegar a Ezeiza, por lo que aún no canta victoria.
"Tenía preconceptos, fruto del desconocimiento. Así como nosotros sabemos poco de Noruega, ellos saben muy poco de nosotros: Maradona, Messi y no mucho más. Yo creía que eran todos rubios, gente fría, ¡ni tenía bien en claro ni dónde estaba el país! Investigué, leí mucho y me mandé, sin trabajo ni nada".
Un amor de colegas
Solfrid también estudió antropología y cuando llegó de intercambio a Córdoba, compartieron algunas materias con Nicolás. "Hicimos una amistad que con el paso del tiempo se fue convirtiendo en otra cosa. Así nació la posibilidad de que primero venga ella a visitarme y después ir yo para allá", cuenta en su casa de calle Catamarca.
Entre charlas a la distancia fue naciendo el amor y la posibilidad más seria de que uno de los dos se mude para continuar la relación. Sopesaron las circunstancias y finalmente decidieron su viaje a Noruega.
"Tenía preconceptos, fruto del desconocimiento. Así como nosotros sabemos poco de Noruega, ellos saben muy poco de nosotros: Maradona, Messi y no mucho más. Yo creía que eran todos rubios, gente fría, ¡ni tenía bien en claro ni dónde estaba el país! Investigué, leí mucho y me mandé, sin trabajo ni nada", comenta a LA VOZ DE SAN JUSTO.
Pero para su sorpresa asegura que se encontró "con una cultura muy diversa. Si bien es cierto que la mayoría son rubios y de ciertas características fenotípicas, también hay muchos inmigrantes. Es una sociedad multicultural, hay mucha gente que llega de Africa, Medio Oriente, el sur de Europa, no tanto de Latinoamérica. Esa confluencia está buena y se nota mucho en Oslo".
Sobre la capital destacó: "Es muy linda, parecida a Córdoba en cuanto a la cantidad de habitantes. A mí me llamaba mucho la atención que la mayoría de las manzanas no son cuadradas, hay muchas curvas y caminos que suben y bajan en un valle y por ahí terminan en la nada".
"La gente es muy copada. Están acostumbrados a relacionarse con personas que no manejan su idioma y hacen el esfuerzo para que los puedas entender. Entre el poco inglés que sabía y lo que fui aprendiendo de noruego me las arreglaba", agregó.
Pensando en el futuro
Nicolás pasó por diferentes empleos buscando una fuente de ingreso y adaptándose a la sociedad noruega. Trabajó en la cocina de un restaurante, repartió pizzas y hasta pasó por un Mc Donalds. Pasado un año viviendo allí y viendo que la relación marchaba viento en popa, crecieron los deseos de casarse.
"Vine con la intención de hacer los trámites y volver, pero la enfermedad creció tan rápido que lo cambió todo", cuenta como rememorando esos días de incertidumbre total.
Llegó a nuestro país el 3 de marzo, cuando el coronavirus comenzaba a reportar sus primeros casos en Noruega y en Argentina todavía no se había declarado la cuarentena.
"Los noruegos están acostumbrados a vacacionar en el sur de Europa y los que regresaban de esos viajes eran los primeros casos. Cuando empecé el viaje a la Argentina recuerdo que en la escala a Londres me enteré que Noruega tenía 17 casos, cuando llegué acá ya había 50 y así fue creciendo muy rápidamente", recuerda.
Sobre la manera en que aquel país encaró la enfermedad, opinó: "Acá se habló mucho de Suecia y Noruega y me pareció muy bueno que se mire a los países nórdicos. Allá tomaron un camino de prevenir, pero apelando a la responsabilidad. Allá la gente tiene confianza en las instituciones y también las personas. Saben que si no cumplen pueden perjudicar a otros y esa moral es muy fuerte. Entonces, la cuarentena fue voluntaria, pero allá eso tiene un peso muy fuerte, casi como si fuera una imposición".
"Se ve a la gente responsable de la salud como gente que sabe lo que hace y que está preocupada por el bienestar de la sociedad. Entonces no se cuestiona nada. La gente acató mucho y otro factor que ayudó mucho es que no hay problemática habitacional", agregó.
En ese sentido añadió que "cada uno pudo hacer su cuarentena en la comodidad de su casa y además no hay mucha concentración de gente. Solamente Oslo es una ciudad grande y el resto son ciudades de no más de 300.000 habitantes, por lo que el distanciamiento es mucho más fácil".
Nicolás, por su vocación de antropólogo, analiza las diferentes circunstancias y acciones de cada sociedad. Sobre cómo se encaró la pandemia en Argentina, expresó: "Es otra sociedad, otro contexto y otras posibilidades. Creo que de acuerdo a eso las cosas se manejaron bastante bien. Es contrafáctico preguntarse qué hubiera pasado si se tomaban otras medidas porque nunca lo vamos a saber".
El reencuentro esperado
Para este sanfrancisqueño de 27 años la incertidumbre fue lo más difícil. "No saber cuándo nos íbamos a volver a ver era lo que más dolía. Si te dijeran que vas a estar un año sin ver a la persona que amás es un garrón pero ¡por lo menos sabés que es un año! En cambio acá no sabíamos nada. Esa incertidumbre le daba más dramatismo a la situación. Y creo que todavía sigue siendo una incógnita porque todavía falta ver cómo llegar a Ezeiza", cuenta.
Después de mucho tiempo de dudas comenzaron a aparecer buenas señales. Noruega comenzó a permitir el ingreso de ciudadanos europeos y de residentes que quisieran volver al país. Nicolás no cumplía con ninguna de las condiciones, pero finalmente la buena noticia llegó: se abría el acceso a parejas de residentes.
Debió cumplimentar un trámite para comprobar la relación y así poder comprar el pasaje. La fecha clave es el 12 de agosto, pero todavía falta llegar a Ezeiza. Si bien ya contrató un transporte particular, todavía cruza los dedos.
A su llegada a Noruega la idea es finalmente concretar el casamiento aunque "hasta hace poco no estaban permitidos los matrimonios porque no se pueden hacer reuniones familiares". Pero seguramente no le pesará esperar unos días más para finalmente confirmar que el amor venció a la pandemia.