Chocolates de San Francisco que se saborean en todo el país
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Estación La Finca es un emprendimiento que nació en 2006 en San Francisco. El éxito de su fórmula los catapultó a marcar tendencia en el país. Sus propietarios, Gerardo y Natalia Colombatti, "disfrutan" cuando otros sanfrancisqueños comentan que encontraron sus productos en diferentes partes de Argentina.
Gerardo y Natalia Colombatti, padre e hija, son propietarios de Estación La Finca, la fábrica de chocolate artesanal de San Francisco, emprendimiento que nació en 2006. Si bien llevan once años comercializando sus productos a todo el país, reconocen que "la ciudad siempre es el primer cliente".
El sol pega fuerte y la humedad es agobiante en San Francisco. Los enormes marcos de madera que separan la vereda de la propiedad privada ceden para recibir a LA VOZ DE SAN JUSTO. Es que en el Parque Industrial, las fábricas presentan su propia impronta. Allí, entre sus múltiples rincones, lo que menos se podría pensar es hallar una tranquera.
Estación La Finca no es una fábrica común sino que tiene su toque artesanal en el medio de una población industrializada. Al cruzar la puerta, la fragancia inconfundible del chocolate ambienta el inicio de la entrevista.
"Nació con mi mamá - Rosa Seveso - y mi papá - Gerardo-, esto era un proyecto independiente de confitería La Palma, cuando ella falleció hace dos años fue difícil porque esto tiene toda su impronta, era muy perfeccionista y seguimos trabajando con esa línea", comenta Natalia mientras sostiene a su pequeño hijo Felipe en brazos.

Gerardo y Natalia Colombatti, padre e hija, son propietarios de Estación La Finca
La pasión como herencia
Gerardo describe: "En los '80 empecé a incursionar en el tema del chocolate cuando estaba en La Palma. Investigué y fui creando nuestra fórmula y trabajos. En 2006 surge la idea de crear algo específico y salir a vender al país".
También confiesa que de todas las actividades que realizó y todavía emprende el chocolate es su "pasión".
En ese instante, casi por instinto, mientras acuna a su nieto, mira cariñosamente a Natalia: "Ella también lo siente, es por herencia". Será por eso que no cuentan el tiempo que pasan dentro de la empresa: "Después de hora siempre nos ponemos a probar cosas nuevas e innovar", aseguran a dúo. Es el momento donde perfeccionan los productos ya en el mercado pero además "experimentan" con una máquina que imprime diseños sobre el chocolate.
De la ciudad al país
"Colocamos productos en la costa, en ciudades principales de Buenos Aires como Tandil, Chivilcoy", enumera Gerardo. En el sur del país, también los chocolates sanfrancisqueños se destacan en El Calafate y en el oeste en Villa Mercedes.
El verano no es la excepción: "Tenemos buenas ventas en la costa en Villa Gesell, Pinamar, Mar del Plata, Las Gaviotas, Necochea", resume Natalia.
Dentro de la provincia de Córdoba -agrega la joven- son muy requeridos por los turistas en Villa General Belgrano, cuna de este tipo de productos en el interior.
"Estas vacaciones de invierno armamos un tren de chocolate para un negocio que lo puso en la vidriera, nos comentaron que eso les aumentó las ventas. Toda la gente se sacaba fotos porque llamaba la atención", explicaron.
El catálogo de ventas incluye bombones, chocolate artesanal, en rama, figuras, chupetines, entre otros.

No hay secretos
"Tenemos que trabajar, tener materia prima de primer nivel. A nosotros nos gusta y experimentamos, hay algunas cosas que llevan muchísimo tiempo para lograr que estén bien. A veces toma más de un año porque a esto se suma la parte legal", comentan.
Otro valor agregado que tienen es la fabricación y certificación como "productos libres de gluten" y ahora están en la última fase de aprobación para comercializar "chocolate sin azúcar y con bajas calorías, que es prácticamente idéntico al común".
Dos generaciones
"Mi papá me fue enseñando y me gustó. Siempre estoy aprendiendo y metiéndome en cosas nuevas", dice Natalia, asegurando que ambos encararán un proyecto para ofrecer "productos en color".
"Cuando arrancamos con los huevos de pascua y le enseñé a decorar, ella usaba la manga como si lo hubiera hecho desde siempre", puntualiza Gerardo.
Para los Colombatti por delante quedan muchos lugares donde ir y kilómetros por recorrer para llevar sus exquisiteces.
La entrevista se consume casi como un chocolate de La Finca. La historia del negocio va llegando a su fin en boca del propio Gerardo, primera generación de la familia que ya sumó a la segunda -con su hija- y seguramente imagina a Felipe, quien se duerme en su regazo, junto a su hermana Juana creando en un futuro mundos de chocolate artesanal.
