Contagiadas por la pasión de sus hijos

Empezaron apoyando la nueva actividad deportiva de los hijos y hoy son parte del equipo de ciclistas de Daiana Almada.
Dicen que la
pasión se trasmite de padres a hijos, pero en estas tres historias la situación
se dio al revés, fueron los más chicos que contagiaron a los mayores.
Este es el caso de Brian Linguetti (14), Román Romero (15) y Máximo Gómez (15) que convirtieron a sus mamás Romina Milani, Jorgelina Peralta y Zulma Oviedo de simples espectadoras a practicar de manera regular el ciclismo como una disciplina deportiva. Estas mujeres son integrantes un equipo de la ciudad que hoy participa en diferentes experiencias recreativas y competitivas con sus demás compañeras.
El precursor de esta movida fue Máximo, que comenzó primero este deporte como una forma de terapia ante la muerte de su papá, pero de a poco se fue animando a competir como ciclista de ruta. "Máximo comenzó como una forma de curar el dolor de la pérdida de su papá. José (el padre) era ciclista y en casa teníamos de recuerdo su vieja bicicleta de mountain bike. El primer día que la usó, lloró muchísimo", recordó Zulma Oviedo.
Durante la pandemia, Zulma recibió un mensaje de Jorgelina, mamá de Román, que le pedía datos para que su hijo empiece ciclismo porque él practicaba rugby y no había clases. "Los chicos se conocían de la primaria y enseguida se engancharon. Nosotros en casa ya teníamos bici porque mi marido es ciclista y también lo alentó a hacer la actividad", afirmó Jorgelina.
El último en sumarse fue Brian que va al secundario con Máximo. "Fuimos a una carrera de circuito de pista a Rafaela y Romina eligió acompañarnos. Los chicos lo entusiasmaron a Brian -que en ese momento practicaba futbol- para que se subiera a la bici. Tanto le gustó que hace cinco meses empezó y nunca se bajó", relató Zulma
Mucho esfuerzo
Con el orgullo a flor de piel, las mamás contaron que los chicos participan de diferentes campeonatos de ciclismo de ruta y pista y que esa situación genera muchos gastos que son muy difíciles de sostener.
Para solventarlos, estas mujeres organizan diferentes ventas para que ellos puedan seguir practicando y haciendo este deporte que tanto le gusta. "Todo es muy caro y es difícil de afrontar los gastos. Estamos siempre al límite con la plata por la cantidad de campeonatos en los que participan sumado a lo que necesitan para sus bicis", expresó Jorgelina.
Todo este esfuerzo tiene sus recompensas. "Es difícil, pero dan muy buenos resultados. Estamos muy orgullosas", agregó la mamá de Román. Pero eso no es todo. También ellas colaboran en el entrenamiento de su profesora Daiana Almada. "Ella nos dice qué tenemos que hacer el resto de los días en casa y eso nos lleva una hora y media de entrenamiento todos los días".
"En mi caso tengo moto. Llevo una mochila delante mío con todas las botellas de agua, viendo el cronometro todo el tiempo, tratando que dé su mejor tiempo. Hacemos de todo por ellos", apuntó la mamá.
El turno de las mamás
Fanáticas número uno, conductoras, choferes, entrenadoras y hasta nutricionistas. Se involucraron tanto en el deporte que ahora ellas se subieron a las bicis. "Yo iba todos los miércoles con tutucas y mates a ver cómo entrenaban. Me reía cómo les exigían en el entrenamiento hasta que la profe Almada me invitó a participar y desde que lo hice, nunca dejé, pero como no quería sufrir sola, las invité al resto de las mamás", confió Zulma.
Las mamás entrenan los lunes, miércoles y viernes cuando salen de sus trabajos. Los martes van a gimnasio y comenzaron con un nutricionista.
Estas mujeres ya pedalearon hasta Villa Concepción del Tío, Miramar y realizaron el famoso desafío del Valle de Río Pinto. "Lo nuestro es recreativo, pero con la exigencia de la profesora porque es necesario estar entrenada para lograrlo" agregó la mamá de Máximo.
Sanar pedaleando
Todas en sus cuarenta años, destacan que esto es algo que hacen por ellas. Para Zulma, "es cansador, pero cuando te bajas de la bici, estás feliz. Para mí, es una manera de sanar cuanto lo extraño a mi esposo".
"Él (por José) hizo el Pinto y yo le prometí que algún día lo iba a hacer. Me compró la bici y el equipo, pero nunca lo usé hasta que hace un tiempo hice el desafío. Llegué al mirador y se lo dediqué", expresó la mujer.
"Con la bicicleta sanas muchas cosas. La bicicleta la llevo a mi vida real, me hizo muy bien. La bicicleta es mucho entrenamiento, pero te fortalece de mente. Si uno piensa en Miramar, por ejemplo, es difícil pensar en hacer 120 kilómetros, pero en realidad tenés que ir poco a poco, superando cada meta".
"Te sentís bien, viva, realizada. Nunca imaginé que a mi edad iba a subirme a una bicicleta y acá estamos, por los chicos y por nosotras", concluyó Jorgelina.