Educación
Claudia Pioli: "Es muy difícil alfabetizar adultos, pero es muy gratificante"
Con 23 años dedicados a la educación de adultos, Claudia Pioli dejó el aula para dar paso a una nueva etapa en su vida. Tras jubilarse como directora de la Escuela Nocturna J. B. Iturraspe, se despidió de una labor que marcó su vida y la de cientos de alumnos en San Francisco.
Por María Laura Ferrero | LVSJ
"Es muy difícil alfabetizar adultos, pero es muy gratificante. Y cuando tenés esa sensación al ver que por primera vez pueden leer una palabra, cuando por primera vez arman una oración, es una cosa que te llena el alma". Con estas palabras, Claudia Pioli resume lo que ha sido su vocación durante los últimos 23 años al frente de la Escuela Nocturna J. B. Iturraspe.
El pasado jueves 20 de marzo, Pioli cerró un capítulo importante de su vida al tomar la licencia que la llevará a la jubilación, dejando atrás una trayectoria marcada por la lucha, la formación y la pasión por la enseñanza.
"Siento que me voy en un momento en el que todavía soy útil y está bueno eso también", afirma. Claudia se ha convertido en un referente indiscutido en el ámbito de la educación de adultos en San Francisco y la región, aunque ella prefiere no adjudicarse ese título. "No sé si soy un referente, pero sí, siempre me lo tomé muy en serio", dijo con humildad. Su compromiso la llevó a diferenciar la educación primaria común de la educación de adultos, apostando siempre por una pedagogía flexible y adaptada a las necesidades de cada estudiante.
"En la escuela primaria educamos para el futuro; aquí educamos para ayer, para hoy. Porque nuestros estudiantes ya están insertos en el mundo del trabajo, ya son padres, abuelos, y necesitan resolver problemas concretos, como leer una receta médica o calcular un presupuesto", explicó.
Desafíos y logros
Pioli estudió el profesorado siendo adulta. "Soy producto de la educación de adultos, en cierto modo", reflexionó. Con 35 años y tres hijos, terminó sus estudios en la Escuela Normal Superior Nicolás Avellaneda y se enfrentó a la desafiante tarea de alfabetizar a personas con realidades diversas. "Llegué a un aula con 14 hombres que no sabían leer ni escribir. Fue un mundo nuevo para mí", recordó.
A lo largo de su carrera, se capacitó en distintos métodos de alfabetización, como el de Paulo Freire y el cubano, para encontrar las estrategias más adecuadas para sus estudiantes. "No hay una fórmula mágica, cada persona tiene su propio ritmo y forma de aprender", afirmó.
Por eso, impulsó actividades que permitieran a los alumnos resolver situaciones de su vida diaria. Organizó charlas con médicos, especialistas del Inta, talleres sobre huerta familiar, y visitas a panaderías locales para aprender sobre producción y presupuestos. También promovió encuentros con profesionales que pudieran orientar sobre el uso de medicamentos, la comprensión de recetas o el manejo de documentación cotidiana. “No se trata solo de aprender a leer o escribir, sino de entender lo que se lee, poder llenar un formulario, pedir un turno médico o simplemente ayudar a un nieto con una tarea escolar”, explicó con convicción.
Uno de los principales desafíos fue luchar contra el estigma y la vergüenza que sienten muchos adultos al volver a la escuela. "Normalmente, cuando llegan creen que son los únicos en su situación y se sienten disminuidos. Pero cuando ven que todos están en la misma, se relajan y se crean lazos muy fuertes entre ellos".
Este enfoque práctico, acompañado de una mirada empática, hizo que muchos adultos encontraran en la escuela un espacio de contención y superación personal.
Impulsora de congresos
A lo largo de su carrera, Claudia organizó junto a su colega y amiga Sonia Zini importantes congresos sobre educación de adultos. "Sonia es parte de mi familia", dijo con emoción, destacando la importancia de haber trabajado juntas en la creación de espacios de debate y formación para docentes. "Entender la educación de adultos como un derecho y no como una segunda oportunidad fue siempre nuestro objetivo."
En 2008, organizaron un congreso sobre educación de adultos en San Francisco, con el apoyo del Consejo Internacional de Educación de Adultos (Icae). "Con el primer aguinaldo que cobré, financié la impresión de los certificados", recordó entre risas. La iniciativa creció y se convirtió en un espacio de referencia para docentes y especialistas del área.
Además, participó en congresos internacionales en lugares como Brasilia y Malmö, Suecia, donde pudo intercambiar experiencias con otros educadores y conocer nuevas metodologías. De estas capacitaciones se trajo conocimientos clave sobre modelos de enseñanza implementados en Japón, donde la educación de adultos está altamente estructurada y vinculada al desarrollo laboral y comunitario. "Siempre busqué aprender y traer esos conocimientos a mi escuela, porque en la educación de adultos todavía hay mucho por hacer", sostuvo.
Ejemplos de vida
A lo largo de su carrera, Claudia Pioli fue testigo de historias de superación que dejaron una huella imborrable en su memoria. “Había un alumno que ya falleció, Héctor Panero, que tenía una dificultad muy grande; iba con la mochila para poder respirar. No fue alumno mío directo, pero se había recibido unos años antes y luego se recibió de abogado”, recordó n emoción. Héctor regresaba cada año a la escuela para compartir su experiencia y transmitir confianza a quienes recién comenzaban. “Él había sido discriminado, pero pudo terminar el primario, el secundario y la universidad. Y venía a decirle a la gente que se podía.”
Otro momento que marcó a Claudia fue cuando un matrimonio decidió terminar juntos la escuela primaria. Ocurrió en 2011, poco después de su regreso de la conferencia en Malmö, Suecia. Ese año, los alumnos recibieron por primera vez notebooks, y la emoción fue inmensa. “No sabés la felicidad que tenía esa gente en ese momento por poder acceder a una compu por primera vez”, relató. Inspirados, organizaron una fiesta por el Día de la Tradición, que se convirtió en una costumbre anual entre las escuelas para adultos hasta que la pandemia interrumpió todo.
También se realizaron encuentros de educación física con otras escuelas del departamento San Justo. “Se creaba un ambiente lindo porque se conocían con gente de otro lado que también estaban luchando por ser alguien con un poco más de conocimientos y con más oportunidades.”
Claudia destaca que muchos adultos llegan a la escuela para cumplir un deseo postergado. “Tengo el recuerdo de una alumna de más de setenta años que completó el primario, hizo el secundario, atravesó problemas de salud y la pérdida de su esposo, pero lo logró. Para mí, es un ejemplo enorme.” La invitó a dar su testimonio en el acto por los 210 años de la Revolución de Mayo, y su historia inspiró a todos.
“El sueño por cumplir era terminar el primario. Muchas mujeres y hombres mayores llegan con esa espina clavada, porque en su juventud tuvieron que cuidar hermanos, salir a trabajar, o lidiar con otras responsabilidades familiares. Vienen con una historia de vida a cuestas.”
Sobre el rol del docente de adultos, Claudia es clara: “Hay que tener paciencia, empatía, ser un poco psicólogo, un poco madre, consejero y amigo. Estar con adultos es como sentarse a tomar un chocolate caliente con tu abuela. Hay que saber escuchar, dar cariño y reconocerlos”.
Recuerda especialmente a una alumna de más de 80 años, llevada por sus hijas — que son docentes y directoras— para que cumpliera su deseo de terminar la primaria. “No faltaba nunca, salvo por el frío o la tensión. Las ganas que traía eran impresionantes. Esas personas te dan fuerza.”
“Son muchas las noches en que salgo de la escuela, me subo al auto y antes de llegar a la esquina digo ‘gracias Dios porque fue una noche hermosa’. Ahí me siento realizada. Que me quedó mucho por hacer, sí. Que quedaron alumnos en el camino, también. Pero trabajamos con personas, con realidades. Y valoro muchísimo a las mujeres que dejan todo para venir a la escuela, por eso también cuidamos los horarios, para que puedan volver a sus casas a compartir la cena. Ese vínculo no se puede romper, porque si no, terminan cortando otra vez su trayectoria, y eso es lo que queremos evitar.”
Claudia Pioli se despide de la docencia, pero su legado seguirá presente en cada persona que pasó por sus aulas y descubrió, gracias a su pasión y compromiso, el poder transformador de la educación.
Agradecimientos
Al momento de hacer un repaso por tantos años dedicados a la educación de adultos, Claudia Pioli no duda en reconocer a quienes la acompañaron y fueron parte de ese camino. “En primer lugar, tengo que agradecer dentro de la comunidad educativa a mis compañeras, a las que tuve desde el principio: Vanessa, Gladys y Gustavo, que fueron el grupo con el que trabajé durante muchísimos años, hasta el 2020, cuando empezaron a jubilarse o irse a otros destinos”, expresa con gratitud. También menciona a su actual equipo: Karina y Juan Manuel, “dos personas con mucha responsabilidad, mucha entrega, mucha garra para trabajar”.
El reconocimiento se extiende a sus colegas de otras instituciones de la ciudad y del departamento y también agradece a quienes estuvieron en funciones de supervisión y en el sector administrativo: “A mis ex inspectoras Mimina, Alicia y Claudia, que me dejaron enseñanzas valiosas. Claudia, en particular, impulsó mucho el trabajo en nuestra modalidad desde su mirada de secundaria. Y ahora a Juan Cuaranta, que es nuestro flamante inspector y ya está acompañando con mucho compromiso”.
Y hace una mención especial a los miembros de la comunidad que siempre la asistieron cuando ella los necesitó y a los medios de comunicación de San Francisco: “Siempre me brindaron su apoyo cuando lo necesité. Nos ayudaron a visibilizar lo que hacíamos en la escuela, y eso fue muy valioso”.
Pero sin dudas, el reconocimiento más emotivo es para su familia. Claudia recuerda con cariño a su esposo, Aldo, quien falleció hace unos meses y fue su gran compañero de vida. “Cuando hicimos el primer congreso, mi nena más chica tenía 4 o 5 años y era la encargada de repartir los folletos. Era la estrella del congreso. Y Aldo era el cocinero de toda la gente que venía a ver las charlas, incluso al director general. A él le debo todo el agradecimiento porque fue quien me sostuvo mientras estudiaba, cuando teníamos una beba chiquita y tres chicos más entre el secundario y la primaria. Siempre hizo sacrificios a la par mía.”
Puede interesarte
También se emocionó al nombrar a sus hijos: “Fabiana; María Belén; Guillermo y Silvana. A ellos, a mi nuera, mis yernos y mis nietos, que son el sostén de cada día, que me preguntan siempre ‘mamá, ¿cómo te fue hoy?’ y que están en cada acto para hacer el aguante. Todo esto también es gracias a ellos”.
Finalmente, no olvida a las autoridades provinciales y municipales, “porque siempre nos apoyaron y estuvieron cerca”, ni a las directoras de la Escuela Hipólito Irigoyen donde funciona la nocturna: “Eugenia, Ana María y Karina Pérez, que junto con todo el cuerpo docente siempre nos hicieron sentir parte de la comunidad educativa, no una escuelita aislada que funciona de noche, sino parte viva de la escuela, con todas las letras”, finalizó.