Análisis
Dengue: no cabe la relajación
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Los últimos veranos dejaron enseñanzas claras sobre lo que debe hacerse y lo que es necesario evitar. Bajar la guardia sería un error con consecuencias dramáticas.
Cada 26 de agosto se conmemora el Día internacional de lucha contra el dengue, una fecha instituida por la Organización Mundial de la Salud con el objetivo de sensibilizar e informar a la y promover la prevención frente a la propagación de un viejo conocido: el mosquito Aedes aegypti, transmisor de esta enfermedad.
La efeméride, recordada el pasado martes, constituye una oportunidad para relanzar campañas de concientización y fortalecer acciones destinadas a reducir los riesgos asociados a esta patología. También invita a reflexionar: en décadas anteriores, el dengue no representaba una amenaza epidémica en nuestra zona, sino que estaba circunscripto a regiones fronterizas o países cercanos. La falta de políticas anticipatorias y la desidia de gestiones pasadas terminaron por convertirlo en un problema sanitario de magnitud incluso en sectores geográficos que nunca se habían visto amenazados. Vale consignar que la Organización Mundial de la Salud indicó que la enfermedad prolifera en no menos de cien países, con más de cien millones de casos notificados anualmente, lo que habla a las claras de su enorme impacto global.
Frente a este escenario, la prevención sigue siendo la herramienta más eficaz. Se hace necesario que las autoridades refuercen los programas de control y concientización, que incluyan la difusión de mensajes preventivos, la participación comunitaria, la acción coordinada de equipos en todo el ejido urbano y la vigilancia constante de posibles criaderos, con la eventual aplicación de fumigaciones.
Asimismo, resulta crucial la detección temprana de personas con síndromes febriles compatibles con dengue. Identificar los casos en forma oportuna permite aplicar medidas de bloqueo de foco, contener brotes y brindar atención adecuada para evitar la evolución hacia formas graves de la enfermedad. A ello debe sumarse el compromiso ciudadano en tareas de saneamiento ambiental, como el descacharrado domiciliario, que constituye la primera línea de defensa contra el mosquito.
Se aproxima la temporada de calor y, con ella, el inevitable protagonismo de los mosquitos. Hace dos años, la epidemia de dengue originó una marcada preocupación social: debieron extremarse los cuidados, los repelentes desaparecieron de las góndolas y el riesgo sanitario se hizo tangible. En la temporada estival de este año, gracias a las decisiones en materia de prevenciones y al compromiso ciudadano, la incidencia fue menor de la esperada en nuestra comunidad. Se generó alivio. Pero este hecho positivo no puede llevarnos a la relajación.
Los últimos veranos dejaron enseñanzas claras sobre lo que debe hacerse y lo que es necesario evitar. Bajar la guardia sería, en este caso, un error con consecuencias dramáticas. Repetir lo que ha dado resultados es, en materia sanitaria, una obligación ineludible para prevenir que esta enfermedad vuelva a provocar estragos en la población.