Análisis
Dolorosas tragedias viales
Seguimos ocupando el triste primer lugar en las estadísticas globales de muertes en las calles y rutas.
En un solo fin de semana de este caliente enero se perdieron 11 vidas por accidentes en las rutas de la provincia de Córdoba, especialmente en las que atraviesan los valles serranos. La tragedia del camino de las Altas Cumbres, donde murieron cuatro personas en un terrible choque frontal ha sido la que más repercusión pública tuvo. Pero no fue el único suceso luctuoso. Colisiones fatales se sucedieron para conformar un panorama más que preocupante.
En los días posteriores, tanto en redes sociales como en medios de comunicación tradicionales, se difundieron numerosos videos caseros que mostraban a conductores irresponsables cometiendo todo tipo de infracciones. La más común es el cruce de la doble línea amarilla para adelantar a otros vehículos, una infracción tan flagrante que resulta difícil de entender cómo sigue ocurriendo. Estas conductas están relacionadas con factores como la falta de conciencia, la anomia, la ausencia de precauciones básicas y una incomprensible falta de respeto por la vida, tanto propia como ajena.
Cuando se analiza la problemática trágica en materia vial, los razonamientos dan cuenta de que estos episodios dolorosos pueden producirse, en menor proporción, por fallas técnicas de los vehículos. También se adjudican culpas a la pésima conservación de la infraestructura vial de la Argentina, a su falta de mantenimiento y a los riesgos que conlleva este factor. Sin embargo, las principales razones no son otras que las fallas humanas. Por descuidos o falta de atención en algunos casos. Por imprudencia manifiesta y negligencia en otros, quizás la mayoría.
Este verano ha repetido los patrones de años anteriores, e incluso ha empeorado la situación. El consumo de alcohol al volante, el desdén por las normas de tránsito, la violación constante de las mismas y el uso del celular mientras se conduce se han vuelto comportamientos comunes y peligrosos. El resultado: más muertes en las rutas, muchas de ellas en carreteras recién inauguradas o en excelente estado, lo que refuerza la idea de que, en buena parte de los accidentes luctuosos que ocurrieron en los últimos días, la deficiente infraestructura no es la principal causa de los accidentes.
Al tiempo que se demoran la introspección o el examen de conciencia acerca de los comportamientos que exhibimos en las rutas, derivamos las discusiones hacia la labor de la Policía Caminera, sus supuestos afanes recaudatorios y sus acciones que solo buscarían “atrapar” a los infractores. Es el mismo debate de siempre. Improductivo, a veces superficial. Aun con todas las falencias que puedan adjudicársele, algunas con razón atendible y otras, la mayoría, de modo caprichoso, como afirmó un especialista en la materia, "sin la Policía Caminera los muertos serían más, a nadie le gusta que lo controlen, pero los integrantes de esta fuerza son los buenos de la película".
Mientras tanto, seguimos ocupando el triste primer lugar en las estadísticas globales de muertes en las calles y rutas.