Sociedad
Día de la Alfabetización: vidas que cambian con un aula
/https://lvdsjcdn.eleco.com.ar/media/2025/09/dia_de_la_alfabetizacion.jpeg)
Cada 8 de septiembre, la Unesco recuerda el derecho universal de aprender a leer y escribir. En San Francisco, alumnos del Ceija N° 4 y referentes de la educación de adultos cuentan sus experiencias: trayectorias marcadas por miedos, obstáculos y sueños cumplidos que demuestran que nunca es tarde para aprender.
Por Laura Ferrero | LVSJ
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), creada en 1945 para promover la paz a través de la educación, estableció en 1966 que cada 8 de septiembre se conmemorara el Día Internacional de la Alfabetización.
Este día pone el foco en las millones de personas que todavía no saben leer ni escribir y que, a diario, enfrentan la exclusión de no poder acceder a carteles, libros, documentos, medios de comunicación o pantallas. A la vez, celebra a quienes lograron atravesar esa frontera gracias a la tarea de docentes y programas de alfabetización que, en silencio y con enorme compromiso, transforman vidas.
En San Francisco, el Ceija N° 4, que funciona en el IPEM 315 “José Hernández”, es una de esas puertas abiertas para quienes deciden retomar el camino educativo. Allí se viven historias que cruzan el sacrificio con la alegría de los logros, y que muestran que la alfabetización no es sólo un derecho, sino también una oportunidad de superación personal y comunitaria.
Juan, de alumno a supervisor
Uno de los testimonios más potentes es el de Juan Quaranta, actual Supervisor de la Zona 7 de Jóvenes y Adultos. Coordina la tarea educativa en San Justo, Río Primero y parte de Río Segundo, con 76 ofertas educativas de nivel primario y secundario.
Su historia, sin embargo, tiene un valor especial: “Yo soy producto de esta modalidad. Terminé el secundario en la escuela de adultos, después hice el profesorado siendo ya grande, y desde entonces siempre trabajé en este ámbito: primero como coordinador, luego como director y ahora como supervisor”, contó con orgullo.
Para Quaranta, la educación de adultos debe humanizar el proceso: “Cuando alguien falta, no siempre es porque no quiere: muchas veces hay problemas familiares, económicos o de salud. Acompañamos cada trayectoria con atención particularizada”.
Además, explicó que alfabetizar hoy no es sólo enseñar a leer y escribir. “La alfabetización es integral. Incluye enseñar a usar un cajero automático, hacer un trámite online, enviar un mensaje o navegar un sistema digital. Son competencias imprescindibles para la vida cotidiana”, destacó.
Su mensaje final fue claro: “Nunca es tarde para acercarse a una escuela. Siempre se encuentra una propuesta que se adapta a cada situación. Lo importante es dar el primer paso”.
Nilda, siempre dispuesta a aprender
Nilda Vega (72) es una reconocida cantante de folclore, habitué de festivales y peñas en nuestra ciudad. Sorprendentemente, empezó a cantar recién a los 60. “Siempre hubo músicos en mi familia, pero me dediqué a mis hijos y a la casa. Un día me animé a un concurso en la radio: me encerré en el baño para cantar, gané, y así empezó todo”, recordó.
Su vínculo con el secundario llegó de la mano de Ramón, su compañero de ruta: “Él se anotó primero y me insistió tanto que terminé siguiéndolo. Al principio dudaba, pero era una materia pendiente. Ahora estoy en segundo año y me encanta”.
La escuela, dice, la desafió con aprendizajes impensados: “En Química descubrí un mundo nuevo. Hicimos experimentos y entendí lo que eran las reacciones. Eso nunca lo había visto. Fue maravilloso descubrir esta parte”.
En Lengua encontró otra pasión: “Adoro leer. Tengo ojo para la ortografía desde chica. Detecto errores enseguida. Es la vieja escuela que nos enseñó respeto y disciplina”.
La música y la educación se entrelazan en su vida: “Antes era extremadamente tímida. El canto me ayudó a hablar en público, y ahora el colegio refuerza esa seguridad. La escuela amplía el vocabulario y enriquece la mente. Y lo mejor es que en el aula nunca hubo diferencias: somos un grupo extraordinario, de todas las edades, con profes pacientes y compañeros solidarios”.
Convencida, aseguró: “El saber nunca se acaba. Siempre hay algo nuevo que aprender, hasta en una receta. Todos los días me levanto pensando qué aprenderé hoy”.
Laura, del miedo al placer por la matemática
Laura Vanina Mallet, de 49 años, llegó al Ceija después de postergarlo durante décadas. “Un día me desperté y dije: voy a buscar un lugar donde pueda terminar lo que dejé pendiente. Así fue que me inscribí y ya llevo tres años”, contó, quien termina este año siendo abanderada.
Los miedos iniciales pronto quedaron atrás: “Pensaba que no me iba a adaptar por la edad o por no saber con quién me iba a encontrar. Pero todo fluyó. Me recibieron bien y me sentí cómoda desde el primer día”.
El retorno no fue sencillo: “Treinta años sin ir a la escuela es mucho. Costó arrancar de cero, pero después uno se adapta. Hoy disfruto de materias que antes me parecían imposibles, como Matemática”.
Su infancia estuvo marcada por dificultades: “No veía el pizarrón porque no usaba lentes. Lo descubrí recién al terminar séptimo grado. Además, en mi casa había problemas: mi papá era alcohólico. Fue duro, pero uno hacía lo que podía”, recordó.
En un escrito que repasó su trayectoria escolar, Laura expresó con muchos sentimientos su vuelta al aula: “Me siento especialmente orgullosa de haber formado parte de la bandera de la Nación y de haber sido convocada para las Olimpíadas de Matemática. Me enseñaron disciplina, esfuerzo y amor por el aprendizaje”.
También destacó los cursos complementarios que realizó en el Ceija, como Auxiliar en Recursos Humanos y Gestión Bancaria Impositiva. “Me dieron herramientas para desarrollarme en otros ámbitos laborales. Terminar el secundario no es sólo un título: es recuperar la autoestima y abrir la puerta a nuevas oportunidades”.
Laura trabaja como empleada doméstica, ayuda en el mantenimiento de su hogar y cursa a la par. “Llegamos cansados, con problemas, pero el colegio es una pausa. Te olvidás de todo. Me gustaría seguir estudiando: pienso en Seguridad e Higiene o en Mantenimiento Industrial”.
Finalmente, agradeció a quienes la acompañan: “Mi esposo y mis dos hijos me apoyan incondicionalmente. Que se animen todos: que no piensen en el qué dirán. Se trata de vencer los miedos y descubrir que se puede”.
/https://lvdsjcdn.eleco.com.ar/media/2025/09/dia_de_la_alfabetizacion_1.jpeg)
Ramón, el que tiene sueños por cumplir
Ramón Zamudio nació en Santiago del Estero pero luego su padre los trajo a esta zona. Cuando era pequeño caminaba siete kilómetros de ida y siete de vuelta para ir a la escuela rural cerca de un campo de Saturnino María Laspiur. Cuando cursaba cuarto grado, su papá lo sacó para trabajar en el tambo. “Ahí quedó mi educación”, lamentó.
Durante años, cada vez que pasaba frente a una escuela se repetía la misma pregunta: ¿por qué no terminé yo? Hasta que se animó a inscribirse en la primaria de adultos. “Si no fuera por la señorita Adriana Fassano, no estaría acá. Ella me empujó a seguir”, dijo agradecido.
Terminó la primaria y continuó con el secundario. “A veces pensaba que molestaba por ser el único alumno. Pero los profes me decían: vos venís. Ese empuje me sostuvo”.
Hoy su vida cambió por completo. “Yo era callado, casi no hablaba. Ahora soy remisero y converso todo el día con la gente. La escuela me dio seguridad, me ayudó a expresarme y a leer con fluidez. Eso me abrió puertas”.
Ramón también guarda sueños: “Me gusta la construcción, el hormigón. Siempre quise ser ingeniero vial. Ojalá algún día pueda cumplirlo”.
Con firmeza, aconseja: “A los jóvenes les digo que no dejen la escuela. Aprovechen ahora. No hagan como yo, que recién de grande estoy terminando. Estudiar es hermoso, y los profes acá son extraordinarios. La escuela es como otra familia”.
Abrir puertas
Claudia Marisa Oliva, profesora de Lengua y Literatura y directora del Ceija N° 4, confesó que le es imposible no conmoverse cuando escucha en primera persona las historias de los alumnos que pasan por las aulas de la institución.
“A mí me emociona escuchar estos testimonios. Hace 25 años que trabajo en la modalidad de adultos y vi cómo fue evolucionando la escuela. Antes teníamos alumnos de mucha edad, incluso matrimonios que estudiaban juntos; hoy la mayoría son jóvenes, aunque este año también hay muchos adultos.”
“Es muy bello dar clases en adultos: no sólo enseñás, también aprendés de ellos. Se comparten experiencias y vivencias que enriquecen el aula, algo muy distinto a lo que pasa en otros niveles.”
“Tenemos muchos egresados que siguieron carreras universitarias. Algunos son abogados, otros docentes. Incluso una ex alumna hoy es profesora de Lengua y enseña acá, en nuestra escuela. Eso demuestra que animarse a retomar los estudios abre puertas que parecían cerradas.”, finalizó Oliva.
Nunca es tarde
Las voces de Juan, Laura, Nilda y Ramón muestran que la alfabetización va mucho más allá de aprender a leer y escribir. Es recuperar dignidad, abrir horizontes, encontrar vocaciones ocultas y, sobre todo, vencer miedos.
En este Día Internacional de la Alfabetización, San Francisco celebra a quienes enseñan con paciencia y amor, y a quienes se animan a volver a empezar. Porque, como demuestran estas historias de vida, nunca es tarde para aprender y superarse.