Agro
El agua, el recurso invisible que sostiene la producción ganadera
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El veterinario Leandro Dutruel explicó en diálogo con AM1050 cómo la calidad y el manejo del agua inciden en la salud y productividad del rodeo.
En diálogo con Agro Radio (AM 1050), el médico veterinario Leandro Dutruel explicó junto a Ignacio Omedes por qué el agua, aunque suele darse por sentada en muchas zonas ganaderas, es el factor más determinante para la salud, el bienestar y la productividad del rodeo. Desde el consumo diario hasta la calidad química del agua, pasando por la tecnología disponible para controlarla, Dutruel repasó los puntos clave que todo productor debería tener presentes.
“Pocas veces se analiza y pocas veces se tiene en cuenta”, comenzó señalando Leandro Dutruel al abrir la charla en Agro Radio. En regiones como San Francisco, donde el acceso al agua es relativamente fácil, el tema rara vez figura en la lista de prioridades. Pero, recordó, basta mirar 300 kilómetros al norte —Tostado, Logroño, Pozo Borrado, Villa Minetti— para entender lo que significa la escasez: “El principal problema que tienen hoy es qué le damos de tomar a las vacas”.
La afirmación cobra peso cuando se piensa que el cuerpo del animal es 70% agua, y la leche, un 90%. El agua no solo sacia la sed: “Es el vehículo para todos los procesos fisiológicos —digestión, producción de leche, termorregulación y excreción—”, explicó Dutruel. “Una vaca puede pasar un día sin comer, pero no un día sin tomar agua: la consecuencia es muchísimo mayor”.
Un recurso presente, pero poco estudiado
El veterinario marcó una paradoja que se repite en muchos campos: el agua está, se da por hecho, y por eso se la subestima. “Está disponible, la vaca la toma, listo, problema menos”, resumió. Sin embargo, insistió, pocos productores se detienen a analizar la composición, la posible carga bacteriana o la presencia de componentes tóxicos.
A partir de allí, propuso mirar algunos números: una vaca consume entre 6% y 12% de su peso vivo en agua. “Una vaca de 500 kilos puede tomar entre 30 y 60 litros por día. De ahí para arriba. En un tambo de 100 vacas, eso equivale a entre 6.000 y 12.000 litros diarios solo de agua”.
El cálculo, aclaró, no incluye el agua ingerida a través del alimento. En nutrición se trabaja con materia seca, es decir, el peso del alimento sin agua. “La pastura, el silo, el mixer... todo aporta humedad. Lo medimos secando las muestras y restando lo que se evapora: eso también forma parte del consumo de agua diario”.
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Cuando falta, se nota
El especialista advirtió que el valor real del agua suele notarse cuando algo falla: “Te das cuenta cuando se trabó el molino, se rompió la bomba, o ves las vacas amontonadas al lado del tanque sin agua”. Un solo día sin acceso suficiente puede significar una caída del 10% en la producción de leche, y dos días pueden llevar al “piso histórico”.
Ahí aparecen las urgencias: molineros, bombas, improvisación. “Todo apurado, porque sabemos que es vital”, resumió.
Comportamiento y acceso
El agua no solo es cuestión de cantidad, sino también de cómo se ofrece. Las vacas tienen patrones de comportamiento muy marcados: “Una parte del lote toma agua, otra descansa y otra come. Siempre los mismos grupos a la misma hora”. Por eso, el diseño del acceso es clave.
Se recomienda calcular 10 centímetros lineales de bebedero por vaca, y garantizar al menos 20 litros por minuto cada 10 animales. “Eso sería 2 litros por vaca y por minuto, como mínimo”, indicó Dutruel. Además, el agua debe ser fresca y limpia: “Un día de calor, vos buscás agua fresca; la vaca también. Pero no tiene un freezer al lado del bebedero, por eso hay que darle sombra y mantener el sistema en condiciones”.
Calidad: lo que no se ve
El gran tema, enfatizó, es la calidad del agua. “Parece limpia y creemos que está bien, pero puede no serlo”, advirtió. Los análisis deben ser físicos, químicos y microbiológicos.
Análisis físico: evalúa turbidez, color, olor y temperatura. “Un agua con menos temperatura que el ambiente, sin olor ni color, probablemente esté bien. Si está caliente o amarga, puede volverse poco palatable”.
Análisis químico: mide sales totales disueltas (TDS) y minerales como sodio, magnesio, selenio, sulfatos y nitritos. Dutruel explicó: “Un agua con hasta 1,5 gramos de sales por litro es poco engordadora; entre 2 y 4 está bien; de 4 a 8 ya reduce el consumo; y más de 8 es extremo”.
Sulfatos y nitritos merecen especial atención. Los nitritos pueden causar intoxicaciones o abortos, mientras que los sulfatos provocan diarreas y reducen la absorción de minerales al unirse con ellos en el intestino.
También es importante controlar el pH, que debe mantenerse entre 6,5 y 8,5. “Si es más bajo, corroe las instalaciones; si es más alto, altera la microbiota ruminal”, advirtió.
Cuando el agua enferma
Dutruel recordó un caso reciente en Buenos Aires donde un hipódromo detectó arsénico en el agua, que provocaba dopaje positivo en caballos. “En el campo, pasa lo mismo: empezás a corroer la sanidad del rodeo”, dijo. Los síntomas pueden ser sutiles: una producción que no alcanza el pico, vacas con renguera sin causa aparente o bajas en rendimiento sin explicación.
“El problema es que no tenemos en cuenta el agua”, afirmó. Por eso, recomienda realizar al menos un análisis por año, ya que las napas cambian con el tiempo: “Si el año es seco, los minerales se concentran; si es llovedor, se diluyen”.
Un caso que mencionó ilustra el punto: “En Villa Minetti tomé una muestra en febrero y otra en julio, después de cuatro años de sequía. Lo poco que salía del pozo era diez veces más concentrado”.
El origen importa
En la zona de San Francisco y alrededores, la mayoría de los establecimientos utilizan agua de pozo, no de arroyos o represas. “Las capas semisurgentes, más profundas, suelen tener mejor composición; las freáticas, más superficiales, son más variables”, explicó. Por eso, la profundidad y ubicación del pozo influyen directamente en la calidad.
La falta de recarga hídrica también modifica esa composición: “El mismo pozo puede cambiar radicalmente en pocos meses dependiendo del nivel de la napa”.
Tecnología para gestionar mejor
Para cerrar, Dutruel destacó la tecnología disponible que hoy puede aplicarse incluso en pequeños tambos o rodeos. Desde sensores que marcan el nivel del agua o alertan cortes, hasta caudalímetros que registran el flujo para comparar con la demanda esperada.
Pero el foco está en los tratamientos que mejoran la calidad del agua. “Hoy existen productos a base de bacterias y enzimas que regulan los niveles de minerales, o carbón activado y sulfato de cobre para limpiar microorganismos”, detalló.
“Todo debe hacerse con asesoramiento técnico”, subrayó. Existen empresas dedicadas a analizar y mejorar el agua del campo. “Ya no se trata solo del tanque australiano o del bebedero: también se puede llevar el agua directamente al lote con mangueras y bebederos portátiles, para evitar que la vaca camine un kilómetro bajo el sol”.
“Si la vaca tiene el agua ahí, la va a aprovechar. Y eso se traduce directamente en producción”, concluyó. En un contexto donde cada litro de leche cuenta, la eficiencia empieza —literalmente— desde la fuente.
3 Datos clave
- Una vaca de 500 kilos puede consumir entre 30 y 60 litros de agua diarios, y en tambos grandes el total puede superar los 10.000 litros al día.
- La calidad del agua es tan importante como la cantidad: exceso de sales, sulfatos o nitritos pueden provocar diarreas, abortos o baja producción.
- Un análisis anual del agua de pozo es fundamental, ya que la composición varía según las napas, la sequía o las lluvias, y puede alterar directamente la salud del rodeo.
