Fútbol
Joaquín Pérez: de San Francisco a Orlando, con la misma esencia
Radicado en Florida y al frente del Lyon, el entrenador sanfrancisqueño Joaquín Pérez, construye su camino en el fútbol estadounidense sin resignar identidad. De sus inicios en el baby local y una extensa etapa como jugador en Italia, al presente como técnico principal, un recorrido marcado por el aprendizaje, la familia y la convicción de competir desde la pasión.
El fútbol llevó a Joaquín Pérez por muchos lugares, pero nunca le quitó la esencia. Desde aquellas primeras tardes en el baby fútbol de Estrella del Sur, en San Francisco, hasta su presente como entrenador del Lyon de Florida, el recorrido fue largo, sinuoso y, sobre todo, profundamente humano. “Siempre digo que lo importante es estar ahí, arriba de lo que sea, pero estar. Dejando todo y creyendo que todavía puedo dar más”, resume, con una frase que condensa su manera de transitar la profesión.
Su formación como jugador comenzó temprano y lo llevó rápidamente fuera de casa. Newell’s, Banfield y Renato Cesarini marcaron su etapa juvenil, con un punto alto al llegar a la Reserva del “Taladro”. Sin embargo, a los 21 años el fútbol profesional no le abrió la puerta esperada. Volvió a San Francisco, jugó en Sportivo Belgrano y, mientras tramitaba la ciudadanía italiana, tomó una determinación que cambiaría su vida: irse a Europa para seguir persiguiendo el sueño de vivir del fútbol. “Yo estaba convencido de hacer carrera. Sabía que con la ciudadanía podía encontrar desarrollo y no quise resignar ese objetivo”, recuerda.
Italia fue mucho más que un destino deportivo. Durante siete años, en el ascenso de la región de Le Marche, cerca de Ancona, Joaquín encontró estabilidad, continuidad y una forma de vida. Clubes chicos, ciudades tranquilas, rutinas simples y un fútbol áspero, donde cada contrato se ganaba entrenando y jugando. “Ahí entendí mucho de dónde venimos nosotros, de nuestras raíces. Las costumbres italianas explican mucho de cómo somos los argentinos”, explica. La adaptación no fue inmediata. “El extranjero siempre tiene que esperar y demostrar. No te abren la puerta de su casa de entrada, pero cuando te conocen, las relaciones se vuelven muy genuinas”. Rodeado de argentinos, valorados por su carácter y su forma de competir, logró sostener una carrera hasta que el cuerpo empezó a pasar factura.
La lesión en la rodilla marcó un quiebre inevitable. Volver a la Argentina fue una mezcla de necesidad y elección. Después de un tiempo de recuperación, encontró en Deportivo Josefina, en la Liga Rafaelina, el espacio ideal para cerrar su etapa como jugador. “Quería terminar jugando en una cancha, disfrutando, y Josefina me dio eso. Fue un cierre muy lindo”, afirma. Allí, casi sin advertirlo, comenzó a gestarse otra vocación.
Durante ese período, atravesando un proceso personal profundo, apareció la idea de enseñar. Empezó el curso de técnico casi como una prueba, pero rápidamente se transformó en una pasión. “Mientras jugaba decía que no iba a ser entrenador, que no era para mí. Pero cuando me retiré empecé a descubrir una vocación docente”, confiesa. El estudio del juego, la táctica y la metodología, sumado al impacto que le generó el Barcelona de Guardiola, lo llevaron a repensar el rol del entrenador. “Ahí hice un clic: entendí que se puede competir desde la forma, que el buen juego no está reñido con los resultados”.
Sportivo Belgrano fue el primer laboratorio real. En inferiores, con ideas que para la época resultaban disruptivas —salida desde el fondo, conceptos tácticos trabajados desde edades tempranas— empezó a construir una identidad. “En ese momento muchos me miraban como a un bicho raro, pero yo veía que en la cancha se plasmaba lo que entrenábamos”, recuerda. Ese trabajo abrió puertas: primero como ayudante de campo y luego integrando cuerpos técnicos de enorme experiencia. “Cacho” Sialle y Ricardo Pancaldo fueron referentes determinantes. “De ellos aprendí muchísimo: gestión, liderazgo, lectura táctica. Todo ese recorrido te prepara para después tomar decisiones solo”.
Estados Unidos apareció casi como una casualidad. Un viaje para recorrer academias, una invitación de amigos, la familia acompañando. En ese trayecto surgió una oportunidad concreta. El Lyon de Florida, con conducción y dueños argentinos, buscaba entrenador. Joaquín aceptó el desafío y apostó por la estabilidad familiar. “Yo quería eso: dejar de dar vueltas, buscar estabilidad y apostar a un proyecto con mi familia”, explica. Orlando se convirtió en el nuevo hogar y el club, pequeño pero ambicioso, en el escenario ideal para iniciar su primer ciclo largo como entrenador principal.
El proyecto se sostiene sobre una identidad clara. Intensidad, compromiso y pasión en un contexto donde el fútbol todavía está en desarrollo y donde los resultados empiezan a respaldar el proceso. En ese recorrido, el Lyon compite en una categoría marcada por estilos bien contrastados, con equipos integrados mayoritariamente por futbolistas brasileños, como América FC, que apuestan a la experiencia y al presente. “Ellos tienen un perfil más técnico y recorrido; nosotros apostamos a la intensidad, a la juventud y al compromiso colectivo”, explica Pérez, marcando una diferencia que atraviesa su mirada del juego.
El fútbol estadounidense sorprende por su infraestructura y su organización, pero también evidencia contrastes culturales. “Intentan jugar bien, salir desde atrás, pero muchas veces les falta intensidad para presionar y defender”, analiza. Joaquín encuentra allí una diferencia clave: “Muchos chicos usan estas categorías como una plataforma para mostrarse, para conseguir una beca o un salto. No siempre existe el hambre que hay en el ascenso argentino”. En ese escenario, la impronta latina suele marcar diferencia.
En el camino también hubo experiencias que fortalecieron su mirada. Joaquín mantiene una relación de años con Juan Manuel Lillo, uno de los mentores de Pep Guardiola, y pudo reencontrarse con él en Orlando durante una pretemporada del Manchester City. “Fueron mates, charlas largas, escuchar y aprender. El fútbol también se aprende así”, cuenta. Vivencias que no buscan exhibirse, pero que consolidan una forma de entender el juego y el rol del entrenador.

Hoy, con el futuro abierto, Joaquín Pérez elige no adelantarse ni salirse del eje. Sabe que en este contexto los procesos son dinámicos y que todo se evalúa permanentemente, pero también tiene en claro dónde está parado. Cerca de su familia, al frente de un proyecto que lo representa y en un escenario que sigue creciendo, sostiene una convicción que lo acompaña desde el inicio. Desde San Francisco hasta Orlando, el recorrido mantiene el mismo sentido: fútbol, aprendizaje y coherencia. Y la certeza de que, aunque cambien los escenarios, la esencia no se negocia.
