Educación
Con pictogramas, alumnos de Apadim llevan la inclusión más allá de la escuela

Con compromiso y creatividad, estudiantes del Instituto Apadim confeccionaron cartas con pictogramas para locales gastronómicos y espacios del barrio. La iniciativa busca garantizar el acceso a la comunicación de todas las personas y extender la inclusión más allá de las aulas.
Cada lunes, después de clases, un grupo de estudiantes del Instituto Privado Especial Apadim transforma el aula en un espacio de escucha, creatividad y compromiso. Alejo, Máximo M., Anahí, Alexis, Máximo S., Renata y Santiago integran el Centro de Estudiantes, elegido democráticamente por sus compañeros de 1° a 6° año. Con café o mates, comienzan la jornada dialogando sobre las inquietudes del grupo, pero también sobre cómo hacer de su entorno un lugar más accesible para todos.
“La idea es trabajar todo lo que es la participación y comunicación”, explica Judith Ambrosino, asistente social de la institución. Desde su creación en 2022, luego de la pandemia, el Centro de Estudiantes promueve acciones concretas basadas en las necesidades reales de sus compañeros y su comunidad. Una de ellas es el diseño de cartas gastronómicas adaptadas con pictogramas, un lenguaje visual que permite expresar ideas y deseos a través de imágenes.

“Nos apoyamos con esas imágenes porque algunos hacen lectura convencional y otros hacen lectura de imágenes”, señala Ambrosino. El objetivo es simple y profundo a la vez: garantizar el derecho a la comunicación de todos. Así nació la primera carta adaptada, entregada al bar “Mis Amigos” —más conocido como “el bar de Gamo”— frente a Plaza General Paz. Incluye imágenes de platos, postres y bebidas, y va acompañada de escritura convencional, para que cualquiera pueda comprenderla y utilizarla.
“Los pictogramas son representaciones visuales de acciones, objetos, que se utilizan como herramienta de comunicación, muchos pictogramas ya los conocemos, como los que indican baño, salida o entrada. Pero a la hora de leer una carta en un comedor, no están. Entonces empezamos con un bar que conocíamos, y ellos nos recibieron muy bien”, relata Verónica Bovo, fonoaudióloga de Apadim. La propuesta ya se extendió a una heladería y próximamente se sumará una verdulería del barrio. “Es fundamental el diálogo con las instituciones del entorno”, subraya Ambrosino.

La iniciativa no se queda en lo gastronómico. En el Polo de la Mujer entregaron cartillas con pictogramas para asistir en situaciones delicadas. “Si una mujer va a pedir ayuda y no puede expresarse, estas imágenes permiten una comunicación inicial para acompañar el abordaje del caso”, agrega la trabajadora social y adelanta que buscarán replicar la iniciativa en la sede local de la Policía.
Además, dentro de la escuela también idearon apoyos: pelotas de tenis en las patas de las sillas para amortiguar el ruido que afecta a compañeros con mayor sensibilidad auditiva, e identificadores por colores para que todos puedan saber a qué aula pertenecen las sillas.

El trabajo del Centro de Estudiantes atraviesa todas las áreas. “Lengua, comunicación, ciencias sociales, naturales. Se refuerzan los contenidos desde lo concreto”, afirman las docentes. Y más allá de lo académico, también promueve valores: “responsabilidad, compromiso moral, respeto, comunicación”, enumeran los estudiantes.
Cada detalle cuenta. Mientras compartían su experiencia con LA VOZ DE SAN JUSTO, los chicos armaban paquetitos con bombones y mensajes positivos para que todos los estudiantes del colegio los lleven a casa durante las vacaciones. “Ellos están en esos detalles, de que estemos todos cómodos. De pensar en el otro que no camina, que no lee, que no ve”, resalta Bovo con emoción.

El sueño no termina en la escuela. “Ni hablar si podemos lograr mostrar esto fuera del colegio. Sostenerlo. Ese es el objetivo principal”, afirma la fonoaudióloga. “Es remarla todos los días, tomar conciencia de nuestro rol. A veces ellos proponen ideas mucho más superadoras que las nuestras”, confiesa Ambrosino. Como aquella vez que, para el receso invernal, sugirieron organizar un cine para todos los estudiantes. “¡Qué lindo!”, recuerdan con una sonrisa.

“Es un trabajo largo, hace mucho que lo venimos haciendo. Pero hay que seguir porque falta un montón”, concluye Bovo. Y en ese “seguir”, está el verdadero motor: un grupo de estudiantes que, con pictogramas, colores y gestos cotidianos, demuestra que la inclusión no es una meta lejana, sino un camino que se construye entre todos.

