Historias de Liga
“Chirripo" Sánchez: “En la Liga logré todos los sueños que puede tener un jugador”
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Del pibe que soñaba con debutar en la primera del “Cultural” de Arroyito al hombre que pasó 20 años adentro de la cancha y otros tantos en el banco, Cirio “Chirripo” Sánchez es una de esas caras que explican lo que significa la Liga Regional de San Francisco. Goleador oportunista, enganche de potrero y símbolo de pertenencia, llevó siempre los colores del “Cultural” pegados a la piel.
Nació en 1964 y empezó a jugar al fútbol a los 10 años, cuando todavía no existía el “baby” tal como se lo conoce hoy ni había un esquema de inferiores organizado. “Yo hice todo en el Cultural de Arroyito. En esa época jugábamos campeonatos en los pueblos vecinos y recién en juveniles entrábamos a la Liga”, recuerda. En ese mundo de canchas de tierra y viajes cortos empezó a forjarse el “Chirripo” que después sería referencia obligada en la región.
El debut en primera llegó a los 18, con la camiseta que había soñado desde chico. Arrancó como volante central, creativo, pero el tiempo lo fue empujando unos metros más adelante. “Cuando era chico jugaba de cinco, después terminé de enganche, media punta. Hacía muchos goles. No tengo las estadísticas, pero debo ser uno de los goleadores históricos del club”, se anima. No era grandote, pero tenía esa mezcla de viveza y olfato que hace eternos a los delanteros de área.
Entre 1986 y 1996 el Club Deportivo y Cultural Arroyito vivió una década dorada y Sánchez fue protagonista central. El equipo jugaba la vieja Zona Oeste, en una ruta de clásicos que unía Arroyito, La Francia, El Tío, Colonia Tirolesa, Río Primero y algún cruce con Santa Rosa. “Acá había diferencias. En lo físico estábamos mejor que otros pueblos y el Cultural era el equipo a vencer. Casi siempre salíamos campeones o subcampeones de zona”, cuenta. Pero el gran objetivo, del que se hablaba en cada vestuario, tenía nombre propio: el Absoluto.
El sueño se les dio dos veces, en 1990 y en 1996, años que quedaron tatuados en la memoria de “Chirripo”. “Salir campeón del Absoluto ya es muy difícil. Nosotros lo ganamos dos veces y en las dos finales hice goles”, dice, todavía con orgullo. El primer Absoluto llegó un el 23 de diciembre del ´90 luego de derrotar 5 a 1 a Porteña Asociación Cultural en Devoto en tiempo suplementario. En los 90 habían empatado en 1. Cirio entró en el complemento y marcó 3 goles en una jornada que quedó marcada por un partido digno de una película norteamericana porque tuvo de todo: goles, expulsiones (3 en Porteña) y mucho público de ambas facciones. El segundo título lo obtuvo en Morteros el 1 de diciembre de 1996, cuando le ganó a 9 de julio por 3 a 1, “Chirripo” fue el artífice del segundo grito. Aquellas definiciones contra los gigantes de la zona norte eran, para ellos, la medida real de su nivel. “Queríamos ir a jugar contra los mejores. Para crecer tenés que competir con los mejores”, repite como una consigna.
La cancha del Cultural fue su casa hasta el final: se retiró ahí, alrededor de los 36 años, con sólo dos paréntesis en su carrera, ambos en El Trébol de El Tío. En 1993 y ya sobre el cierre de su etapa como jugador, el club de la vecina localidad lo fue a buscar junto a otros compañeros de Arroyito. “Fui dos veces al Trébol, pero siempre volví. Mi lugar era el Cultural”, resume. En total, entre inferiores, juveniles y primera, pasó más de dos décadas dentro del mismo vestuario.
Cuando colgó los botines, la Liga no lo dejó irse tan fácil. Un año después ya estaba sentado en el banco como técnico de la primera del Cultural. Dirigió cuatro temporadas seguidas, de 2004 a 2007. En 2005 rozó el campeonato: fue subcampeón en una definición que quedó en manos de San Bartolomé, dirigido por Carlos Mazzola. “Esa es la espina que me quedó: no haber podido salir campeón como técnico en mi club”, admite.
Después llegó el turno de cruzarse de vereda en una de las rivalidades más fuertes de aquellos años: Pueblos Unidos de La Tordilla. “Siempre fue un clásico tremendo con el Cultural”, admite. Primero fue rival directo de Mario Signorelli adentro de la cancha y, más tarde, colega en los bancos de suplentes. En La Tordilla dirigió tres temporadas consecutivas, de 2009 a 2011, y allí sí pudo gritar campeón: ganó un título de reserva y el campeonato de zona con la primera. Más tarde pasaría por Deportivo Balnearia, Sarmiento de Santiago Temple, el Cultural de La Francia y el 24 de Septiembre de Arroyito.
“Jugué 20 años y estuve casi otros 20 dirigiendo. Soy de la Liga Regional, los más grandes me conocen seguro”, se ríe. Si tiene que elegir, no duda: se queda con el jugador antes que con el entrenador. “Como técnico me apasionaba preparar los partidos, pero como jugador definís muchas cosas vos. La adrenalina de jugar es distinta”, explica. Aun así, siente que en los dos roles cumplió un ciclo completo: ganó campeonatos de zona, dos Absolutos como futbolista y levantó copas como técnico.
El vínculo con el Cultural excede lo deportivo. “Es el club de mis amores, donde viví todo lo máximo cuando era joven. Fui jugador, técnico e hincha. Fui muy representativo del club”, dice. Ese sentido de pertenencia, ese apego a los colores, es algo que cree que hoy se ve menos. “Antes era lo único que teníamos. Queríamos jugar en la primera de nuestro pueblo y salir campeones ahí. Hoy hay muchos más campeonatos, más opciones, los chicos se van de un club a otro. El sentido de pertenencia era mayor antes”, analiza.
También influyen, para él, los cambios económicos y el avance de las cooperativas y mutuales que sostienen a varios clubes de la Liga. “El poder económico hace la diferencia. Pasa en el fútbol profesional y pasa en la región. Si te contratan en un club donde además te dan trabajo, es difícil competir con eso”, señala. Por eso defiende con fuerza la idea de que exista una categoría A y una B bien marcadas, con los equipos más fuertes midiéndose entre sí.
Aun así, celebra que en algunos rincones la vieja mística siga viva. Ve con buenos ojos el renacer de La Milka y ese clima de barrio que recuperó el club. “Es hermoso cuando ves que todo el barrio va a la cancha, que viajan juntos, que se respira fútbol amateur, de potrero”, destaca.
Hoy, a los 61, “Chirripo” está casi retirado de los bancos, más cerca de la familia que de las prácticas nocturnas. “Hace dos o tres años que no hago nada. Uno se cansa”, reconoce. Pero su nombre sigue ligado a la historia grande del fútbol regional: goles decisivos en finales absolutas, vueltas olímpicas con el Cultural y con Pueblos Unidos, décadas enteras recorriendo canchas de tierra y de césped. “En la Liga logré todos los sueños que podía tener un jugador y un técnico. Para mí, eso ya es muchísimo.”
