Entrevista
Daniela Cassina: “No alcanza con dar aviso, compromiso es lo que se necesita”
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La veterinaria presentará su primer libro “Entrenando humanos” en la 8ª Feria del Libro de San Francisco. La obra nació de su experiencia en el rescate de animales y busca aliviar la tarea voluntaria de quienes ayudan, ofreciendo herramientas prácticas y un mensaje profundo: la empatía y el compromiso son claves para construir una sociedad más consciente y compasiva.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
En el mundo del rescate animal, donde la urgencia y la sensibilidad se entrelazan, Daniela Cassina encontró una manera de transformar su experiencia en enseñanza. Nacida en Esperanza (Santa Fe) el 12 de mayo de 1980, hija de un veterinario y una docente, heredó el amor por los animales y el valor de transmitir conocimiento. Graduada en la Facultad de Ciencias Veterinarias de Esperanza en 2005, con una beca en Brasil y años de trabajo en la clínica familiar, Cassina combinó su vocación profesional con un profundo compromiso social.
Fue integrante de la ONG Refugio de Mascotas, dictó charlas de tenencia responsable a más de 3.000 niños y participó en programas radiales. Hoy, desde su clínica privada, continúa formando a colegas y difundiendo valores de respeto hacia los animales. Diez años después de haber escrito su obra, finalmente su manual para el rescate ve la luz bajo un título tan simbólico como revelador: “Entrenando humanos”. La autora destaca el trabajo de edición de Carolina Astegiano y el aporte de Marco Puricelli.
Antes de su presentación en la Feria del Libro de San Francisco —este domingo 9 a las 19 en el Superdomo— dialogó con Posta / LA VOZ DE SAN JUSTO sobre el camino recorrido y la intención detrás del libro.
—¿Qué la llevó a escribir un libro?
Durante mucho tiempo fui no solo veterinaria, sino también rescatista. Estaba en los dos lados: el de poner las manos en acción y el de asistir profesionalmente. En 2015 atravesaba un momento de salud difícil, producto del desgaste emocional de esa realidad. Sentí que ya no podía estar tan “en la trinchera”, como digo yo. Entonces pensé en dejar un legado, una herramienta para que cualquier persona que quiera ayudar sepa cómo hacerlo. Así nació el libro: como un manual instructivo, pero también como un espacio donde las historias muestran que hay un antes y un después para cada animal rescatado. Mi objetivo fue aliviar un poco el trabajo voluntario de quienes se dedican a esto, porque la mayoría lo hace sin recursos ni descanso. Escribir fue mi manera de seguir ayudando, aunque no pudiera estar físicamente en cada rescate.
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—Su historia personal fue entonces el punto de partida…
Exactamente. Cuando ya no pude estar tan presente en el rescate, decidí “entrenar” a otros para hacerlo. Por eso el libro combina lo técnico con lo emocional. Tiene bases científicas, claro, pero también está atravesado por la sensibilidad que uno desarrolla al vivirlo. La parte emocional fue la que me impulsó a escribir, sin dudas.
—¿A quién está dirigido? Si tuviera que resumir su mensaje en una frase, ¿cuál sería?
Está pensado para todos. Puede leerlo un profesional, un adoptante o alguien que solo quiere saber cómo actuar frente a un animal en la calle. Mi tío me dijo algo muy lindo: que el libro debería leerse de atrás para adelante, porque si uno empieza por las historias, inevitablemente va a querer aprender lo que enseño al principio. Si tuviera que resumirlo en una frase, sería: “No des solo aviso de lo que estás viendo; compromiso es lo que se necesita”. Si no podés asistir al animal, buscá quién pueda hacerlo y acompañá el proceso. Tomar la posta ya es un acto de ayuda.
—¿Cómo se relaciona el trato hacia los animales con una sociedad más empática?
Totalmente. Cuando uno conoce, ya no puede mirar hacia otro lado. Ignorar puede ser involuntario, pero una vez que sabés cómo actuar, la responsabilidad es tuya. Por eso creo que este tipo de conocimiento transforma. Educa la mirada, y una sociedad empática empieza por entender que la vida —humana o animal— merece respeto.
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"No des sólo aviso de lo que estás viendo, compromiso es lo que se necesita, y se valora como ayuda. Si no podés asistirlo vos, y alguien más puede, tomá la posta del caso, es más que suficiente"
—¿Cree que la educación sobre bienestar animal debería enseñarse en las escuelas?
Sin dudas. Ese fue mi primer proyecto: que el libro llegara a los colegios. En su momento incluso pensé en un censo para saber cuántos animales hay por barrio, y así intervenir mejor. Es un material escrito en un lenguaje muy claro, accesible, para que cualquier persona pueda comprenderlo. Los chicos son los primeros que pueden aprender y replicar una conducta responsable.
—El proceso de escritura fue científico y también emocional…
Sí. Está todo detallado: qué hacer si encontrás cachorros sin dientes, cómo alimentarlos, cómo improvisar una leche casera si no tenés la fórmula veterinaria. Es un libro de herramientas, no de diagnósticos. No pretende reemplazar al veterinario, sino enseñar qué pasos seguir hasta que llegue la asistencia profesional. Es una guía para actuar con responsabilidad, no para jugar a ser veterinario.
—El título “Entrenando humanos” llama la atención. ¿Por qué lo eligió?
Porque en realidad somos nosotros los que tenemos que entrenarnos. No los animales. El libro busca eso: enseñar a actuar, a comprometernos, a aliviar el peso que cargan los rescatistas voluntarios. Nadie trabaja de esto, lo hacen por amor. Por eso digo que es un manual para que nadie diga “yo no sabría cómo hacerlo”. Saber implica poder involucrarse, y eso es lo que intento despertar.
—¿Qué impacto emocional tiene la adopción, especialmente en niños o adultos mayores?
Enorme. Durante años di charlas de tenencia responsable y vi cómo cambia la vida de una persona al incorporar un animal. Con el doctor Rubén Gioíno hicimos un proyecto llamado “Dos adultos, una ayuda mutua” en el Club de Abuelos. Promovíamos la adopción de animales adultos porque el vínculo mejora la salud física, mental y emocional de las personas mayores. Caminar, tener compañía, compartir afecto… todo eso incide directamente en el bienestar humano.
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—¿Qué entiende por vínculo responsable entre una persona y su mascota?
Responsabilidad es saber que adoptar no es un acto pasajero. No se adopta un cachorro para Navidad o porque está de moda. Es un compromiso de toda la vida del animal, diez, quince o veinte años. En el libro insisto mucho en eso: el amor no es suficiente si no va acompañado de responsabilidad. Hay que pensar en el futuro de ese ser que depende de vos.
—¿Y qué diferencia encuentra entre adoptar y comprar, más allá del aspecto económico?
Más que una diferencia, hay un sentido. Yo no estoy de acuerdo con la compra de animales, pero no juzgo a quien lo hace. Creo que la verdadera diferencia es el impacto que uno genera en la vida del animal que adopta. El adoptado es agradecido, te mira de otra forma. Es como si supiera que le diste una segunda oportunidad. Eso lo hace único.
—¿Qué mitos o errores persisten en torno a la adopción?
Hay muchos, pero hay uno muy llamativo: los perros negros son los menos adoptados. Es algo que se repite por prejuicios estéticos. También los adultos, que esperan años en los refugios. A veces basta una semana en un hogar para que recuperen la energía, el brillo en la mirada. Esos casos muestran que el amor y el cuidado transforman. Por eso hay que seguir fomentando la adopción responsable y sin discriminaciones.
—Algunas personas critican “humanizar” a las mascotas. ¿Qué piensa?
Yo tengo “perrijos”. Entiendo perfectamente que hay una diferencia entre un hijo humano y uno perruno, pero también sé que el amor no se mide por especie. No soy madre, pero me considero una mamá interespecie. Mis animales duermen conmigo, viajan conmigo. Mientras haya respeto y se cubran sus necesidades de acuerdo a su naturaleza, no veo nada de malo en tratarlos con ternura.
—¿Por qué cree que a algunos todavía les cuesta tanto asumir que una mascota no es un objeto ni un capricho?
Porque cada persona tiene una realidad distinta. No me meto en cómo otros eligen vivir con sus animales mientras no haya maltrato. Pero sí me duele escuchar frases como “voy a tu casa, ¿podés sacar al perro?”. No es un objeto que se puede mover o reemplazar. Es un integrante de la familia. Y eso hay que empezar a asumirlo con naturalidad.
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—En los últimos años crecieron los espacios “pet friendly”. ¿Nota un cambio cultural?
Sí, y me parece hermoso. Si hablamos de inclusión, debe ser para todos, también para los animales que conviven con nosotros. Hoy se habla de “tutores” en lugar de “dueños”, y aunque yo prefiero decir “familiares”, el concepto es el mismo: somos responsables de su bienestar. La educación y el respeto son la base de esa convivencia. Saber dónde, cómo y con quién está, es lo que marca la diferencia. Muchas veces se critica a quienes dan animales en adopción porque preguntan si uno tiene casa propia o un patio cerrado. Pero esas son preguntas necesarias, porque todavía pasa que mucha gente adopta un animal solo porque es un cachorrito, porque le gusta por un tiempito, y después no se hace cargo del compromiso que implica.
—¿Qué le diría a alguien que perdió a su mascota y no se anima a adoptar de nuevo?
Que lea un texto que se titula “Carta abierta de un animal a su dueño”. En ella, el perro dice que no hay que dejar vacío su lugar, que otro ser puede ocuparlo, no para reemplazarlo, sino para continuar el amor. Y es así: el nuevo integrante no borra al que se fue, lo honra. Muchas veces decimos “no quiero sufrir más”, pero la vida siempre termina poniendo en tu camino al animal que necesitás.
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Una guía para actuar desde el corazón
Con la voz serena y la convicción de quien ha visto tanto dolor como gratitud en los ojos de un animal rescatado, Daniela Cassina propone un cambio de mirada. “Entrenando humanos” no es solo un manual, sino una invitación a actuar con empatía, a entender que el compromiso ciudadano no se limita a “dar aviso”, sino a hacerse parte.
En un contexto donde los refugios se llenan y los voluntarios se multiplican sin descanso, su mensaje resuena con fuerza: ayudar también es aprender a hacer, enseñar a mirar y compartir responsabilidad.
El domingo, cuando el libro finalmente se presente en la Feria del Libro de San Francisco, Cassina no solo compartirá páginas, sino una filosofía: la de quienes eligen transformar el dolor en acción, el cansancio en enseñanza, y la compasión en una forma de vida.
