Censo, información esencial para el futuro
El conocimiento de la realidad de los hogares argentinos permitirá elaborar estadísticas que deben ser el basamento para la toma de decisiones. Habrá que advertir que esa información no es propiedad de quienes administran el Estado. Debe ser difundida por el gobierno con la mayor precisión y claridad posible.
"Hoy nos encontramos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas. Es la información, no las cosas, la que determina el mundo en que vivimos". La frase pertenece al filósofo surcoreano Byung Chul Han y es la síntesis de la tesis que defiende en su libro "No cosas", en el que intenta retratar el poder que ha alcanzado la información en la vida de cada ser humano.
La cita adquiere característica de pertinente en el día en el que la Argentina vuelve, luego de 12 años, a llevar a cabo un censo nacional. Lejos quedó aquel 27 de octubre de 2010 en el que el operativo censal quedó opacado por el fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner.El objetivo del censo es llegar a más de 15 millones de hogares y 45 millones de personas, es decir, a todos los habitantes del país incluidas poblaciones de difícil acceso. Esto permitirá conocer cuántos habitantes tiene Argentina, dónde viven y cómo lo hacen, en base a preguntas sobre actividades económicas, condiciones de vivienda, identidad sexual, reconocimiento étnico, entre otras cuestiones.
Semejante caudal de datos es vital para entender la realidad actual. Lejana parece situarse la información que se recabó en aquella ocasión. Por lo tanto, se hacía imprescindible concretar otro censo que permita recolectar este insumo central para determinar cursos de acción que modifiquen la realidad que vivimos.
De eso se trata un censo. De conseguir información valiosa para fortalecer e implementar políticas públicas a partir de las evidencias que se registren en el terreno y no desde las entelequias que pueden forjar los fanatismos ideológicos. Un operativo como el que hoy vivirá la Argentina recaba información demográfica y socioeconómica que determina indicadores de desarrollo, permite hacer estimaciones de numerosas variables relacionadas con la población, con su nivel de vida, su educación y las distintas realidades que se pueden verificar en regiones o localidades.
Sin información correcta, la toma de decisiones se dificulta. Esta afirmación se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida de una persona. Mucho más para un Estado, sea del nivel que fuere, que tiene la obligación de planificar acciones para prestar sus servicios y mejorar la calidad de vida de su población.
El ejercicio responsable de la ciudadanía implica, en este caso, atender al censista y responder el cuestionario. Muchos hogares ya lo han resuelto a través del censo digital que permitirá, es de esperar, la agilización del procesamiento de los datos volcados por la población y disponer en corto tiempo de la información que ponga claridad en varios aspectos de la vida nacional.
El conocimiento de la realidad de los hogares argentinos permitirá elaborar estadísticas que deben ser el basamento para la toma de decisiones. Habrá que advertir que esa información no es propiedad de quienes administran el Estado. La historia argentina muestra a numerosos gobernantes que decidieron a no poner en la vidriera la información disponible. La información que proporciona la ciudadanía es de su propiedad. Y debe ser difundida por el gobierno con la mayor precisión y claridad posible para que pueda ayudar también en los ámbitos de la actividad privada. Además, porque la esencia misma de la información así lo exige. La censura, la ocultación es ajena a su naturaleza. La historia demuestra la gravedad social que supone el retaceo o la negativa de difundir datos que deben ser públicos siempre.
"La información silenciosa es un oxímoron", afirma Chul Han.