Comida, canto y cultura
La Buena Mesa, que comienza este viernes, es un verdadero enjambre de costumbres, comidas y melodías; una invitación al disfrute para toda la población de San Francisco y la región.
La Sociedad Rural vuelve a ser escenario de un festival que se ha ganado un lugar importante en el enorme listado de propuestas similares que se extienden durante el verano en la provincia de Córdoba. Se realiza este fin de semana el 16º Festival del Humor, la Buena Mesa y la Canción, en el que la música y la gastronomía se unen para ofrecer un grato momento a las familias de toda la región.
En esta ocasión, las colectividades de descendientes de inmigrantes de diversas latitudes volverán a ofrecer sus platos tradicionales y también estará presente nuestra propia cultura criolla con las agrupaciones tradicionalistas. Este verdadero enjambre de costumbres, comidas y melodías, es una invitación al disfrute para toda la población de San Francisco y la región.
El esfuerzo de los organizadores por garantizar la seguridad de los asistentes al festival quedó patentizado durante los días previos. Y es muy posible que esta preocupación aporte para que la alegría se viva en el predio de la avenida Cervantes, repitiéndose de esta manera el éxito de anteriores ediciones.
Pero además la fiesta que se vivirá en la Rural durante estos días permite mostrar una faceta vital de la cultura lugareña. Es que la alimentación es un hecho social que diferencia y une. Por paradójico que suenen los dos conceptos, en una comunidad formada por descendientes de inmigrantes esta contradicción se hace realidad, tanto en lo material como en lo simbólico. Es en la cocina de cada colectividad donde se concretan prácticas que forman parte de la herencia cultural propia: las recetas, las costumbres, los modos de cocción, los rituales a la hora de comer, son elementos esenciales que se transmiten de generación en generación.
La comida otorga identidad a un pueblo. La música hace lo mismo desde otro lugar. Cuando se unen en una propuesta rica como la que cada año nos ofrece nuestro festival, se pone de manifiesto el bagaje cultural que envuelve y da sentido a la vida en esta parte del país. Se renueva así la posibilidad de que las nuevas generaciones reconozcan el valor del aporte inmigrante y de su encuentro con el lugareño en una tierra que supo cobijarlos a ambos y que, generosa, le permitió obtener los frutos con los que luego forjó su particular idiosincrasia en materia gastronómica.
En tiempos en los que el mundo parece haber ingresado en otra etapa de cerrazón y de restricciones, bienvenida sea esta oportunidad para evocar aquella época abierta en la que el extranjero de buena voluntad se aquerenció por esta geografía y fue recibido con las manos abiertas. Si esto se consigue observar en la fiesta del fin de semana, se conseguirá solidificar la identidad de este pueblo. Porque no hay mejor manera de expresar la cultura propia que comiendo y cantando.