Análisis
Con la luz cortada
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La postergación del cierre de listas por un corte de luz en Buenos Aires dejó al desnudo la realidad de la política nacional: desconexión con la ciudadanía, roscas partidarias, tensión entre dirigentes y un clima general de incertidumbre. Una metáfora literal y simbólica de un sistema al borde del cortocircuito.
Por Fernando Quaglia | LVSJ
El insólito motivo que llevó a postergar el cierre de listas de candidatos para las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires iluminó, paradójicamente, una metáfora perfecta de la política argentina: el perokirchnerismo bonaerense, al borde de la fractura, encontró en un repentino y extraño corte de energía eléctrica el salvavidas necesario para estirar definiciones y evitar un estallido interno de consecuencias inciertas. La unidad de esa facción -y tal vez su futuro- pende de lo que suceda en las urnas el próximo 7 de septiembre.
La escena, aunque real, parece sacada de un guion tragicómico: un corte de luz resuelve lo que la dirigencia no pudo. La “rosca” política bonaerense, plagada de candidaturas testimoniales y de personajes expertos en el “garrochismo” en todas las vertientes partidarias, dejó expuesta a una clase política centrada en sus propios intereses, profundizando el apagón de confianza ciudadana que amenaza con replicar el alto nivel de abstención observado en recientes elecciones provinciales.
Por cierto, la desconexión no se debe solo a los entresijos de las negociaciones por aparecer, sonrientes y con sobrecarga de promesas, en los afiches de campaña. Otros episodios que rozan el absurdo evidencian aquellos cortocircuitos. Por ejemplo, el reclamo epistolar de senadores nacionales kirchneristas a la vicepresidenta de la Nación para que no se permita el uso de los baños del Congreso a los efectivos de las fuerzas de seguridad y el entredicho tuitero de alta tensión entre el jefe de Gabinete, la ministra de Seguridad y el verborreico tesorero de la Asociación del Fútbol Argentino, originado en la vuelta de los visitantes a las canchas.
Fest que requiere lealtad
En este marco, los libertarios organizaron una “fest” en un hotel cordobés que se cerró con la habitual descarga verbal del presidente de la Nación. Asoma contradictorio realizar una fiesta para sentarse a escuchar a ideólogos que, con terminología bélica, plantean las líneas principales de las batallas que pretenden librar y que se asientan en algunos ámbitos definidos.
En primer lugar, el de la gestión de gobierno, centrado en la marcha de la economía, hoy con sobresaltos en varios frentes. También el cultural, impregnado de un lenguaje grosero, por momentos grotesco, con el que se aglutina la tropa. Un frente que combate los excesos a los que llegó el wokismo, pero que roza, peligrosamente, el apagón de los principios republicanos. Por último, el político - institucional, relacionado fundamentalmente con la necesidad de obtener un buen resultado en las elecciones de Buenos Aires en septiembre y en las nacionales en octubre. Ampliar el respaldo legislativo es la meta. Más necesaria que nunca luego de que el contacto con las bancadas dialoguistas quedó en penumbras por decisión propia. En este contexto, las refriegas internas del oficialismo quedaron expuestas en toda su dimensión. Tanto, que “el jefe” debió salir a aclarar que “la lealtad no es una opción, sino una condición” para los militantes. Sumisión incondicional al líder partidario y presidente y a su familia. Es decir, su hermana. Reminiscencias peronistas y kirchneristas. Verticalismo versión siglo XXI.
Por si faltase algo, apareció el nuevo embajador de Estados Unidos para embarrar más la cancha y reavivar aquello de “Braden o Perón”. El bucle temporal en toda su dimensión. Atrapada en estos ciclos repetitivos, la política profundiza su deterioro. Desconexión, cortocircuitos, tensión social y energía mal distribuida: las metáforas eléctricas se vuelven dolorosamente literales. Sombras más que certezas. Andar a tientas nunca es placentero.
Cuando los diarios se imprimían con la tecnología antigua, un corte de luz podía detener por horas la producción. Se enfriaba el plomo necesario para moldear los tipos de imprenta, las máquinas se detenían y el retorno a la normalidad laboral gráfica costaba tiempo y esfuerzo. Cuando esto sucedía, la llamada a la empresa proveedora del servicio contenía siempre la misma pregunta. Una demanda que hoy podría trasladarse al escenario político: ¿Es para mucho el corte de luz?