Cacho Asttegiano, el Watson del doctor Vignolo, se jubila después de 25 años

El eviscerador forense cumplió 65 años y decidió jubilarse. Trabajó durante un cuarto de siglo junto al médico en la morgue. Siempre prolijo, ordenado y metódico, al mejor estilo del personaje de ficción policial.
Por Stefanía Musso | LVSJ
"Este saco negro me acompañó siempre, en cada momento", dijo Esteban "Cacho" Asttegiano que se acomoda la prenda que le devuelve una imagen de seriedad y presencia. Con él fue a trabajar 25 años a los Tribunales de San Francisco, pero también lo acompañó a cada lugar junto al médico forense Mario Vignolo en su extensa carrera.
Hoy lo usa solamente para la foto, porque decidió sacárselo y empezar a disfrutar de su jubilación como eviscerador forense del Poder Judicial de la provincia de Córdoba, tecnicatura que estudió con mucho esfuerzo a sus 42 años.
En medio de la pandemia por el coronavirus, "Cacho", como todos lo conocen, decidió dejar el mundo de los "muertos" para comenzar a vivir una vida más relajada y sin urgencias. "Fueron muchos años de no dormir bien, de no poder descansar por miedo a que me llamaran de urgencia porque para hacer esto, hay que tener vocación y respeto. La única vez que pedí que no me llamaran fue cuando se casaron mis hijas Laura y Cecilia", expresó el hombre.
Está tranquilo pero emocionado. "Me da felicidad que la gente me quiera tanto pero es momento de los jóvenes y que ellos cumplan su meta".
El asistente
Cacho tuvo siempre un rol primordial en su trabajo. Era el asistente del forense, el que dejaba todo preparado para que el profesional se adentrase en la historia de un cadáver. "A veces, me decían que llegaba antes que el muerto. Pero tenía que dejar todo listo para cuando llegara el médico, preparar el instrumental, luego el cadáver y ayudar en la autopsia además de sacar las muestras".
Todo eso lo hizo durante 25 años con Vignolo. "Siempre fuimos dos, pero él era el doctor Vignolo y yo el señor Asttegiano. Mario para mí es más un hermano, es parte de mi familia. Solo fuera de la morgue o la oficina, era Mario sino siempre el doctor Vignolo. Aprendí muchas cosas, pero principalmente de ética y respeto por los muertos. Mario siempre hacía la señal de la cruz a los muertos y si era un niño, rezábamos un Padre Nuestro para que su alma se vaya al cielo y sea protegida por Dios".
Asttegiano también quiso agradecer por su apoyo a todo el Equipo de Medicina Forense de los Tribunales, que además del jefe Vignolo, está integrado por Mariano Pispieiro, subjefe de Medicina Forense, y Luis Cornaglia, médico siquiatra forense.
Con los zapatos del doctor Pérez
Capítulo aparte merece el vestuario de Cacho. El saco negro fue solo prólogo de este eviscerador forense. Para cada autopsia o exhumación, este asistente se calzó unos zapatos blancos que resguardan historia. Son los que heredó del doctor José Fernando Pérez.
"En 1992, el doctor decidió dejármelos y me calzaban a la perfección. Los usé hasta mi última autopsia el 15 de marzo pasado".

En plena tarea de exhumación con los zapatos blancos del doctor Pérez, unas reliquias que lo acompañaron por décadas.
Este calzado está en la morgue del Hospital J. B. Iturraspe, pero son una reliquia que los guardará como un tesoro por el resto de su vida. "Los pinté, los arreglé, los cuidé. Me acompañaron hasta el final", explicó el eviscerador.
Ser eviscerador
Aunque Cacho era asistente en anestesiología y conocía los secretos de lo forense, siempre quiso superarse y ser alguien en ese mundo tan particular, el de los muertos."Yo le decía a Mario que quería un título y el averiguó que había una extensión áulica de la Universidad del Litoral para ser eviscerador forense".
Cacho tenía 42 años cuando empezó a estudiar. Fueron tres años en el que el sanfrancisqueño viajó cada fin de semana para obtener su título. "Volver a estudiar me dio mucha felicidad porque volví a ser como un adolescente con ganas de estudiar, algo que no tenía cuando era joven".
"Fui a cursar en una época en que mis hijas también estaban estudiando, una en la universidad (Laura) y otra en el secundario (Cecilia). Quería darle el ejemplo a las chicas de hacerlo con ganas sin importar la edad", expresó Cacho.
"Cuando les decía que trabajaba con Vignolo, los chicos me hacían muchas preguntas. Parecía que era yo el profesor", bromeó el ayudante
Junto al doctor Vignolo, su jefe durante 25 años en el área de Medicina Forense de Tribunales de San Francisco.
Un buen alumno
Cachito no siempre fue de los más aplicados con los libros, pero sin dudas, su capacidad le permitió siempre superarse y lograr cada objetivo. "Siempre quise ser médico y aun teniendo todas las posibilidades económicas de estudiar y contando con el apoyo de mis padres, yo no era el más dedicado", confesó el entrevistado.
Sin embargo, la vida pudo darle oportunidades. "Me tocó el número 932 del sorteo del Servicio Militar Obligatorio y mi destino era la Escuela Naval Argentina. Me fui a La Plata, elegí la carrera de ayudante en anestesiología y un día preguntaron quién quería ser enfermero, y levanté la mano. Yo no era enfermero, jamás había puesto una vacuna pero lo hice igual".
Cacho tuvo la oportunidad de capacitarse en Enfermería en Río Santiago en Ensenada. "Allí éramos 15 alumnos y por mi calificación tuve la posibilidad de quedarme en el hospital de Río Santiago para poder ejercer como técnico anestesiólogo".
La elección por la anestesiología no fue al azar. "Susana - su esposa y por entonces novia que trabajaba en la Clínica Regional del Este-, me dijo que elija esa carrera para poder trabajar en San Francisco. Tuve suerte, porque pude volver a la ciudad con un nombramiento de la Armada Argentina como enfermero en el Servicio Penitenciario Nº7 de nuestra ciudad cuando aún estaba en 1º de Mayo y Paraguay".
Con una oportunidad laboral en la
Regional, en 1976, Cacho dio sus primeros pasos como ayudante en Anestesiología
de la Clínica Regional del Este junto al doctor Ricardo Druetta. Allí, trabajó
hasta 1994 cuando llegó la oportunidad de asistir a la primera autopsia.
Con la falta de profesionales y ayudantes, el doctor Carlos Cornaglia le pidió ayuda para hacer una autopsia. "El me conocía de trabajar juntos en cirugía. Yo le respondí que estaba preparado para trabajar con los vivos, no con los muertos, pero me necesitaba con urgencia porque solo no podía trabajar".
"Mi primera autopsia fue un suicidio y recuerdo lo mal que me sentí porque cuando estábamos haciendo la evisceración, Cornaglia tocó el esófago y se escuchó un sonido. Pensé que estaba vivo. Le dije que esa era la última vez".
A pesar de la mala experiencia y la negación, Cacho volvió. "La segunda vez que me fui no me disgustó tanto y seguí haciéndolo".
Con el título de eviscerador forense, el hombre decidió que era momento de despedirse de los muertos. "Es hora de vivir mi vida, de dormir tranquilo, de guardar el saco. Pero si hay una exhumación, que me llamen", concluyó Cacho.
El compañero ideal
Siempre prolijo, ordenado y metódico al mejor estilo del personaje de ficción policial, John Watson. Un hombre que fue el complemento perfecto al desorden y las formas disparatadas de Vignolo, quien puede ponerse definirse como el Sherlock Holmes local.
Entre ellos nació una complicidad y amistad que perduró en todos estos años. Vignolo con respecto a esta relación afirmó: "Cacho era mi ladero. Éramos como Shelock Holmes y John Watson, y es claro saber quién era quien", dijo con su picardía.
"Por su presencia siempre impecable y elegante, parecía que él era el médico y yo el ayudante. De hecho, en muchos lugares nos confundieron porque yo siempre fui menos presentable", recordó el profesional.
El médico forense no reparó en los elogios para su asistente en la sala de autopsia. "Cacho siempre fue una persona responsable y ordenada, todo lo contrario a mí y por eso nos complementamos tan bien como equipo y ahí radica el secreto de los grupos; en el complemento y no en la igualdad de las personas".
"Cada vez que llegaba a una autopsia, tenía todo listo para trabajar. Me va a costar estar sin él y aunque se jubiló, ya me dijo que le avisara si hay alguna exhumación", remarcó el entrevistado.
Para Vignolo, "es una mezcla de hermano y padre. Empezamos a trabajar juntos el mismo día, hace 26 años en la ciudad y por eso, tenemos una vida juntos de trabajo en Tribunales de San Francisco".
"Crecimos juntos y por su ejercicio, necesitaba que se forme y capacite para poder acompañarme porque sabía que él podía y es una persona habilidosa. Y lo logró. Nunca dejó de estudiar, de hacer, porque es muy responsable. Lo importante es que nos ganamos el respeto de todos, porque siempre estábamos a disposición de los que nos necesitaban. Gracias por todo, Cacho", concluyó Vignolo.