El alma detrás del volante
Chofer de ambulancia: “No es solo manejar, llevás una vida atrás y un equipo confiando en vos”

En el Hospital Iturraspe, Pablo Besso es chofer de ambulancia y enfermero. Con diez años en los traslados interhospitalarios, cuenta cómo la tecnología transformó su trabajo y cuáles son los desafíos que enfrenta junto a su equipo en cada recorrido.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
Adentro, cada movimiento importa. Afuera, la ciudad sigue su curso. En el Hospital “J. B. Iturraspe”, Pablo Besso —enfermero y chofer de ambulancia— es una pieza clave en un engranaje silencioso pero vital: el de los traslados de pacientes entre centros de salud. Su labor comienza cuando se enciende la orden de traslado, con un llamado que pone en marcha una rutina de precisión, compromiso y cuidado.
A sus 54 años y con casi tres décadas en la salud pública, desde hace diez años conduce una ambulancia, y en su relato queda claro que no hay un solo traslado que no le deje huella. “Un día es normal hasta que suena el teléfono. Ahí todo cambia”, confiesa. Es en ese instante, cuando el tiempo apremia, la precisión puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
La modernización de las ambulancias, impulsada recientemente por el Gobierno de Córdoba, potenció aún más la calidad de la asistencia. El hospital recibió tres unidades de alta complejidad: dos para adultos y una pediátrica-neonatal, todas completamente equipadas. Para Pablo, esta incorporación no solo mejora la atención, también representa un reconocimiento tácito al esfuerzo de quienes, como él, viven al servicio del otro.
“Cuando empecé, colgábamos el suerito y lo manejábamos con una chapita, una ruedita. Hoy todo es más tecnológico. Las bombas programan la dosis exacta”, explica a LA VOZ DE SAN JUST0, dejando en evidencia cuánto ha cambiado la tecnología en estos años. Pero a pesar de los avances, hay algo que sigue intacto: el corazón que se pone en cada traslado.

La nueva generación de ambulancias cuenta con comunicación en vivo entre el equipo que va en ruta y los médicos que esperan en destino, un salto vital en efectividad. Las unidades tienen cardiodesfibrilador portátil, electrocardiógrafo, dispositivos de vía aérea avanzada y kits completos para traumas. En el caso de la unidad pediátrica, se suman incubadoras y equipamiento específico para neonatología. Todo está pensado para asistir de la mejor forma en el peor momento.
“Las satisfacciones... son cuando entregás al paciente y lo entregás bien, en condiciones. Para mí eso es fundamental”, resume Besso. Habla con orgullo, pero sin ego. Cada palabra está impregnada de equipo. “No es un logro mío, es del equipo que estuvo ahí”, dice al recordar uno de los días más difíciles de su carrera: el traslado de un bebé prematuro que, al llegar al destino, entró en paro. Años después, lo encontró en brazos de su madre en el hospital. “Eso te llena el alma”.
La responsabilidad, la presión, la adrenalina. Todo eso convive en cada jornada. A veces, incluso más allá de los límites de lo razonable. “Cuando sabés que el paciente está grave, también querés estar al lado del médico o la enfermera. Pero tu responsabilidad es otra: llegar al destino lo mejor y más rápido posible”, asegura.
Los desafíos no terminan con un motor detenido. Hay emociones que se quedan. “Lo más difícil es cuando no volvés con el paciente”, dice con la voz baja. Y aunque no cubren emergencias en vía pública, cuando deben hacer traslados interhospitalarios posteriores a un accidente de tránsito, todo el sistema se activa. “La adrenalina es al 100%, pero estamos capacitados y con el grupo que tenemos, lo llevamos bien”.
Su mirada sobre el oficio es clara. “Te tiene que gustar mucho. Y lo esencial es capacitarse. Porque te puede gustar, pero si no te capacitás, te quedás”, afirma, subrayando el valor de estar al día, más aún con vehículos más complejos y pacientes delicados.
“Cuando vi al bebé prematuro que habíamos trasladado en brazos de su mamá, entendí por qué hacemos esto”
Durante varios años, la provincia ofreció capacitaciones anuales en manejo de ambulancias. También un servicio privado trajo profesionales de Córdoba para formar a los conductores en conducción segura y eficaz. Esa formación, sumada a su experiencia como enfermero, lo posiciona como un referente dentro del equipo. Además, es el encargado del mantenimiento de las unidades, una tarea invisible pero esencial para que cada salida se concrete sin fallas.
“Hoy estoy abocado exclusivamente al manejo de la ambulancia. Antes hacía cuidados a domicilio, pero con la demanda que hay en el hospital, lo dejé”, comenta. Y ese “abocado” se traduce en horas de guardia, en salidas nocturnas, en cumpleaños interrumpidos. “Cuando estás de guardia, no hay horarios. A veces estás en un cumpleaños, una fiesta, y te llaman. Estamos 24/7 a disposición”, dice, y se ríe con resignación.

“Los avances tecnológicos cambiaron todo, pero lo esencial sigue siendo el compromiso”
En ese trajín, su compañera de vida también forma parte del engranaje. Su esposa trabaja en el área de Pediatría del hospital. “Empezamos los dos en salud”, cuenta, casi como si la vocación fuera parte de un pacto familiar. En su hogar, el sacrificio está entendido, compartido y aceptado.
El trabajo del chofer de ambulancia muchas veces es invisible. Pero sin él, ningún sistema funcionaría. Son quienes atraviesan calles, rutas, madrugadas. Quienes enfrentan el tránsito, los baches, los imprevistos. Quienes llevan en su cabina no solo a un paciente, sino también una historia, una posibilidad, una esperanza.
"La gente a veces reconoce el trabajo que hacemos. Y eso, eso es lo que más satisfacción da”, manifiesta Pablo, sin grandilocuencias. Lo dice quien ya forma parte de la historia silenciosa de tantos que, al borde de lo irreversible, encontraron en una ambulancia en marcha una nueva oportunidad.
En cada kilómetro recorrido, en cada sirena encendida, hay un profesional como él que elige no rendirse. Porque hay vidas que dependen de llegar a tiempo. Porque en un mundo donde todo cambia, la vocación sigue siendo el motor más potente.