Descubriendo los murales de la terraza del Palacio Tampieri
Una de las obras es un canto a la amistad entre dos jóvenes. Te contamos la historia detrás de las figuras, realizadas en mayólica e incrustadas en las paredes, que evocan a personajes históricos de la Argentina y también de Italia.
La segunda etapa de la restauración del Palacio Tampieri comenzó días atrás. De acuerdo a lo publicado en este diario, se trabaja en la fachada para luego pasar a la parte interior del emblemático edificio que será museo. Uno de los profesionales responsables explicó al respecto que ahora las tareas consisten en "cerrar la `cáscara´, es decir, hermetizar el edificio por fuera. La primera etapa fue estabilizar lo estructural, y ahora que no se mueve más, la idea es terminar de coser todas las grietas que tiene y hermetizarlo, tanto cubierta de techo como fachadas y de ahí ingresaremos para restaurar la parte interna del lugar conservando las técnicas constructivas, los materiales".
En este contexto, acompañando el informe aparecido en LA VOZ DE SAN JUSTO se publicaron fotografías de la cubierta del palacio finalizado en 1931, que fue el hogar de la familia de don Ricardo Tampieri y desde 1965 se convirtió sede de la Municipalidad de la ciudad de San Francisco, hasta que se tomó la decisión de convertirlo en museo y sitio para recepciones oficiales. En esas imágenes, algunos lectores se sorprendieron al observar una serie de figuras, realizadas en mayólica e incrustadas en las paredes, que evocan a personajes históricos de la Argentina y también de Italia.
Para muchos, fue una novedad. Para la mayoría, las fotografías publicadas en este diario significaron la primera ocasión en la que se pudieron observar estas figuras que otorgan una particular fisonomía a la construcción. Y que constituyen un espacio revelador, una "sorpresa". Una más de las tantas que el visitante puede encontrar en tan magnífico edificio.
En su libro "Crónicas de un inmigrante bolognés", Ricardo Miguel Ángel Tampieri, nieto de Ricardo Edgardo Tampieri recuerda que "la cubierta del palacio la constituía una gran terraza. El único ingreso era por medio de un ascensor, el primero incorporado a una casa de familia en la ciudad de San Francisco. En las paredes de la terraza se pueden observar cuadros en mayólica de próceres argentinos e italianos hermanados en un común ideal".
Del mismo modo, Julio Fabry, en su descripción del Palacio relata que "el ascensor nos lleva a la última parte del edificio, que es una amplísima terraza, que ocupa toda la parte central de la edificación. A manera de torre, sala de máquinas del elevador le ha dado una forma cuadrada en torreta y sus costados están cubiertos por: la figura del almirante Brown y del general Belgrano confeccionados en cerámica y, sobre el frente sur y este, vidrios. El resto de esta superficie está delimitado por un alto parapeto donde, esparcidos simétricamente y confeccionados en cerámica se hallan, de izquierda a derecha, las figuras de los siguientes próceres: Bernardino Rivadavia, José María Paz, Domingo Faustino Sarmiento, Roque Sáenz Peña, Carlos Pellegrini, Mariano Moreno, Justo José de Urquiza, Julio Argentino Roca y Bartolomé Mitre". Sobre la pared saliente de la chimenea se puede observar, además, la imagen del general José de San Martín, en una pose "napoleónica".
"Todo el perímetro de esta terraza está decorado con escenas de paisajes diversos, realizados en cerámica esmaltada, y circunscriptos por bombitas de luz colocadas a poca distancia entre sí", escribió Fabry. Entre estas imágenes se destacan un paisaje urbano que quizás pertenezca a alguna ciudad americana en la época colonial, en la que se observa al final una iglesia. Además, varias otras obras, algunas bastante deterioradas, que recrean sitios de poblaciones europeas, con reminiscencias italianas en las que se observan puentes de piedra, más iglesias, antiguas construcciones amuralladas rodeadas de montañas, entre otras. "Protagonistas" de algunas de estas mayólicas son simples paisanos acompañados de animales de carga.
Ricardo Tampieri nació en Bologna, Italia, el 6 de mayo de 1878. "Un día cualquiera, como todos los días, le da el beso de las buenas noches a su madre con emoción contenida pues quizás sería el último", cuenta su nieto en el libro citado. Había decidido abandonar su hogar, llegar al puerto de Génova y embarcarse, como polizón, en un navío hacia la Argentina. Mayo de 1890. Con solo 12 años, "huérfano, solo, miraba desde la borda con ojos asombrados, entre la multitud de personas y el sonido de diversos idiomas, las maniobras de anclaje". Había llegado a nuestro país, "desamparado, sin familia, sin amigos ni nadie que lo alentase y aconsejase".Un homenaje a la amistad
Fueron años duros, en los que trabajó como estibador y se convirtió "un asiduo personaje de las tabernas cercanas al puerto, en donde bullen rudos marineros provenientes de todos los mares" y también "interviene en boxeo callejero para ahorrar unos centavos", según las "Crónicas de un inmigrante bolognés".
Pero también, en ese tiempo, forjó una amistad que quedaría estampada para siempre en una de las obras que engalanan la terraza del Palacio. "A mi amigo de la infancia, teniente de fragata don Esteban Repetto", reza el pie de la imagen de un joven marino posando con uniforme de gala.
Repetto nació en 1872. Es decir, era 6 años mayor que Tampieri. Quizás por la diferencia de edad, el que luego fuera miembro de la Armada fungió como protector del preadolescente recién llegado al país.
Ambos siguieron caminos separados. Tampieri se instaló primero en el sur bonaerense y, algunos años después, recaló en San Francisco para iniciar su aventura industrial. Repetto estudió en la Escuela Naval y fue un destacado oficial de la Marina durante la primera mitad del siglo XX.
Siento teniente de navío, en junio de 1920, asumió el mando del vapor "Vicente Fidel López". Este barco fue adquirido en Europa para la tarea de transportes navales y llegó al país en 1912. Tenía 45,5 metros de eslora y un desplazamiento de 1.170 toneladas. La Armada Argentina lo afectó al tránsito en el sur del país. Se sabe que por un tiempo determinado estuvo como buque de estación en Ushuaia, con frecuentes viajes a Río Gallegos. Navegó hasta 1948.
Esteban Repetto dirigió este navío cuando se encontraba en la capital de lo que por entonces era el Territorio Nacional de Tierra del Fuego. Incluso, durante julio y septiembre de 1920, se desempeñó como gobernador interino de esa jurisdicción.
Antes de su experiencia fueguina, durante
la Primera Guerra Mundial, el amigo de la infancia de Ricardo Tampieri fue un
analista de la contienda bélica que se desarrolló en el mar. Por caso, en los
círculos especializados de la marina se conoce su opinión acerca de la batalla
de Jutlandia, ocurrida el 31 de mayo de 1916. Fue el más grande enfrentamiento
entre barcos de esa guerra que, inicialmente, pareció dar el triunfo a los
alemanes, pero a la postre no desbancaría a los británicos del podio marítimo.
Sobre el particular, Repetto dictaminó que
Jutlandia fue "el acto más culminante de la epopeya naval de los tiempos
modernos" y la confirmación de que el dominio del mar sólo podría decidirse por
el duelo entre acorazados.
Con el tiempo, de acuerdo a publicaciones del Círculo Naval, este oficial de la Armada Argentina se convirtió en uno de los más importantes pensadores autóctonos de la talasopolítica, disciplina que estudia las relaciones de poder que ejercen los actores políticos, respecto del mar como medio de comunicación y fuentes de recursos naturales.
El 12 de agosto de 1953, el féretro con los restos de Ricardo Tampieri -que falleció imprevistamente el 7 de junio de ese año en Italia- llegó al puerto de Buenos Aires en el vapor Conte Grand. Allí lo esperaban sus familiares y unos 200 amigos para trasladarlo luego a San Francisco. Entre ellos, Esteban Repetto, quien pronunció una oración fúnebre de despedida.
Esteban Repetto falleció en 1972. Su amistad con Tampieri quedó sellada para siempre en el mural de la terraza de uno de los edificios más emblemáticos de San Francisco.