Análisis
Día de las Américas: una celebración casi olvidada
Esta efemérides es símbolo de soberanía. De unión de voluntades entre países hermanos para alcanzar metas ambiciosas, para recrear la solidaridad y afianzar la paz.
Durante muchos años fue motivo de actos, proclamas gubernamentales, recordatorios en las escuelas y en los medios de comunicación. Hoy casi ha desaparecido, incluso de las agendas oficiales. En muchos casos, ni siquiera amerita una cartelera escolar que tenga la intención, al menos, de rescatar el espíritu de la efemérides para las nuevas generaciones.
El 14 de abril es el Día de las Américas. En otros países es conocido como Día del Panamericanismo. Nació para conmemorar la Primera Conferencia Internacional Americana, que se reunió en Washington, Estados Unidos, entre el 2 de octubre de 1889 y el 14 de abril de 1890. En esa ocasión se creó la Unión de las Repúblicas Americanas y su secretaría permanente, la Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas. Ambas dieron paso a la Unión Panamericana que finalmente se convirtió en la actual Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948, que tiene como misión “afianzar la paz y la seguridad del continente, prevenir las posibles causas de dificultades, procurar la solución de los problemas políticos, jurídicos y económicos que se susciten y promover, por medio de la acción cooperativa, su desarrollo económico, social y cultural”.
Se recreaba de este modo el espíritu americano, nacido en la época de la independencia y que tuvo como líderes a Simón Bolívar y José de San Martín en la parte sur del continente. Vale recordar que ambos próceres fueron entusiastas pregoneros de la unión americana. Tanto en sus esfuerzos militares para terminar con la época colonial, como también en sus miradas de estadistas que proyectaban la idea de unidad. En este caso, se recuerda que, en 1826, Bolívar convocó al Congreso de Panamá con la idea de crear una asociación de estados en el hemisferio que se apoyaran en temas de comercio, salud, agricultura, geografía e historia.
Ese fue el espíritu de algunas ambiciosas estrategias de integración regional que no logran todavía alcanzar las metas propuestas por sus impulsores. Objetivos cuyo norte era la búsqueda de acuerdos para afianzar el desarrollo económico, social y cultural de los pueblos americanos. Fines que, en muchos casos, hoy son bastardeados cuando se los supedita a intereses ideológicos o quedan bajo la influencia de personalismos que no exhiben la condición necesaria para revitalizarlos.
Aquella visión que llevó a la creación de lo que hoy es la OEA sufre, en este tiempo, una miopía alarmante. Los desencuentros entre gobernantes de países hermanos son la expresión cabal de una situación que disipa cualquier intento de reflotar la idea del americanismo como aspiración de los pueblos. Pese a que desde el poder se alaban las virtudes que tiene la integración de las naciones que comparten el continente, las controversias, la lucha ideológica, la cerrazón de pensamiento, la intolerancia y el desprecio son la contracara visible. Una hipócrita paradoja que también juega en el olvido de esta celebración.
El Día de las Américas es símbolo de soberanía. De unión de voluntades entre países hermanos para alcanzar metas ambiciosas, para recrear la solidaridad y afianzar la paz. Desafortunadamente, va cayendo en desuso la actitud de recordar cada 14 de abril aquel compromiso de quienes otorgaron la libertad a los pueblos del continente, como consecuencia de los desvaríos ideológicos y la pérdida de la noción de hermandad en la diversidad que durante mucho tiempo fue un valioso atributo.