Cuando en vez de reyes, pasaron los marcianos

El verano de 1981 se caracterizó por las lluvias torrenciales. Fue cuando también ocurrió un grave incendio en el Molino de la firma Boero, en la madrugada del 6 de enero. Y luego aparecieron las pisadas. En historias extraordinarias de San Francisco, capítulo 3, presentamos "La invasión extraterrestre".
Ese 6 de enero de 1981 no pasaron los reyes, pasaron los marcianos.
Todo se dio como en la sucesión de plagas bíblicas. Lluvias e inundaciones. Un incendio voraz sobre el Molino Meteoro de la firma Boero. Y luego la aparición de las pisadas.
Las huellas, de cuatro dedos, como quemaduras sobre las calles de distintos sectores de la ciudad, aparecieron de la noche a la mañana e hicieron que todo se relacionara.
Los testimonios sobre avistajes de una nave cayendo sobre el Molino, sobre criaturas escapando de las llamas, no tardaron en surgir. Incluso, no faltó quien dijo haber visto a los marcianos comprando repuestos para su nave en una ferretería de la ciudad.
Porque no había dudas, esas huellas eran de marcianos. Con la otra huella, la del hombre, en la luna desde hacía más de una década, los inicios de los ochenta fueron especialmente fértiles para este tipo de asociaciones.
En un verano, en donde suele haber poco para decir, más aún en un contexto de dictadura, represión y censura, la noticia atrajo pronto la atención de los medios nacionales. Cruzó el charco y llegó a Uruguay.
El identikit difundido en esos días había sido generado por la Fuerza Aérea de Estados Unidos y luego repicado en un libro de Pablo Marni.
Las pisadas se repetían día a día, aquí y allá, con diferentes coloraciones, incluso en calles de tierra como Costa Rica, en barrio dos Hermanos. Los rumores, comentarios y testimonios de encuentros cercanos del tercer tipo iban en aumento.
Se decía que los perros ladraban como locos, que había luces danzantes en el cielo, y así andaban los policías y militares, de acá para allá, atendiendo denuncias de quienes aseguraban haber visto a esos extraños seres pasando veloces por las calles.
Se produjo además un boquete en el cruce de Bv. 25 de Mayo y San Juan. Parecía ser efecto de las lluvias. Pero también podía ser la boca del túnel que empleaban los marcianos. Para muchos, tampoco había dudas de esto.
Para peor, otra noche se produjo una anomalía eléctrica, durante una tormenta, en una subestación de calles Ecuador y Juan XXIII.
La fiebre del marciano estaba en auge. Centenares de personas, padres e hijos en caravana de bicicletas, seguían las extrañas huellas, queriendo dar con su misterioso autor, aunque algunos escépticos ya notaran que que estas correspondían siempre al mismo pie o mano, y que seguían, sin fallar nunca, el sentido correcto del tránsito.
¿Ha visto usted a este ser?
Se difundió un identikit de un petiso orejudo, flaco, de ojos enormes y manos con garras hasta las rodillas, creado por la Fuerza Aérea de Estados Unidos, y recogido en el libro de Pablo Marni, "Los que vienen de las estrellas".
Mientras tanto, la División de Criminalística de la policía de Córdoba hizo análisis en su laboratorio de las muestras tanto de las huellas como de supuestos pastizales quemados por la acción de platillos voladores, determinando que las primeras correspondían a una sustancia de reacción alcalina, en tanto que en los otros no había más que efecto propio de la naturaleza.
Se tomaron declaraciones a supuestos testigos de los marcianos y hasta se estudió el comportamiento de animales.
Conclusión: no había extraterrestres. Todo debía tratarse de una broma.
¿Marcianos? ¡Dinosaurios!
Entonces, las pisadas se detuvieron. El hecho, a nivel popular, quedó atribuido a una broma de jóvenes de la ciudad. Oficialmente, nunca se los identificó. A nivel oral, en la memoria colectiva, sí trascendieron, con nombre y apellido. No siempre coinciden las versiones en cuanto a los autores. Que fue uno, que fueron dos hermanos, que fue un grupo que tenía llegada a la Fábrica Militar... Pero no quedaron dudas: fueron jóvenes, usando moldes de fabricación casera y líquidos corrosivos.
La aventura de los marcianos se había terminado.
El único peligro real, en las calles, de noche, seguía siendo el de los dinosaurios que desaparecían personas.
El grave incendio del Molino y luego las
pisadas. Todo fue reflejado en las notas de prensa del verano de 1981.
Los extraterrestres, hoy
Como corolario de esta nota queremos igual dejar una acotación, un intento de futurología. Seguramente, cuando esta historia se publique, no va a faltar el comentario, la insistencia, de que aquí se tapó todo. De que fue como en Roswell y como en cualquier otro lugar en donde suelen meter un pie la Nasa, el FBI, la CIA, la KGB y los servicios de inteligencia. De que Fabio Zerpa tuvo razón, de que los marcianos estuvieron entre nosotros. De que quizá nunca se hayan ido.
Por las dudas, si los perros ladran como si viniera un Terminator, si hay luces raras en el cielo, incendios desbocados, roturas misteriosas en el pavimento, fallas eléctricas, y encima usted se cruza con alguien que luce como el identikit... cambie de vereda.