Cuando un músico escocés cortó mortadela en Chacarita

En Estados Unidos tenía una banda de música muy famosa. Emigró a Argentina y se puso a cortar fiambres en un barrio histórico de la capital nacional.
Por Manuel Montali | LVSJ
Si uno sale a caminar sin rumbo, en un día cualquiera, y llega hasta la parte de atrás del cementerio más grande de Buenos Aires, en una esquina a la sombra de sus murallones, se encontrará con un pequeño bar. Ahí hay solo hombres que beben vino y fuman tabaco. Entre ellos, algún artista. Ahí el invierno puede ser verano, puede derretir los edificios y devolverlos al barro originario. Ahí, en esa esquina de una ciudad de brujas y de asfalto, detrás del mostrador, David Byrne prepara sándwiches de mortadela.
El músico escocés, creador en la década del setenta de la famosa banda neoyorquina "Talking Heads", que revolucionó la escena con su pastiche ecléctico de melodías, llegó a Buenos Aires atraído por el magnetismo de su puerto sin salida al mar. Más precisamente, llegó por "La Portuaria".
La historia comienza a tejerse en algunos sones lejanos. Dos de los músicos de la banda argentina, el frontman Diego Frenkel y el tecladista Sebastián Schachtel, ya eran fanáticos de "Talking Heads" y trataban de replicar su sonido desde "Clap", una formación juvenil y ochentera. Ya para mediados de los noventa, con varios cortes consagratorios de "La Portuaria" en las radios ("El bar de la calle Rodney", "Selva", "Nada es igual") publicaron el disco "Huija", que de alguna manera llegó a oídos de Byrne y lo tuvo en mira para un compilado de artistas latinos, que al final no se concretó.
Dos náufragos inquietos como Frenkel y Byrne igual hallaron la manera de encontrarse. Por amigos en común, se conocieron en Nueva York. El argentino invitó al escocés a escuchar a "De la guarda", y luego este le devolvió la pared para que fueran a ver juntos a una de sus bandas latinas favoritas: "Los auténticos decadentes". A partir de allí, siguieron cruzándose. De hecho, cuando Byrne vino a tocar a Baires en 2004, "La Portuaria" hizo de telonera. Al año siguiente, para la edición del disco "Río", lo invitaron a participar y le enviaron los demos de algunas canciones. El británico, un verdadero entusiasta de la música de estas latitudes (de hecho, aparece como uno de los testimonios de peso en el documental "Rompan todo") quedó encantado con "Hoy no le temo a la muerte".
Byrne no solo puso la voz para cantar a dueto con Frenkel, sino que volvió a seguir las corrientes que bajan hasta el Río de la Plata. Superó el cerco laberíntico de Parque Chas, Villa Crespo y alrededores de Chacarita, rodeó el gigantesco legado mortuorio de la fiebre amarilla y apareció en el bar de la calle Rodney que "La Portuaria" había inmortalizado con la canción homónima. Ahí se puso detrás del mostrador, repasador en mano, limpió vasos, agarró la fiambrera y cortó mortadela para los sándwiches de los parroquianos. Ahí recibió a "La Portuaria", peló guitarra y carisma para el video de "Hoy no le temo a la muerte", una joya transatlántica que no es porteña ni anglosajona, sino de aguas internacionales.
"I'm not afraid, to cross de river", canta el escocés con su vozarrón, mientras los cinco músicos argentinos lo miran sonriendo como chicos, en esa mismísima esquina de Chacarita que invocara Frenkel diciendo "Si navegar es tan preciso, hoy voy a sentarme en el bar", invocando a Caetano Veloso ("Navegar é preciso. Viver não é preciso"), que invocara a su vez un poema de Fernando Pessoa, que invocara asimismo a otras voces que se pierden en las mareas del tiempo. Porque los navegantes inquietos, en la noche, con faros o sin ellos, siempre encuentran las mareas para cruzar cualquier charco. Sin temor a la muerte, porque hay cosas más grandes que la vida... como navegar.