Contradicciones “verdaderas”
Convertidas en oxímoron ante la pretensión de transformarse en "verdades", se cierran a cualquier otro discurso que no se amolde a estas estructuras ilógicas. ¿El resultado?: más confusión y más incertidumbre.
El título de esta columna puede asemejarse a lo que se denomina oxímoron. Es decir, una figura literaria consistente en juntar, en la misma expresión, dos conceptos en principio contrapuestos para constituir un nuevo sentido. En este caso, la noción de verdad no debería admitir contradicciones. Sin embargo, la realidad argentina demuestra lo contrario: en el discurso del gobierno existen contradicciones que son lanzadas como verdades.
Contradicciones que, sin embargo, solo provocan malestar y desconcierto. En la ciudadanía argentina, en los analistas y observadores de la vida política nacional y en los interlocutores externos, entre otros. Las argumentaciones confusas del presidente o de alguno de sus ministros son desmentidas a poco de andar. Por la realidad. Y, lo que resulta inaudito, por otros miembros del gobierno.
Los últimos días han sido pródigos en este tipo de contradicciones. Ejemplos sobran. El presidente de la Nación habla de la necesidad de incrementar el porcentaje de retenciones a las exportaciones del agro e inmediatamente el ministro del área lo desmiente de forma categórica. No contento con ello, la máxima autoridad del país insiste con la idea, la que es refutada nuevamente. Otro caso: en el último viaje internacional, el primer mandatario se intentó mostrar como líder de un país que potencialmente puede ser el abastecedor de los granos que faltarán en Europa y otras regiones como consecuencia de la guerra en Ucrania. Pero, además de desincentivar la producción con su intento de aumentar retenciones, su política exterior pone en alerta a los posibles compradores cuando condena las sanciones económicas de Occidente a la Rusia agresora.
La contradicción en la expresión de las ideas políticas es tan añeja como controvertida. Herbert Marcuse, en "El hombre unidimensional" - un análisis de las sociedades que, según su visión, bajo un disfraz democrático, esconden una estructura basada en la explotación del hombre por el hombre, sostiene que lo discursivo es un elemento central a la hora de interpretar las acciones que se adoptan desde el poder. Asegura, por ello, que muchas veces "el resultado es la aparición del conocido lenguaje orweliano" que, de ningún modo corresponde tan sólo al totalitarismo".
Aludiendo al eslogan del partido del Gran Hermano en la distopía retratada en el libro "1984": "La paz es la guerra", la libertad es la esclavitud", Marcuse afirma que George Orwell "predijo hace mucho que la posibilidad de que un partido político que trabaja para la defensa y el crecimiento del capitalismo fuera llamado "socialista", un gobierno despótico, "democrático" y una elección dirigida, "libre". Y que esto "llegaría a ser una forma lingüística -y política- familiar".
En algunos casos, las contradicciones en el seno de un gobierno son expresión natural de las tendencias en pugna que combaten en su seno. Pero, convertidas en oxímoron ante la pretensión de transformarse en "verdades", se cierran a cualquier otro discurso que no se amolde a estas estructuras ilógicas. ¿El resultado?: más confusión y más incertidumbre.