Entrevista
Cecilia Minetti: “Nunca me dejé vencer por la enfermedad, ganó mi espíritu por la vida”
Cecilia compartió su lucha contra una meningitis bacteriana que casi le cuesta la vida. Tras un proceso de recuperación que incluyó reaprender a caminar y hablar, regresó a su trabajo en el Ipet 50. Su historia es ejemplo de resiliencia y esperanza.
La vida de Cecilia Minetti (49) dio un giro inesperado en abril de 2023, cuando un dolor que parecía común terminó siendo el comienzo de una lucha que pondría a prueba su fortaleza física y emocional. Cecilia estaba acostumbrada a vivir una vida plena y activa. Docente en el Ipet 50 “Emilio F. Olmos”, participaba en actividades extracurriculares, hacía teatro, iba en bicicleta y tenía una rutina social que la mantenía ocupad. Sin embargo, una molestia fuerte en la zona lumbar le indicó que esta vez algo no estaba bien.
"Era un dolor muy intenso, no era el habitual. Había tenido problemas en la columna cervical, pero esta vez fue diferente", explica Cecilia mientras recuerda los primeros días de su enfermedad. A finales de abril, cuando el dolor persistió, decidió ir a la guardia del Sanatorio San Justo. Lo que parecía una molestia común pronto se transformó en una emergencia médica. Unos días después, el 1 de mayo, Cecilia fue internada de urgencia en el Hospital “J. B. Iturraspe”, donde el diagnóstico sería muy duro: meningitis bacteriana, una enfermedad sumamente peligrosa, con una alta tasa de mortalidad.
"Recuerdo poco de ese período. Estuve en coma durante varios días y no me enteré de nada. Fue todo muy rápido", comentó la vecina de San Francisco. La meningitis bacteriana no solo afectó su cerebro, sino que también causó hidrocefalia, lo que obligó a los médicos a intervenir quirúrgicamente para colocarle una válvula. En ese momento, Cecilia ya no podía moverse ni hablar, su memoria estaba completamente afectada y los pronósticos eran inciertos.
Lo que siguió fue una serie de semanas entre la vida y la muerte. Cecilia fue trasladada a Córdoba, donde se le practicaron los procedimientos necesarios. Su familia, con mucho miedo, pero con una fe inquebrantable, esperaba un milagro.
"Yo no me enteré de nada de todo lo que pasó en ese tiempo. Cuando desperté, me dijeron que había estado al borde de la muerte. Los médicos me dijeron que fue un milagro, no recordaba nada, no podía hablar, no podía moverme. Estaba completamente desconectada de la realidad", relató.
La recuperación de Cecilia fue un proceso largo, lento y doloroso. Al salir del coma, no solo perdió la capacidad de moverse, sino también de recordar, de controlar sus esfínteres y de realizar actividades cotidianas que antes le resultaban simples. "Mi memoria era un vacío absoluto, y para empezar a recordar tenía que hacer un esfuerzo gigantesco", señaló. En ese momento, su vida ya no se trataba solo de sanar, sino de aprender de nuevo todo lo que había dado por sentado: caminar, hablar, recordar, moverse, hasta el simple acto de vestirse.
Su camino hacia la rehabilitación comenzó en el Instituto Modelo de Rehabilitación (IMR) de Unquillo, donde fue internada por dos meses. "Cuando llegué a la clínica no podía hacer nada. No podía caminar, no podía hablar, tenía que usar pañales. Para mí, todo eso fue como nacer de nuevo", contó Cecilia.
"Tuve que empezar desde cero. Los primeros días fueron muy difíciles porque estuve sola. No sabía qué me había pasado, y la soledad me pesaba mucho. Extrañaba a mi familia, el contacto con la gente", destacó la preceptora de la “EFO”.
Lo que marcó la diferencia durante su recuperación fue la fuerza interior que siempre la caracterizó. "Desde que era pequeña, siempre me dijeron que tenía una gran capacidad de seguir adelante. A pesar de todo lo que me pasó, nunca me dejé vencer", aseguró con una sonrisa. Para ella, la clave fue el apoyo de su familia. "Mi pareja se fue a vivir a Unquillo en una casilla rodante, y todos los días me visitaba en la clínica. Eso fue un gran impulso para mí", recordó.
Con la ayuda de un equipo multidisciplinario compuesto por psicólogos, kinesiólogos, traumatólogos, fonoaudiólogos y nutricionistas, Cecilia comenzó un proceso de rehabilitación intensivo. "Cada día era un desafío, pero todo se hacía con disciplina. Tenía que aprender a caminar, a mover los brazos, a hablar. Cada pequeño avance era una victoria", relató.
La conexión con los profesionales de la salud fue fundamental, y Cecilia se muestra profundamente agradecida por la atención que recibió. "Ellos no solo me ayudaron físicamente, sino que también me dieron fuerzas para seguir adelante", comentó.
El primer contacto con su familia fue un momento crucial en su recuperación. "Cuando me dijeron que podían venir a visitarme, no lo podía creer. Ver a mi familia fue tan importante. Para mí, esa fue la primera señal de que podía salir adelante", declaró Cecilia. La relación con sus hijos y su pareja, que fueron su pilar, se fortaleció aún más durante esos días difíciles.
Después de varias semanas de rehabilitación, Cecilia logró dar sus primeros pasos. "Fue una sensación indescriptible. La primera vez que caminé, aunque fuera unos pocos metros, fue un gran logro", afirmó. A pesar de las secuelas que la meningitis dejó en su cuerpo, Cecilia continúa con su proceso de recuperación. "La rodilla derecha quedó gravemente afectada por la meningitis. Tenía artrosis desde los 30 años, pero la falta de movimiento durante meses hizo que la situación se complicara", señaló. La movilidad en su pierna es limitada, y aunque no puede caminar con la agilidad que tenía antes, se muestra agradecida por los avances que ha logrado.
Su regreso a la “escuela del trabajo” fue un momento cargado de emociones. "Volver a la escuela fue complicado. Estuve casi un año fuera, y no solo extrañaba a mis compañeros y a los alumnos, sino también la rutina que tenía, las actividades con los chicos. Fue una mezcla de sentimientos. Estaba feliz de regresar, pero al mismo tiempo me costaba", confesó. Sin embargo, el reencuentro con los estudiantes, con quienes comparte un vínculo cercano, fue una de las motivaciones más grandes para seguir adelante. "Ver a los chicos, conversar con ellos, me dio la energía que necesitaba", afirmó.
Hoy, después de meses de terapia física, kinesiología y rehabilitación acuática, Cecilia sigue mejorando. "Ahora puedo subir y bajar escaleras, caminar con más seguridad. Aunque no es como antes, sigo avanzando", dijo con optimismo. El apoyo de sus compañeros, quienes la acompañaron durante todo el proceso, también fue clave. "Ellos siempre estuvieron ahí. Me llamaban, me escribían, me mandaban oraciones. Eso me dio mucha fuerza", manifestó.
Hoy, Cecilia es una inspiración para todos los que la conocen. Su lucha, su resiliencia y su gratitud por la vida son un ejemplo de fortaleza. "La vida continúa, aunque a veces uno no lo vea así. Siempre hay algo por lo que estar agradecido, y yo lo estoy por todo lo que he aprendido en este proceso. En mi ser primo el espíritu de la vida", concluyó.