Diálogo y empatía
Quienes primero deberían comprenderlo son quienes forman parte de la dirigencia política. El diálogo de sordos solo escucha al que coincide y desprecia al que discrepa. En una y otra vereda ideológica, la violencia simbólica predomina por sobre la capacidad empática.
Los conceptos del título se relacionan con expresiones vertidas en la misma edición de este diario por personajes que tienen responsabilidades públicas en áreas diferentes. Por un lado, el párroco de Frontera que también tiene a su cargo la capilla de barrio Acapulco, Josefina. Por el otro, el director del Hospital Regional J. B. Iturraspe, asimismo titular del COE en esta zona de la provincia.
El sacerdote Antonio Grande es un silencioso trabajador de la concordia en una comunidad azotada en los últimos tiempos por la violencia y otros problemas muy serios derivados de la situación socioeconómica que se está viviendo. El párroco reflexionó sobre el último hecho en el que varios policías resultaron heridos cuando intentaron dispersar una reunión y fueron atacados por una gran cantidad de personas, lo que derivó en heridas graves para los uniformados.
Al respecto, el padre Grande dijo que este suceso "saca más a la luz disconformidades e incomprensiones, no estar bien de muchos en estos tiempos que estamos viviendo, agudizados por esta pandemia y esta cuarentena que se alarga y que ha tenido manifestaciones de robos, violencia y usurpaciones". Por ello, invitó a "fortalecer los canales de diálogo en los distintos niveles, como familia, como vecinos, con las autoridades primeramente comunales y después provinciales. Cuando hay una situación de dolor en una familia lo peor es pelearse o alejarse. Hay que estar cerca y unirse más". Es necesario, agregó, "volver al respeto y la capacidad de diálogo. Hay que asumir las diferencias, la diversidad y fortalecer el encuentro como pide el Papa Francisco".
Por su parte, el director del Hospital, el doctor Valentín Vicente, al dar su reporte habitual referido a los casos de coronavirus que han crecido de manera importante en la ciudad y la región, expresó su preocupación por el hecho de que la población no muestra "responsabilidad ni empatía" con los trabajadores de la salud que están exponiéndose e infectándose en muchos casos ni con sus propios pares. El profesional volvió a exhortar a la comunidad a acatar las medidas de prevención para que el panorama no se agrave, ya que se considera que la tasa de ocupación de camas es "muy importante".
Los conceptos diálogo y empatía se han vertido en el análisis de dos situaciones diferentes. Pero que tienen un punto en común: ambas afligen a la población en general y se refieren a carencias de todo tipo que se expresan en la vida comunitaria. Por ello, puede insistirse en que el profundo significado de los dos conceptos tiene puntos de unión que permitirían encontrar, también, puntos de consenso para apaciguar la violencia y también para acentuar el compromiso ciudadano.
Un diálogo sin empatía no siempre es beneficioso. Sentarse a intercambiar ideas para resolver o afrontar una problemática social es condición necesaria pero no suficiente. La capacidad de colocarse en el lugar del otro, aun manteniendo las diferencias es central para encarar cualquier proceso de este tipo. La empatía no es aconsejar o justificar. Tampoco prescribir las soluciones desde un solo punto de vista. Sí es abrir la perspectiva, tratar de entender las razones del otro y procurar una mirada humana acerca de los temas que nos afectan y sacuden.
Por cierto, quienes primero deberían comprenderlo son quienes forman parte de la dirigencia política. El diálogo de sordos solo escucha al que coincide y desprecia al que discrepa. En una y otra vereda ideológica, la violencia simbólica predomina por sobre la capacidad empática. Mientras no se asuma que ellos también forman parte del nosotros, quizás sigan cayendo en saco roto las racionales apelaciones que originaron esta columna.