Entrevista
Diego Lahournere: “En la emergencia nadie se salva solo”
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El profesional reflexionó sobre la vocación, el trabajo en equipo y los desafíos de la emergentología. Destaca que cada decisión en urgencias requiere compromiso, empatía y coordinación entre todos los profesionales.
En el marco del Día del Médico, que se celebra cada 3 de diciembre, Diego Lahournere, referente de la emergentología de San Francisco y presidente de la Cámara de Empresas de Emergencias del Interior de Córdoba, reflexionó sobre la vocación, los desafíos actuales y el valor del equipo en un ámbito donde cada segundo importa.
La fecha funciona como un momento de pausa en medio del ritmo acelerado de la emergencia. “Esta jornada me permite detenerme un momento y reconocer la esencia de nuestra profesión: estar al servicio del otro, en cualquier circunstancia, con humanidad y responsabilidad”, expresó el médico a Posta / LA VOZ DE SAN JUSTO. Agregó: “Es una fecha que vivo con gratitud, por lo aprendido, por lo que aún queda por aprender, por quienes guiaron mi camino y por quienes acompañan la tarea diaria”. Para Lahournere, la emergentología ofrece una satisfacción única que es lograr el objetivo más noble: darle a alguien otra oportunidad.
La vocación está puesta a prueba todos los días. El médico de emergencias no puede permitirse la indiferencia: “se es o no se es”. En este sentido, Lahournere ratifica que el compromiso en la medicina no se mide por cantidad de tareas sino por calidad de entrega. Tomar decisiones en segundos, sostener emocionalmente a familias enteras y actuar con precisión incluso en los escenarios más adversos forman parte del ADN de la especialidad. Hoy, además de atender, también le toca “guiar, acompañar, enseñar y gestionar”, funciones que considera inseparables cuando se busca que un sistema sanitario ofrezca respuestas reales.
En ese camino, el trabajo en equipo ocupa un lugar central. “En la emergencia nadie se salva solo”, argumentó. Paramédicos, choferes, enfermeros, operadores, administrativos y médicos conforman un engranaje que debe funcionar en absoluta sincronía. Cada intervención exitosa “refleja el esfuerzo colectivo”. Además, extiende esta mirada a todos los ámbitos donde pueden surgir urgencias: una guardia, un consultorio, un centro de salud o incluso la vía pública. En todos esos escenarios, los médicos son quienes deben sostener la primera respuesta.
Con respecto a su trayectoria, la resumió en tres pilares: humildad, empatía y respeto. Humildad para aceptar que el aprendizaje es permanente y que cada paciente tiene algo para enseñar. Empatía para acompañar más allá de la técnica, porque “una palabra tranquila puede contener más que cualquier medicación”. Y respeto por los vínculos humanos y profesionales, que considera esenciales para el bienestar del paciente.
Entre las experiencias que marcaron su manera de ejercer, Lahournere elige aquellas en las que “una palabra serena sostuvo a una familia en medio del caos, en las que un gesto humano hizo más que cualquier medicación”. Recuerdos que reafirman que antes que técnicos son personas acompañando a otras personas en sus peores momentos. “Podés ser el mejor profesional, dominar cada protocolo, pero la empatía sigue siendo la herramienta más poderosa”, sostuvo. A su entender, escuchar, acompañar o simplemente estar presente puede satisfacer necesidades que ninguna intervención técnica alcanza.
El contexto actual, sin embargo, presenta desafíos complejos. Sistemas saturados, desgaste emocional, violencia hacia el personal de salud y recursos insuficientes atraviesan la tarea cotidiana. En ese escenario, el Día del Médico adquiere un significado especial. “Es un recordatorio de que debemos cuidar también a quienes cuidan”, manifestó. A esa presión se suma el impacto de nuevas tecnologías, la inteligencia artificial y la telemedicina. Herramientas útiles, pero que nunca reemplazarán la sensibilidad y el criterio humano. “Detrás de cada decisión siempre habrá una firma humana. Eso no será fácil de reemplazar. Yo, al menos, no lo veré”, añadió.
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Su mensaje para quienes recién comienzan, especialmente quienes eligen la emergentología, es claro: no medir el camino por la cantidad de tareas, sino por la calidad de la formación y el compromiso. Define a la especialidad como “de trinchera”, donde cada minuto importa y las decisiones pueden cambiar destinos. Por eso insiste en la capacitación constante y en elegir la especialidad con responsabilidad. También subraya la necesidad de fortalecer áreas críticas, como emergencias, terapias intensivas, guardias pediátricas, porque, si se descuidan, “quienes pierden son los pacientes”.
A su vez, añadió: “No enamoraremos a las nuevas generaciones de una especialidad tan demandante si el sistema les pone más obstáculos que oportunidades”. Creer que dificultar el acceso forma mejores profesionales es, para él, un error. “Solo genera menos médicos, más cansados y más desilusionados”, señaló.
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En este punto, el médico vuelve sobre una idea que atraviesa toda su mirada: la identidad profesional se construye en los vínculos. Lahournere remarca que los lazos con colegas, docentes, equipos de trabajo y pacientes son los que sostienen la motivación incluso en los momentos de mayor desgaste. Para él, la medicina se aprende tanto en los libros como en la interacción humana, porque es en esa relación donde el profesional comprende el impacto real de su tarea.
En la emergentología, Lahournere asegura que las situaciones límite obligan a revisar constantemente la manera de actuar y de acompañar. Cada caso es singular y obliga a ajustar miradas, a mejorar procesos y a reforzar la importancia de la escucha. Ese ejercicio permanente y es parte esencial del crecimiento del médico, sobre todo en las especialidades críticas.
Para concluir, dejó un mensaje colectivo: “Un saludo profundo a quienes ejercen una profesión tan interpelada como imprescindible. A quienes siguen eligiendo ser médicos incluso frente a la adversidad, a quienes sostienen el sistema con vocación, entrega y humanidad”.
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