Convirtió el dolor de perder a su hijo en "Lágrimas de colores"
Hace 10 años Griselda Rudy Zapata despidió a Jeremías y una década también le llevó escribir este libro. La fe y "el amor de Dios" la ayudaron a seguir adelante. Con su publicación busca que otras personas que pasaron por lo mismo puedan avanzar, o si aún no sucedió "estar preparados".
Jeremías Zapata tenía 18 años cuando
estudiaba medicina en la Universidad de Mendoza, pero en aquel entonces, hace
10 años, tuvo que comenzar otra pelea que le costaría tristemente la vida, ya
que enfermó de un melanoma - un severo tipo de cáncer de piel - que se extendió
con el tiempo a otras partes de su cuerpo.
Fue atendido en el Hospital Sirio Libanés de San Pablo, Brasil con un agresivo tratamiento pero que de acuerdo a los médicos que lo atendieron, fue una de las pocas personas que pudo soportarlo por completo.
Su mamá Griselda Rudy Zapata, entonces empezó a escribir para desahogarse, pero también para que esas letras sean un pilar donde otros padres o familiares que perdieron a alguien puedan apoyarse y resurgir.
Ese libro fue presentado en Zenón Pereyra (Santa Fe) - lugar de donde es la familia que hoy vive en Mendoza - y se llama "Lágrimas de colores", representa una historia de dolor, amor y fe en ese tiempo breve en que Jeremías aun enfermo siguió sonriendo e irradiando luz.
"Lágrimas de colores" es un producto literario que cuenta cómo una persona puede aferrarse a algo o alguien para poder seguir adelante, para llorar pero sabiendo que hay paz de que hizo todo lo posible y un día será recompensada.
LA VOZ DE SAN JUSTO entrevistó a la autora del libro cuyo propósito es ayudar a quien ya perdió a alguien, pero también interiorizar al que irremediablemente alguna vez lo deberá transitar.
-La historia de este libro empezó con la pérdida de su hijo.
En realidad cuando Jeremías enfermó, falleció de cáncer - nos dábamos cuenta que Dios nos dio paz y fortaleció en ese tiempo. Él sabía que surgió esta idea y estuvo latente. Los primeros escritos fueron hechos como si le hablara a él. Después de tres años solo en los veranos seguí con la escritura, pero lloraba la mayor parte del tiempo, al final se hicieron como seis años y fue recién en 2018 cuando adquirió forma y hablamos con la editorial.
- ¿Cómo sucedió todo con el desenlace en su enfermedad?
Jeremías tenía 18 años, falleció en 2009 y estudiaba medicina en Mendoza. Era el hijo que toda mamá quiere tener estudioso, buen amigo e hijo, simple, sencillo, deportista porque jugaba al rugby y tenía una vida sana. Pero en 2006 fue diagnosticado con melanoma por un lugar que le sacaron a los 16 años en la espalda, en ese momento dijeron que no tenía células desparramadas en su cuerpo y le hacían controles cada tres meses. En octubre de 2008 extienden por finalizar el período de peligro a seis meses, pero el 10 de enero de 2009 se descubrió los ganglios inflamados, tenía metástasis y lo operaron. Fuimos a San Pablo y acordamos hacer un tratamiento muy agresivo. Pasamos a una segunda opción en Buenos Aires que no dio resultado, al volver a Brasil le dijeron que la metástasis llegó al cerebro. Fallece en octubre, le habían dado tres meses pero siguió nueve.
- ¿La fe que tiene importancia en este libro también te ayudó a "sanar en cierta forma?
Esto que pasó con Jeremías me acercó a Dios, no lo habría conocido como hoy sino fuera por eso. Cuando murió en ese momento yo le cantaba la canción "Sendas Dios hará" que me lo había pedido él. Los médicos le habían explicado que era solo un milagro que se curara, Jeremías me pidió que no llore en el momento que me quebré y me dijo que cantara eso, siempre tuvo mucha paz y dio mucha pelea, lo único que podía hacer era abrazarlo y con sus ojos mi hermana me dijo cantale para que no se desespere (Jeremías). Es una canción de la iglesia (son cristianos evangélicos) con muy significativa. Cuando se fue sucedió algo muy extraño, porque al mirarlo tenía una sonrisa y una lágrima de cada lado. El médico lo limpió y nos dio una a mí y otra al papá.
- ¿Sucedieron otros hechos así después?
Cuando salí del hospital sentí que toda mi angustia y desesperación se fue de repente y era como si flotara; fue claramente Dios que se llevó todo. A los pocos días fui a la iglesia, estaba sola sin nadie de mi familia y después el pastor nos preguntó si alguien quería formar parte del coro, mi reacción fue levantar la mano. Jamás había cantado, no conocía ni mi registro y cuando me lo va a tomar Cristian el director tocó con su guitarra 'Sendas Dios hará'. Él no sabía que yo le cantaba eso a mi hijo. El dolor de la pérdida es inexplicable pero Dios me mantuvo y me ayudó a poder seguir, incluso este libro siento que es algo que no sale de mí.
- ¿Todo eso intentás transmitirlo en el libro? ¿Y el nombre cómo surgió?
Claro, yo cuento que con Dios y su fortaleza, con la fe se puede seguir adelante y si bien el dolor no se va nos ayuda, se puede. Se trata de un formato que simboliza un paralelo entre mi vida, mi historia y cómo Dios me fue ayudando. Hasta en eso Él fue bueno, porque en la iglesia un día imaginé que los vidrios dibujaban paisajes hermosos, escuché una voz que me decía al oído 'Lágrimas de colores'. Simboliza el dolor y la consolación porque ellas están pero las derramo con paz, cuando terminé el libro mi marido Álvaro, que no se refería mucho a ese trabajo me recordó que fue Jeremías con su sonrisa y las dos lágrimas al morir el primero en dar el nombre. Este es un libro que sirve para quienes perdieron a alguien, pero también para prepararse para la pérdida.
Griselda sabe que "Jeremías no la ve ni la escucha", pero reconoce que en esa separación obligada Dios es "su intermediario". La mujer logró ver en colores una vida que con la pérdida de su hijo podría haberse vuelto gris pero halló en la fe el sendero por el cual transitar y seguir.
Sus lágrimas y emoción, la serenidad del trazo de su escritura, la calidez de su voz son el fiel reflejo de una mamá que siempre llorará pero que pese a todo por su fe que la sostiene logrará hacerlas de colores.