Análisis
Cuando es decente dar la espalda
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La protesta de Estudiantes de La Plata abrió un debate que excede al fútbol: qué significa dar la espalda como gesto de rechazo y de qué modo esto se traslada a otros ámbitos. Entonces surge una pregunta que puede ser incómoda: ¿qué otros contextos de la vida nacional podrían ser motivo para un “espaldazo”?
Por Fernando Quaglia | LVSJ
Cuando dirigía El Gráfico, la mítica revista deportiva argentina, al escritorio de ese asceta inolvidable que fue Dante Panzeri llegó una fotografía tomada instantes antes de comenzar un encuentro de la selección argentina por las eliminatorias del Mundial de Fútbol de 1962. La tradicional formación con camiseta celeste y blanca -algunos jugadores parados y otros agachados en la primera fila- mostraba esta vez otra perspectiva. La imagen exhibía únicamente las espaldas de quienes estaban de pie. Detrás de ellos, una pelota esperaba. La actuación del combinado nacional en ese partido no fue satisfactoria. Panzeri eligió esa foto, la envió a fotograbar y la publicó con un título que lo sintetizaba todo: “De espaldas al fútbol”.
Aquella anécdota, una de las muchas protagonizadas por ese gran periodista surgido de la redacción de LA VOZ DE SAN JUSTO, volvió a la memoria tras el “espaldazo” que los jugadores de Estudiantes de La Plata realizaron en Rosario, luego de la insólita coronación de Rosario Central como campeón de un “torneo” que no existía hasta que las autoridades de la AFA decidieron inventarlo. Y que derivó en una sanción grotesca del Tribunal de Disciplina de esa entidad.
Panzeri sostenía que su protesta -argumentada, a veces intrincada, pero siempre ejercida con pasión y honestidad intelectual- era su modo de defender al deporte de quienes lo degradaban. Por cierto, su prédica también era resistida y terminaba acentuando la polarización. El “espaldazo” platense se convirtió en un símbolo que reúne ambas dimensiones: un acto en defensa de valores vulnerados, pero también el disparador de una discusión nacional que volvió a dividir aguas.
La semiótica enseña que este gesto se comporta como un signo léxico y a la vez estructural. La espalda se constituye como un lugar capaz de producir sentidos espaciales y semánticos. En ese marco, dar la espalda constituye, sin dudas, un signo de rechazo. Es una acción que excede largamente al fútbol y que bien podría proyectarse sobre numerosos ámbitos. Así, podrían imaginarse “espaldazos” frente a:
La pobreza estructural: con generaciones completas naciendo, creciendo y envejeciendo en la marginalidad. Un problema que requiere mucho más que declaraciones: demanda decisiones de fondo.
El deterioro educativo: si hubiera un tribunal que decidiera “espaldazos”, probablemente sobre esta cuestión versaría su primer expediente.
La inseguridad y el avance del crimen organizado: narcoeconomías que se expanden, barrios tomados y política de seguridad que cambia de rumbo según el color político.
La corrupción sostenida: escándalos frecuentes, funcionarios que no rinden cuentas y un entramado de impunidad que erosiona la confianza ciudadana.
La fragmentación política: con dirigentes incapaces de dialogar y que piensan en la próxima elección, no en los próximos años.
La intolerancia en redes sociales: un ecosistema tóxico que contamina cualquier debate público.
La degradación ambiental: deforestación, quema de humedales y ausencia de una cultura ambiental sostenida.
La baja valoración de la ciencia y la investigación: falta de divulgación, escaso reconocimiento social y una tendencia a subestimar la evidencia frente a las creencias, típica del tiempo de la posverdad.
Se trata apenas de un listado parcial y arbitrario. No obstante, son cuestiones a las que, en muchos momentos, el país les ha dado o les sigue dando la espalda. En ese sentido, el gesto del “espaldazo” se comportaría como una reacción frente a las consecuencias negativas de esa desatención persistente.
Tal vez convenga recordar, entonces, lo que Dante Panzeri escribió hace más de sesenta años sobre el deporte más popular, un señalamiento que aún conserva vigencia y que trasciende a otros ámbitos: “Hay una sola palabra que no se usa en el fútbol. Al que la pronuncia, lo mandan a rezar cinco padrenuestros, seis avemarías y a escribir cien veces sonso. Esa palabra es ‘decencia’.”
Ante la evidente indecencia de la dirigencia de la AFA, vale reflexionar sobre cuándo y frente a qué otras problemáticas es decente dar la espalda.
