Fórmula 1
Colapinto, ese fenómeno que molesta
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En Argentina solemos vivir el deporte como una cuestión de vida o muerte. Si no se gana ya, se fracasa. Esa mirada reduccionista nos impide valorar el esfuerzo silencioso y la paciencia que exige cualquier proceso de alto rendimiento. Franco Colapinto, con apenas 22 años, ya está en la Fórmula 1, un lugar reservado para pocos. Y aun así, en vez de celebrar el logro, muchos lo cuestionan por no haber subido todavía al podio.
Si algo debería enseñarnos Colapinto es que el éxito no se mide en la inmediatez de un trofeo, sino en la capacidad de sostener un camino en el escenario más competitivo del mundo. Sin ir más lejos, Nico Hülkenberg, piloto alemán de 38 años, recién se subió a un podio este año, tras 239 carreras y 14 temporadas. La Fórmula 1 no es velocidad pura: es resistencia, maduración y constancia.
El camino hasta la Fórmula 1
Colapinto no llegó de casualidad. Se formó en los kartings de Pilar y a los 15 años ya estaba compitiendo en Europa, lejos de su familia y de las comodidades de casa. En 2019 fue campeón de la Fórmula 4 Española, un título que le abrió puertas en el viejo continente. Después brilló en la Fórmula Renault Eurocup y se ganó un lugar en el automovilismo de resistencia con podios en las European Le Mans Series.
Cuando le tocó subir a la Fórmula 3, Franco demostró que podía ganar en circuitos icónicos, frente a rivales con mayores recursos. Finalmente, en la Fórmula 2 confirmó todo su potencial con victorias que lo pusieron en la órbita de la academia Williams. Cada paso estuvo marcado por sacrificios y resultados, hasta que llegó lo que parecía imposible: un argentino en la grilla de la Fórmula 1.
Más que un piloto
Colapinto no solo alcanzó la cima, sino que lo hizo representando a un país con escasa infraestructura para formar pilotos de elite. Su presencia en la grilla es, de por sí, un triunfo que no debería subestimarse. Porque en la Fórmula 1 los resultados no dependen únicamente del piloto: cuentan la escudería, el presupuesto y la estrategia. Pretender que un debutante luche ya por victorias es desconocer la lógica de la categoría y, al mismo tiempo, condenarlo a una frustración temprana.
El verdadero problema
El problema no es Colapinto: es nuestra cultura del todo o nada. Como sociedad, exigimos que los atletas ganen de inmediato, sin comprender que los procesos deportivos requieren tiempo. Lo mismo ocurrió con Lionel Messi en sus primeros años con la Selección: se lo criticaba por no traer títulos, hasta que los trofeos lo blindaron de cualquier reproche. Hoy repetimos el mismo patrón con Colapinto, sin entender que su carrera recién comienza.
Quizás la enseñanza más grande que nos deja Franco no sea solo que un argentino volvió a la Fórmula 1. También nos obliga a preguntarnos si estamos preparados, como sociedad, para acompañar a nuestros deportistas sin devorarlos con la impaciencia. Porque en definitiva, la carrera más difícil que tenemos por delante no es la que corre Colapinto en la pista: es la que corremos nosotros contra nuestro propio exitismo.