Análisis
De mejores a sabios: la verdad de las mentiras

En su primer mensaje desde la prisión domiciliaria, la voz de Cristina Fernández de Kirchner resonó en la Plaza de Mayo. Repitió la misma estrategia comunicacional basada en el relato emocional y el simbolismo. El tono épico, ahora en formato radial, parece ser el medio para preservar su liderazgo en el peronismo.
Por Fernando Quaglia | LVSJ
En su mensaje de audio a la multitud reunida en la Plaza de Mayo el pasado miércoles, Cristina Fernández de Kirchner revivió un modo de comunicación política que remite a los viejos tiempos de predominio de la radio: el líder que habla directamente a su pueblo, sin intermediarios, sin imagen, solo con la voz. Se la escuchó, no se la vio. Una transmisión a la que apelaron innumerables regímenes políticos en el siglo pasado, especialmente los de tinte totalitario. Una manera de dirigirse “al pueblo” que reafirma la construcción de un relato para sostener su vigencia política aun desde la prisión.
El manejo de las emociones es consustancial a esta forma de hacer política. Se apela a ellas para generar identidad, dejando de lado -aunque sea en parte- la racionalidad. En esas circunstancias, el audio, como recurso, potencia la capacidad de generar imágenes mentales y despierta sensaciones. La voz sin rostro invita a imaginar, a completar con la emoción lo que no se muestra. En ese formato, la expresidenta ofreció frases como:
- “Este modelo que ahora encarna Milei es insostenible en términos económicos. Tiene vencimiento como el yogur. El verdadero poder económico sabe que este modelo no tiene futuro, sabe que se cae y por eso es que estoy presa”.
- “Pueden encerrarme a mí, pero no van a poder encerrar a todo el pueblo argentino”.
- “No me dejaron competir porque saben que pierden”.
Estas expresiones condensan una narrativa donde el enemigo externo -el poder económico concentrado- es el causante de su condena judicial. Además, al mimetizarse con el pueblo, se victimiza. Y reescribe los hechos para hacer de su situación personal una causa colectiva apelando al concepto de proscripción: en verdad, se postuló como candidata porque sabía que iba a ser condenada.
La lógica comunicacional de la radio todavía está viva. Retornó a la superficie en el momento en el que la militancia peronista se manifestó para protestar por su encarcelamiento. Y para ello, cualquier recurso simbólico vale. Por caso, el del balcón sin plantas que regar al que no la dejarían asomarse, aunque en el escrito que establece las condiciones de la prisión domiciliaria no se exprese esa prohibición y por lo que sus abogados -manifestando floja comprensión textual- presentaron un pedido de aclaración, finalmente respondido afirmativamente por el tribunal que interviene en la causa.
Su discurso dejó en evidencia su intención de mantenerse al frente del peronismo. El objetivo es continuar digitando la vida de esa agrupación política. Sin embargo, todavía es demasiado pronto como para certificar que podrá preservar ese poder. Por eso, le otorga a su condición de convicta la misma épica que a su acción política pasada. “Tenemos que darnos maña para comunicarnos ahora, con esto de la tecnología”, dijo. A propósito, el colega Julio Perotti escribió que “pretendió inaugurar una nueva era de liderazgo: el audio por WhatsApp, la conducción telefónica, manos libres”. Y reflexionó que “va a ser difícil contener con mensajes a los que quizás en un tiempo no les claven ni el visto”.
A quién “le pasó de todo” en su vida, le entusiasmó que en la Plaza de Mayo se cante “vamos a volver”. Quien dijo alguna vez que “volvían mejores”, ahora afirma que volverán “con más sabiduría”.
En su primer mensaje desde la prisión, Cristina Fernández de Kirchner utilizó lo que Mario Vargas Llosa llamó “la verdad de las mentiras”, un recurso de ficción narrativa para iluminar u orientar la mirada del destinatario del mensaje a zonas de la realidad que solo le interesan al autor.