Bolsonaro: expectativa e incertidumbre
El fenómeno Bolsonaro está en marcha y su camino es, por el momento, motivo de debates ideológicos muy fuertes. La única certeza es que se ha abierto una nueva etapa. Lo impredecible del personaje abre las puertas a la incertidumbre sobre los senderos que se abrirán de ahora en más.
Jair Bolsonaro, un personaje "outsider"
de la política brasileña durante casi tres décadas, asumió el primer día del
año como nuevo presidente de Brasil. En muchas publicaciones de todo el mundo
se desplegaron páginas enteras dedicadas al cambio de rumbo político en el país
más importante de Sudamérica y se expresaron las más diferentes visiones acerca
de los primeros pasos que dará su gobierno.
Por un lado están quienes ven en el nuevo mandatario a un personaje con connotaciones que rozan el ridículo por sus explosivas declaraciones, muchas de ellas controvertidas pero también alejadas de lo que se supone debe ser la "corrección política". La inquietud internacional por el rumbo que puede tomar Brasil va de la mano con esta óptica. Por el otro, una importante porción de ciudadanos brasileños y de varias naciones latinoamericanas observan con expectativa el cumplimiento de algunas promesas de campaña especialmente en la lucha contra la delincuencia y la inseguridad, así como contra la corrupción. Desde esta vereda, su asunción es considerada también como un cambio radical en un sistema político agotado.
De todos modos, es un hecho que, con un apoyo masivo de las tres cuartas partes del electorado de su país, el nuevo mandatario de Brasil es el producto del hartazgo de los votantes con un sistema corrupto que ha dañado seriamente la credibilidad en las instituciones democráticas y de políticas que no supieron afrontar problemas cruciales como el combate al crimen organizado, así como los intentos de manipulaciones ideológica que minaron todos los ámbitos de la vida de las personas, incluso el educativo.
Sea cual fuere la mirada que se tenga, dominada siempre por la ideología que se profese, lo cierto es que la atención se centrará en los caminos inmediatos que tomará la nueva administración. Y, en la Argentina, sobre cómo lo que se disponga afectará a las relaciones comerciales y económicas entre los dos principales socios de esta parte del mundo. Aquí debiera centrarse la observación, puesto que lo que suceda en este ámbito tendrá gran incidencia en la necesaria recuperación de la actividad productiva de nuestro país.
Mientras los titulares de los diarios recogen -con mirada crítica en su mayoría- expresiones del mandatario brasileño sobre aspectos como la controvertida ideología de género o sus alusiones a Dios manifestadas en su discurso de asunción, no son numerosos los análisis acerca de cómo impactarán en la Argentina las recetas que se aplicarán en la octava economía del mundo. Por cierto que esta incógnita se mantendrá por algunos meses, hasta saber con certeza cuál es el rumbo.
Todo parece indicar que la economía brasileña virará hacia posiciones más liberales. Achicamiento del Estado, privatizaciones, reformas laborales y jubilatorias están entre los cambios de fondo que pretende implementar el nuevo ministro del área, Paulo Guedes, un técnico ortodoxo bendecido por el nuevo presidente. Es posible que en este marco, el Mercosur sufra un golpe duro, puesto que el mundo que viene tendrá mucho de acuerdos bilaterales y no tanto de políticas grupales o regionales. Así las cosas, de la imaginación de gobernantes y empresarios -entre otros- dependerá el arrastre que tenga la renovación brasileña en nuestro país.
El fenómeno Bolsonaro está en marcha y su camino es, por el momento, motivo de debates ideológicos muy fuertes. La única certeza es que se ha abierto una nueva etapa Lo impredecible del personaje abre las puertas a la incertidumbre sobre los senderos que se abrirán de ahora en más.