Triatlón
Diógenes Savoré, entre el proceso y el desafío permanente
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Desde la natación infantil hasta competir en pruebas nacionales e internacionales, Diógenes Savoré construyó un recorrido deportivo marcado por la constancia, la disciplina y el aprendizaje. A los 31 años, transita una temporada exigente en la que combina la corta y la media distancia, mientras sostiene una rutina que integra estudio, trabajo y alto rendimiento.
El deporte llegó temprano a la vida de Diógenes Savoré. Mucho antes de subirse a una bicicleta o empezar a correr, el agua fue su primer escenario. “Empecé nadando de chico, siempre hice natación”, cuenta. Esa base fue determinante para su posterior desembarco en el triatlón, disciplina a la que llegó casi de manera natural. “Siempre tuve a mi primo, Nicolás Venier, que corría triatlón. Yo nadaba, lo veía a él y un día se dio la posibilidad de probar”, recuerda.
Sus primeros pasos se dieron cuando el triatlón todavía era incipiente en San Francisco, sobre todo en edades formativas. “Eran triatlóncitos bien cortos, recreativos, sin premios”, señala. Pero la experiencia iba mucho más allá del resultado. “No nos veíamos en todo el año, no éramos amigos, pero el día del triatlón era como el amigo de toda la vida. Estábamos todo el día juntos, disfrutando la carrerita”, evoca sobre aquellos inicios compartidos con otros jóvenes atletas.
Con el tiempo, el entrenamiento comenzó a ganar seriedad. La natación siguió siendo su pilar y, bajo la guía de Aníbal Gaviglio, su actual entrenador, empezó a proyectarse de manera más competitiva. “Con Aníbal entrené natación desde chico, tenemos buena afinidad. Cuando decidí volver a entrenar en serio, no dudé en llamarlo”, explica. Hubo, sin embargo, etapas de menor continuidad, especialmente durante la adolescencia. “Seguía nadando, pero no competitivamente; corría cada tanto, pero no frecuentemente”, aclara.
Un capítulo importante en su formación fue su experiencia en el exterior. Durante un tiempo vivió en Costa Rica, donde pudo entrenar en un contexto distinto. “Estar afuera te abre la cabeza. Entrenás de otra manera, ves otro nivel y otra cultura deportiva”, afirma. Esa etapa le aportó perspectiva y reforzó una idea que hoy atraviesa su carrera: el crecimiento no se limita al resultado inmediato, sino que se construye con procesos sostenidos.
El regreso firme a la competencia se dio en 2016, con una etapa más enfocada en el pedestrismo. “Ahí corrí varias medias maratones. 21k para mí es una distancia hermosa”, dice. La pandemia volvió a ordenar rutinas y objetivos, pero también funcionó como disparador para retomar el triatlón con mayor compromiso. “No tenía nada que hacer y dije: bueno, empiezo de nuevo”, resume.
La temporada actual comenzó en octubre con una prueba olímpica en Gualeguaychú, correspondiente a la franquicia Ironman 51-50. “Está todo muy armado, no se les escapa nada. Te sentís un atleta profesional”, describe. Las condiciones climáticas no ayudaron: lluvia intensa, viento y circuitos complicados. “La bici estaba peligrosa, con mucha agua y arena. Ahí tenés que decidir si arriesgás o cuidás”, relata.
Después llegaron las fechas en Santa Fe y Córdoba, donde se mantiene competitivo dentro del campeonato cordobés. En una de las pruebas quedó a un minuto del ganador. “Salimos juntos del agua, me abrió un poco en la bici, lo cerré al final y nos bajamos a correr casi juntos”, repasa. La definición fue fina: “Veníamos juntos hasta el kilómetro y medio y ahí me abrió. No lo pude seguir”. Incluso, una maniobra le hizo perder segundos: “En un retome me patino, no me caí del todo, pero ponés la mano y algo de tiempo perdés”.
En ese contexto, entiende que la experiencia pesa. “Hay chicos que en competencia llevan diez años corriendo”, explica, y marca una dificultad habitual: saber apretar sin romperse. “El cuerpo siempre te va a decir frená, para cuidarte. Es natural”, afirma. Por eso, en algunas carreras tomó una decisión particular: “Esta carrera la corrí sin reloj. Porque yo sé que en determinado pace me quedo. Capaz tengo para dar más, pero me quedo en ese porque sé que no me va a pasar nada”.
El nivel internacional también le dejó aprendizajes. En Uruguay, durante una competencia de World Triathlon, una patada en el agua lo relegó desde el inicio. “Dos o tres segundos que perdés nadando son cruciales, porque perdés el grupo en la bici y la carrera se te va”, explica. Tras completar parte del recorrido, decidió abandonar. “Ya había hecho el duelo de esa carrera. Preferí frenar y cuidar el cuerpo”, reflexiona, sin dramatizar la decisión.
Aun así, rescata la experiencia. “El ambiente es muy lindo, el nivel te asombra”, dice. Y desde ahí construye un objetivo: sostener un “mix” entre larga y corta distancia. “Voy a tratar de hacer un mix entre larga distancia y corta distancia”, señala. En ese plan aparece una meta inmediata y novedosa: “En marzo me voy a Punta del Este a correr un medio. Nunca probé la media distancia, la voy a probar ahora”.
Ese equilibrio entre exigencia y cuidado personal se volvió central en su enfoque. “El cuerpo siempre te va a decir que frenes, es un mecanismo natural”, sostiene. Por eso, en algunas pruebas optó por competir sin reloj. “Si miro el ritmo, sé que en determinado pace me quedo. Capaz tengo para dar más, pero me freno por miedo a romperme”, admite. Correr por sensaciones se transformó en una herramienta más dentro de su proceso de maduración deportiva.
De cara a lo que viene, Diógenes afronta un calendario intenso. Tendrá pruebas en Almafuerte, Formosa y Santa Fe, además de su debut en la media distancia en Punta del Este. “Nunca corrí un medio Ironman, lo voy a probar ahora”, dice sobre el nuevo desafío. En paralelo, buscará sumar puntos en competencias oficiales. “No me obsesiono, hay mucho nivel, pero si tengo la posibilidad de pelear por un lugar, lo voy a intentar”, asegura.
Fuera de la competencia, la rutina también exige organización. Diégenes estudia Arquitectura en Córdoba y combina cursado, entrenamientos y trabajo. “Durante la semana, la bici casi siempre la hago en el rodillo, por una cuestión de tiempo y seguridad”, cuenta. En verano trabaja como guardavidas, lo que le permite sostener el entrenamiento. “El triatlón es un deporte caro: inscripciones, viajes, equipamiento. Todo suma”, reconoce, y valora los apoyos que le permiten seguir en carrera.
Hoy, lejos de los inicios recreativos y de aquellas primeras carreras compartidas, Diógenes transita el triatlón con otra madurez. Sabe cuándo exigir, cuándo cuidar y cuándo frenar. En ese equilibrio, entre el esfuerzo y la escucha del cuerpo, construye una manera propia de competir, donde el resultado importa, pero el proceso termina siendo lo que verdaderamente define su recorrido.
