Análisis
Ecuador, un llamado de atención

Los hechos de ese país son una advertencia tangible de lo que puede esperarse si la lucha contra los narcos continúa con rumbo errático.
Un peligroso líder pandillero apodado “Fito” escapa de una cárcel de máxima seguridad. A partir de ese hecho, el terror se apoderó de Ecuador. Ese país hermano vive, por estos días, una pesadilla. Un estado de guerra interna iniciado por el accionar de bandas de narcoterroristas que sembraron el caos y promovieron acciones violentas que obligaron al gobierno con sede en Quito a apelar a las Fuerzas Armadas para devolver la algo de paz y tranquilidad.
Luego de las imágenes cruentas y estremecedoras que se han esparcido por todo el mundo, sonaron fuerte, por fortuna, los llamados a la unidad y a la defensa de las instituciones frente a la amenaza de estos grupos de criminales. Rivales políticos encarnizados pusieron en paréntesis sus enormes diferencias para brindar un gesto de unidad frente al terror. Es digna de remarcar esta actitud, aun cuando sea esperable de los hombres públicos cuando la convivencia se ve notoriamente alterada y las instituciones se hallan en serio peligro.
La situación de anarquía que se vivió días atrás en Ecuador obligó al presidente Daniel Noboa a decretar una situación de “conflicto armado interno”. Y generó, al menos desde la distancia así se puede inferir, la unión de la población y las fuerzas políticas en defensa de su Patria. Las voces para que retornen el orden y la paz dominaron la escena pública. Se trató de una saludable reacción frente un intento de arrebato del país por parte de grupos narcos que apelan al terror para preservar su poder, así como la impunidad con la que se han movido durante mucho tiempo.
Los sucesos de Ecuador no pueden pasar inadvertidos en la Argentina. Son, como afirmó el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro “un llamado de atención” para nuestro país. Existe la imperiosa necesidad de que, en este sensible asunto que afecta a toda la ciudadanía, la dirigencia política deje de lado las posturas sectarias y los pruritos ideológicos para encarar, en unidad, la lucha definitiva contra el narcotráfico y la violencia que generan estos mercaderes de la muerte.
El ejemplo de lo que sucede en Rosario es un anticipo que tendría que despertar conciencias y obligar a la intensificación de las acciones que vayan a fondo para cortar de raíz el grave problema que las bandas narcos provocan. De lo contrario, los recursos de la droga seguirán corrompiendo voluntades y matando vidas jóvenes, los sicarios continuarán asesinando con libertad, los “peajes” y extorsiones a empresarios y comerciantes se naturalizarán y establecerán la resignación que surge luego de haber perdido la batalla, las cárceles proseguirán siendo el escenario donde germinan los crímenes y quienes se muestran determinados a combatir los delitos deberán sufrir desde graves amenazas hasta el desarraigo de sus propias familias por el riesgo que corren, como le sucede por estos días al propio gobernador de la vecina provincia.
Quizás se esté a tiempo de impedir que siga creciendo el narcoterrorismo en nuestra geografía. Es hora de coherencia y unidad en pos de un objetivo esencial para la existencia de la Argentina del futuro. Los hechos de Ecuador son una advertencia tangible de lo que puede esperarse si la lucha contra los narcos continúa con rumbo errático.