Default virtual
¿Puede parangonarse la idea que sostiene el esfuerzo de la cuarentena permitirá construir un mundo mejor, más humano y fraterno con la expectativa de que la Argentina encuentre un camino económico viable?
En la repetición de una trama dramática ya observada en este siglo, el propio presidente de la Nación admitió lo que era un secreto a voces para los mercados financieros internacionales. La Argentina ha ingresado en "una suerte de default virtual", sostuvo el primer mandatario al presentar la oferta de canje con quita a los acreedores, mientras aseguró que su administración se propuso ser "seria" y "no aprovechar la coyuntura del coronavirus, que ha dado vuelta la economía del mundo, para dilatar la solución de este problema".
Es de esperar que la oferta realizada sea aceptada. O bien que encuentren caminos de diálogo para resolver esta cuestión. No obstante, es preciso remarcar que la recurrente mala conducta financiera ha vuelto a generar consecuencias que padecerá la sociedad argentina en el futuro próximo. Se profundizarán así los enormes desequilibrios de una economía paralizada y estancada, con una inflación creciente e incertidumbre que campea en todos los ámbitos de la producción y el trabajo. Mucho más en este contexto en el que la pandemia del coronavirus se ha sumado a la aflicción general.
Más allá de los detalles técnicos de la propuesta de quita difundida, seguramente, las semanas que vienen serán cruciales en el tema de la deuda. Habrá negociaciones con los bonistas que poseen los títulos emitidos por el Estado argentino. Idas y vueltas. Declaraciones altisonantes. Intentos de ideologizar y llevar agua para el molino propio entre los dirigentes políticos. Análisis serios y de los otros. La enumeración podría continuar. Ya se han observado este tipo de situaciones en momentos similares en la historia reciente del país. Incluso en este siglo. En este contexto, se puede sostener con cierta certeza que no había otro camino para aliviar la pesada carga de la deuda. Aunque no se han escuchado voces que admitan los errores cometidos en todos estos años.
Vale recordar que hace 15 años, tal como lo sostuvo el presidente, el gobierno nacional de ese entonces anunció la salida del default de 2001 que habían aplaudido ruidosa y alegremente muchos de los que hoy todavía ocupan puestos de jerarquía en los gobiernos nacional y provinciales. En aquella ocasión se pensó que la Argentina comenzaba un camino de recuperación de su credibilidad y seriedad en el manejo de los recursos públicos.
Esto no ocurrió. En ningún gobierno. No importa en este caso el signo político. Si 15 años después volvimos al default -aunque sea virtual- ha sido por la ineficacia de quienes debieron manejar el Estado en todo este tiempo. Es posible, ciertamente, discriminar grados en la responsabilidad. Pero toda la dirigencia política la ha tenido en esta nueva debacle. Difícil será encontrar en el contexto internacional algún otro país que en 15 años haya vuelto a declarar la imposibilidad de honrar sus deudas. ¿Puede parangonarse la idea que sostiene el esfuerzo de la cuarentena permitirá construir un mundo mejor, más humano y fraterno con la expectativa de que la Argentina encuentre un camino económico viable? No asoman elementos como para responder de manera afirmativa. Aunque siempre estará presente la esperanza de que alguna vez este país olvide el significado de la palabra default. Ese momento es, por ahora, imposible de vislumbrar. Si llega, habrá sido porque por fin se aprendió que no se deben repetir las conductas que generaron episodios tristes y trágicos propios de la continua decadencia y se devolvió a los argentinos la sensación de que es posible vivir poniendo la mira en objetivos de largo plazo y no sobrevivir bajo sobresaltos y penurias permanentes.