Análisis
Drogas: sensata y repetida advertencia
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El éxito que pueda alcanzarse en materia de seguridad no es completo si no se atiende a quienes sufren la tragedia de las adicciones.
Los obispos de la Iglesia Católica difundieron un crítico documento en el que denuncian el avance del narcotráfico en los barrios vulnerables y alertaron por el “retiro del Estado” de esta problemática. Sostuvieron además que la ausencia de políticas de prevención y asistencia, “es una forma indirecta de condenar a la muerte a muchos”.
“Vemos con preocupación y dolor que la retirada del Estado de esos ámbitos abre paso al avance del narcotráfico, que ocupa ese lugar vacío y se convierte en una suerte de Estado paralelo, donde los narcos ofrecen a los jóvenes una vida corta pero aparentemente mejor, y esto a cambio de su dignidad, su libertad y, muchas veces, su vida", afirmaron los obispos, en una declaración de la Conferencia Episcopal (CEA).
No es la primera vez que el Episcopado advierte sobre el agravamiento de esta problemática que está destrozando la vida de varias generaciones de argentinos. Hace doce años, la Conferencia Episcopal Argentina había denunciado que "la Argentina está corriendo el riesgo de pasar a una situación de difícil retorno", por el accionar de las bandas de narcotraficantes que se enquistaban en determinadas zonas urbanas, especialmente en Rosario y el Gran Buenos Aires. Señalaban además que a esa situación se llegó “con la complicidad de algunos dirigentes y que "la sociedad a menudo sospecha que miembros de fuerzas de seguridad, funcionarios de la Justicia y políticos colaboran con grupos mafiosos".
Con similar lógica, la declaración titulada “Si el Estado se corre, entra el narcotráfico”, expresa que “no se puede seguir esperando que quienes acompañan a los jóvenes más rotos lo hagan sin recursos. La entrega gratuita de tantos voluntarios es muy valiosa, pero debe ser complementada con equipos que puedan dedicarse a tiempo completo, y eso requiere financiamiento. Desfinanciar estas obras, demorar la ayuda o relegarlas a la buena voluntad de voluntarios agotados, es una forma indirecta de condenar a muchos a la muerte”. Agregan los obispos que “la droga mata por dentro, apaga la esperanza y corta proyectos de tantos chicos y chicas que quedan atrapados en el circuito del consumo. Esta realidad nos duele y nos interpela: ¡No podemos naturalizarla!”, destacaron.
Sorprende que, a esta altura de las circunstancias y frente a las evidencias dramáticas que la realidad muestra a cada momento, tenga el Episcopado que repetir el clamor para que las autoridades de todos los niveles del Estado se pongan al frente de la lucha contra el narcotráfico y las adicciones. El combate a los grupos mafiosos no puede dejarse librado a organizaciones que no tienen elementos humanos o materiales para contrarrestar los efectos perniciosos de una situación que ha llegado, en algunas poblaciones, a límites intolerables.
Si los Estados municipales, provinciales y el nacional se corren, no aportan recursos y observa la problemática sólo con mirada electoral, la sociedad debe correr desde atrás a estos mercaderes de la muerte. De este modo, el narcotráfico se fortalece, las adicciones se esparcen por vastos sectores sociales y la herida profunda que esto genera destroza la vida de cientos de miles de jóvenes, especialmente los que sufren condiciones de extrema pobreza.
Comprender la gravedad de una situación es comenzar a resolver el problema. Han existido intentos certeros para limitar el accionar de las bandas narcos en algunos distritos. Pero el comunicado del Episcopado hace foco en que el éxito que pueda alcanzarse en materia de seguridad no es completo si no se atiende a quienes sufren la tragedia de las adicciones.