“El cáncer me enseñó a luchar"
Antonela Cometto superó con 31 años un agresivo cáncer de útero. Aunque será difícil para ella convertirse en mamá naturalmente por haberse sometido a una histerectomía, fue gracias a un tratamiento revolucionario con cascos de geles fríos que no perdió su cabello. El testimonio de una joven que superó la causa de mortalidad número 1 en el país en mujeres.
Por Stefanía Musso |
LVSJ
Antonela Cometto tiene 31 años y es protesista dental. La joven de San Francisco que vive en Zenón Pereyra, Santa Fe, recibió hace un mes el alta definitiva de su cáncer de cuello de útero.
En Argentina, cada año se diagnostican alrededor de 4.000 casos nuevos de cáncer de cuello de útero y mueren aproximadamente 1.800 mujeres a causa de la enfermedad. El 82 % de las muertes ocurre en mujeres mayores de 40 años.
En el caso de Antonela, su tratamiento fue muy rápido y en el dolor de tener pocas probabilidades de ser madre biológica, evitó perder todo su cabello en los tratamientos de quimioterapia y rayos gracias al uso de cascos con geles fríos.
La joven, que logró conseguir los recursos a través de una campaña en las redes sociales, es testimonio de la lucha contra esta enfermedad. "Quiero que la gente sepa que es doloroso pero que se puede y que hay tratamientos que te ayudan a no perder el cabello. No me imaginaba con 31 años y pelada", confesó Antonela a Voz Mujer.
- ¿Cómo fue el día que te enteraste que tenías la palabra "C"?
El día martes 5 de enero empecé de manera espontánea con una hemorragia inusual. Llamé enseguida a mi ginecóloga quien no estaba en la ciudad, y me dijo que seguramente se trataba de un aborto espontáneo porque hacía 2 años que buscábamos un embarazo, que tomara cierta medicación para cortar con el sangrado y que el día jueves me veía en consultorio luego de tener que hacerme una eco trasvaginal.
Ese día, el sangrado seguía, fui hasta la clínica y me vio la doctora en el consultorio. Me hicieron una ecografía por abdomen y me internaron. Para la tarde, el resultado fue un mioma en el endometrio que era el motivo del sangrado. Me dejaron internada hasta el viernes y la hemorragia había cesado. Ese mismo día, antes de darme el alta, la doctora en el consultorio me examinó con una colposcopia, y comencé a sangrar otra vez. En ese momento, me dijo que los rebordes del cuello de útero no le gustaban y que lo iba a llevar a analizar.
Cuando me da el alta y me dice que debía volver a sangrar en forma normal en 10 días, antes no. Hice vida habitual ese viernes, y por la noche, alrededor de las 2 de la mañana, tuve otra hemorragia.
Mi novio me llevó de urgencia a la clínica otra vez, me volvieron a internar, y el sábado 9 de enero a primera hora llega mi doctora y me dice que estima un Cáncer de Cuello de Útero. Me realizaron una resonancia magnética y confirmaron lo peor, el tumor.
- ¿Cómo fue ese momento?
Fue durísimo, todos en shock y con el miedo general que produce la palabra cáncer. Mi habitación era un mar de lágrimas y mis papás estaban automáticamente llamando y sacando turnos a otros médicos en Córdoba en busca de segundas opiniones.
En lo personal, no lo puedo describir. Fue una mezcla de miedos, de incertidumbre y de ignorancia porque realmente era un tema que desconocía por completo. No me había tocado pasar por el cáncer de nadie, de ningún familiar, amigo, de nadie de forma directa, entonces era todo muy desconocido.
Como para completar el día, luego de la resonancia, llegamos a la casa de mis papás, y me doy cuenta que no tenía olfato. Me dieron enseguida un chupetín, y tampoco tenía gusto. Me hicieron los análisis y di positivo de coronavirus así que todos los planes de visitas médicas en Córdoba y demás, fueron imposibles.
- No podías perder tiempo...
Mi doctora me recomendó una única opción frente a los 10 días de aislamiento que me correspondían. Así que le hablamos y accedió a verme en el área de Covid de la clínica. El doctor José María Mariconde, fue quien me vio y quien me dio dos noticias; la primera, era que tenía un cáncer, que hace 10 años era el motivo de mortalidad número 1 en el país en mujeres, y que me prometía que él me operaba, me lo sacaba y en dos meses estaba volviendo a mi vida normal libre de cáncer.
Por otro lado, la segunda era sobre el tamaño del tumor. Este tenía tres centímetros y debían hacerme una histerectomía. Y ésta última fue mi peor noticia. El cáncer me quitó mi sueño de ser madre naturalmente y ahí está todo mi dolor.
- Pero estabas en buenas manos.
Como dije antes, Mariconde para mí es una excelencia. Lo que me dijo, lo hizo y cumplió al pie de la letra. El 3 de febrero, luego de tener el resultado de la biopsia y confirmando el cáncer cervical, me operó y me realizó una histerectomía, me sacaron útero, cuello y un tercio de vagina. Me dejaron los ovarios por dos motivos: para hacer fertilidad y para no entrar en menopausia directo. La operación fue exitosa y mi recuperación fue estupenda.
- Lo de la fertilidad es importante para vos...
Luego de recuperarme, empecé con el tema de fertilidad y ahí quedé atónita de los avances que existen. Entre en un mundo 100 % desconocido y realmente quede sorprendida. El 11 de marzo hicimos tratamiento Icsi y logramos congelar un embrioncito el cual, no lo sé aún porque depende como hayan quedado mis ovarios luego de la radiación recibida, pero por lo pronto es mi única chance de ser madre biológica y genéticamente hablando a través de una subrogación (alquiler de vientre).
"El cáncer me quitó mi sueño de ser madre naturalmente y ahí está todo mi dolor", dijo Antonela a Voz Mujer. (Fotos: Manuel Ruiz)
- A pesar de haber quitado por completo el tumor, ¿Tuviste que someterte a quimioterapia?
El doctor Lavarda, mi oncólogo, me recomendó hacer rayos y quimioterapia. Al tumor ya lo habían sacado, por suerte estaba encapsulado, se analizaron ganglios alrededor del mismo y no había hecho metástasis en ninguna zona aparente, pero por el tipo agresivo de cáncer que era decidió que haga radioterapia reforzada con quimioterapia. Otro golpe más, a los rayos ya sabía que tenía que hacerlos pero lo de las quimios fue novedad y automáticamente el dolor por quedar pelada que vino asociado a la palabra quimio.
Era difícil pensarme sin pelo, que hasta el momento iba a ser el único cambio físico visible con respecto al cáncer.
- ¿Lograste revertir eso que te daba tanto miedo?
Agustina, mi hermana, buscando información de pelucas y demás, llega a una página que se llama "Quimioconpelo" y me la mandó con la frase ¨Fijate si te interesa, no sé qué tal será¨. La página mostraba la utilización de unos gorros tipo cascos caseros, realizados con geles refrigerantes, que los utilizaban durante las sesiones de quimioterapia para no perder el cabello. Y automáticamente dije: "lo hago".
Estaba a una semana de empezar el tratamiento, y necesitaba 5 geles por cascos, mi quimio duraba cuatro horas y hay que cambiarlos cada media; más un casco antes y uno después; necesitaba 10 cascos en total. Me voy a las farmacias a buscar los geles azules que debían ser de cierta marca específica y estaban en falta porque no entraban al país.
- Y en ese momento nació la campaña en las redes...
Si, tal cual. El jueves anterior a entrar a mi segunda sesión de rayos, cuando salgo (a la hora) tenía 138 mensajes en Instagram; al día, viernes, ya tenía los 10 gorros completos.
- ¡Increíble! ¿Cómo te sentiste?
Fue emocionante, lloré tanto por la solidaridad de la gente. Sentí tanto afecto y apoyo que no lo puedo describir. No sabía si iba a funcionar o no, pero al menos lo iba a intentar. Mi tratamiento constó de 20 sesiones de rayos externos fraccionados en 27 días desde el 7 de abril al 4 de mayo; 4 sesiones de braquiterapia (rayos internos) desde el 7 de mayo al 14 de mayo y 4 sesiones de quimioterapia distanciada semanalmente una de otra. El miércoles 14 de abril tuve mi primera quimioterapia. Hice todo el tratamiento utilizando los gorros y para mí fue increíble y de muchísima alegría el no perder el cabello.
- ¿En qué consiste este tratamiento tan novedoso?
El tratamiento consiste en congelar el folículo piloso del cabello para evitar su caída. Para ello, se realizan los cascos con geles refrigerantes, amarrados con cintas, bien caseros, y se los coloca a un globo inflado con agua que simula la forma de la cabeza. Se congelan y se mantienen a 20 grados bajo cero. El día de la quimio, media hora antes de empezar con la suministración de la medicación, se coloca el primer casco, con un gorro de ducha para evitar que se lastime el cuero cabelludo y se comience a adaptar a la temperatura. Pasada esa media hora, se quita el gorro de ducha y ya sí sobre la piel se coloca el segundo casco. Luego, cada media hora, hay que cambiarlos con suma rapidez hasta media hora después de terminada la administración de la medicación por suero de la quimio.
- ¿Cómo te sentiste?
Es doloroso, no voy a mentir. No es nada placentero, te hace llorar mucho y tener un frio terrible, pero en mi caso, valió la pena. Perdí pelo, sí, en volumen, no en cantidad. No tuve nunca manchones de pelada ni caída de mechones. Nada. Fue increíble eso.
- Atravesaste por un proceso rapidísimo...
Sí, no lo voy a negar. En enero tenía un cáncer y en mayo ya estaba libre de tratamiento. Fue rapidísimo. El solo pensar que hay gente que está años luchando contra esto y haberlo pasado en cuatro meses y medio fue milagroso. A nivel físico, fue mucho. Tuve muchos días sintiéndome muy mal, pero tenía tanta pero tanta gente tirándome para arriba que me era imposible caer. Puse muchas ganas a estar bien, mucha sonrisa a todos los días feos y ganas a que termine todo. Tenía hecho a mano un calendario en donde iba tachando cada día que pasaba y me alegraba contar lo poco que quedaba.
Mas allá que todos mis cambios fueron hormonales en mi organismo, emocionalmente era un huracán, y lo que sí no quise nunca fue tirarme a la cama a llorar. Pasé por todos los estados emocionales que se te ocurran, el primero fue bronca y dolor en el alma, como dije antes más que nada por el hecho de sacarme el útero pero bueno, por algo suceden las cosas y sé que la vida tiene otro camino para mí respecto a eso.
El 21 de mayo el doctor Lavarda me dio el alta definitivo y ahora a fines de julio tengo un control en Córdoba para ver cómo quedaron los órganos y revisar que todo esté bien. Y luego sólo restan controles anuales de rutina.
- Es muy maduro de tu parte...
Mariconde me dijo algo que me puso en pausa; "Agradece que empezaste con esa hemorragia porque sino no había forma de verlo al tumor. Anto, si te hacías un PAP el 4 de enero, te daba 100 porciento normal. Era un tumor, en el medio del cuello de útero, con una eco trasvaginal en julio del año anterior que no mostraba nada irregular, pero en enero estaba ahí. Y que si no lo descubríamos iba a seguir creciendo y se volvía inoperable". Ahí me di cuenta de la cantidad de cosas por agradecer que tengo. El descubrirlo a tiempo, el tener la posibilidad de hacer el tratamiento correspondiente, haber dado con excelentes profesionales de la salud, tener una familia de oro, tener terrible compañero al lado que la luchó conmigo, mis amistades, toda la gente que me dio su apoyo, poder pelear un cáncer y vencerlo, son infinitas cosas por agradecer porque no todo es tan negro como parece.
"Cuando ves otras realidades te cambia el pensamiento, te abre la cabeza y te hace agradecer continuamente", reflexionó Antonela.
- Es una experiencia de vida que te da muchas lecciones.
Conocí mucha gente en este camino. Recuerdo cuando llegué por primera vez a los rayos. Fui con miles de miedos y mezcla de tristeza y angustia por lo que me tocaba y me senté en la sala a esperar. Mirando hacia la puerta de la sala de rayos, observé un niño que sale de la mano de su mamá, de no más de 6 años. Tenía su cabecita pelada y 4 cicatrices que le cruzaban desde la frente a la nuca. Y en se momento me dije a mí misma, ¿De qué me quejo? Eso sí era duro, eso sí era terrible. Cuando ves otras realidades te cambia el pensamiento, te abre la cabeza y te hace agradecer continuamente. Sin el apoyo de todas las personas que estuvieron y están, nada hubiese sido igual.
- Pero frustró tu deseo de ser mamá fácilmente...
Es verdad, me sacó mi mayor sueño, nos frustró como pareja el deseo del embarazo y de ser padres biológicos fácilmente pero nos hizo conocer otras opciones y entender que quizá no se dé como soñamos, pero se va a dar y de la forma que sea va a estar bien. También me enseñó a luchar, me demostró que sacamos fuerzas de donde no sabemos frente a muchas situaciones duras. Me hizo conocer gente, a dar abrazos llenos de sentimientos, a agradecer hasta lo más mínimo. Me hizo crecer y a valorar lo que tenemos. Por suerte la puedo contar, pudimos vencerlo pero queda mucho por recorrer todavía.