Cuidados, pero no siempre saludables
El programa Precios Cuidados busca reactivar el consumo en una economía estancada, pero no logró esquivar la polémica con respecto a la calidad nutricional de los productos incluidos.
Con gran repercusión en estos primeros días del año, se lanzó una nueva versión del programa denominado Precios Cuidados que comenzó hace ya varios años durante la administración kirchnerista y que prosiguió -con altibajos- durante el gobierno anterior. Se trata de una de las medidas que tiene como objetivo reactivar el consumo y, si es posible, llevar alivio a determinados sectores de la población en un marco de inflación que no ha podido aún ser dominada.
Como se conoce, el programa incluye una serie de productos que se exhiben en las góndolas con precios acordados entre el gobierno y las empresas. El fin es que las ventas crezcan luego de meses de estancamiento o retroceso y también que familias de medianos o escasos recursos puedan acceder a distintos productos para llevar a su mesa. Y que éstos puedan ser de calidad por lo que se promocionó como un éxito que algunas primeras marcas se hallen en el listado.
Independientemente de la discusión acerca de si la adopción de precios cuidados o controlados es una medida efectiva para aminorar el ritmo de la inflación - por lo visto no parece ser así-, el debate público se instaló sobre la presencia en el programa de productos que los especialistas no consideran saludable para la alimentación de cualquier persona. Es más, se planteó por qué no existen más frutas y verduras o cortes carne y sí, en cambio, se incorporan gaseosas azucaradas y bebidas alcohólicas.
El análisis nutricional de la canasta de Precios Cuidados reflejaría, paradoja mediante, un descuido importante. El mismo que desde el comienzo del programa se ha verificado y que, de manera inconstante, se ha reclamado modificar. Muchos hidratos de carbono, pocas verduras podría ser un eslogan. Y esto se defiende sosteniendo que los alimentos incorporados forman parte del modo de comer de la población argentina y que el Estado no podría inmiscuirse en esta cuestión.
Llama la atención este argumento. Porque la salud pública es una tarea indelegable de cualquier Estado moderno e incluye los principales aspectos nutricionales. Entonces, parece haberse perdido una oportunidad inmejorable para focalizar la acción en la búsqueda de modificaciones en la alimentación de los argentinos y en la difusión de los hábitos saludables que necesariamente deben incorporarse para mejorar la calidad de vida y atenuar la posibilidad de contraer enfermedades prevenibles.
Existen numerosos estudios y antecedentes que podrían haber determinado otro camino en la selección de alimentos. Por ello, aun adhiriendo a las buenas intenciones del programa, asoma como evidencia que los precios podrán estar cuidados para resguardar el bolsillo familiar. Pero esto no quita que también es muy importante cuidar la salud de la población.