Análisis
Bomberos al rescate

Homenajear en su día a los bomberos voluntarios es una muestra de gratitud. Porque, además de valorar su accionar desinteresado y altruista, se comprende que su tarea rescata los pilares que cimentan el humanismo pleno y el espíritu de comunidad.
El 2 de junio de 1884, un grupo de vecinos del barrio porteño de la Boca decidió dar respuesta concreta a una de las necesidades más evidentes de su comunidad. Creó un cuerpo de bomberos voluntarios, manifestación de ese espíritu forjado en el encuentro fraterno y con la confianza puesta en el factor humano como todo capital.
Con el mismo fervor con el que nació el primer cuerpo de bomberos voluntarios del país, se multiplicaron los cuarteles bomberiles en cientos de pueblos y ciudades argentinas. El 2 de junio es, para todas ellas, un día de celebración. Porque cada comunidad conoce la importancia de sus bomberos voluntarios. Y reconoce el valor de su misión, su entrega, su sacrificio.
Es imposible no resaltar la misión del bombero voluntario. De cada uno de ellos. Salen a enfrentar la urgencia y el drama a veces sin los elementos necesarios. Pero con la convicción de que su labor permite salvar vidas y bienes, especialmente en tiempos en los que los siniestros adquieren magnitudes preocupantes como consecuencia del cambio climático y también de las condiciones de vida de la población.
En San Francisco, el cuartel de bulevar Garibaldi es un faro que ilumina los principios centrales de la convivencia. Allí se espejan el compromiso y la solidaridad, la capacitación y el esfuerzo, el mérito y la humidad, para configurar un estandarte social que es ejemplo de hidalguía y altruismo. Así ocurre también en todas las localidades de la región que albergan en su seno a los bomberos voluntarios.
La gratitud comunitaria permite visibilizar la entrega, el arrojo y la nobleza de quienes hoy celebran su día. Destaca asimismo la trascendencia del voluntariado como consolidación de un humanismo pleno que expresa compasión con prójimo que sufre. Los bomberos voluntarios, nuestros bomberos son un ejemplo de civilidad. Porque, a partir de su vocación, destierran el individualismo y el egoísmo y se obligan a aliviar el dolor de los demás sabiendo que no habrá reconocimiento monetario. Porque la satisfacción verdadera se halla en otro rincón: en el de los valores.
Con cada llamado de la sirena, nuestros bomberos salen al rescate. De personas, animales y bienes involucrados en alguna situación de emergencia o siniestro. Pero resulta clave entender que, en una época en la que están en crisis los principios que determinan nuestras conductas frente a las vicisitudes de la vida, nuestros bomberos siempre están dispuestos a salir al rescate de los valores. Los de la convivencia y los que encarna cualquier persona de bien. Abnegación, empatía, solidaridad, espíritu de servicio, disciplina, integridad, determinación y respeto, entre otros, son asumidos con valentía por estos servidores públicos.
Homenajear en su día a bomberos voluntarios de San Francisco, de nuestra región y de todo el país es una muestra de gratitud. Porque, además de valorar su accionar desinteresado y altruista, se comprende que su tarea rescata los pilares que cimentan el humanismo pleno y la convivencia fraterna en cualquier comunidad.