Análisis
Bienvenidos a la guerra comercial
El cambio de paradigma global, marcado por el proteccionismo de EE. UU. y la fragmentación geoestratégica, genera incertidumbre. Argentina enfrenta desafíos y oportunidades ante una reconfiguración del comercio mundial.
Por Fernando Quaglia | LVSJ
Diversas voces han advertido sobre un fenómeno internacional con potenciales repercusiones en todos los países. Se trata de un cambio de paradigma que desafía el optimismo que emergió tras la caída de los regímenes comunistas en Europa del Este. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo expresó claramente: "El orden global cooperativo basado en reglas ha sido reemplazado por una fragmentación geoestratégica".
En este contexto, la incertidumbre domina la escena. El terremoto de los mercados bursátiles fue una reacción a la arremetida proteccionista más agresiva de Estados Unidos en más de un siglo, lo que pone en duda la continuidad de los modelos y normas que hasta ahora han regido el comercio internacional. Todo indica que se avecinan cambios que obligarán a muchos países a redefinir sus estrategias y adaptarse a una realidad fragmentada.
Dos crisis recientes anticiparon la irrupción del nuevo escenario: la aparición del chat de inteligencia artificial chino llamado DeepSeek, que derivó en un tembladeral para la industria de la tecnología occidental y la batalla –recién iniciada- por los aranceles impuestos a los productos importados que anunció el gobierno estadounidense, liderado por el histriónico Donald Trump. En principio afectando a México, Canadá y también a China.
El desplome financiero del inicio de la semana llevó a una reconsideración de estrategias. Estados Unidos pactó una tregua de un mes con sus vecinos. No así con China, que respondió con amenazas de represalias más severas. Trump había amenazado con aplicar un arancel del 60% a los productos chinos. Solo estableció un 10%, que se suma a otras restricciones, lo que encarece los productos asiáticos entre un 20 y un 30 por ciento. Trump había advertido sobre la posibilidad de aplicar un arancel del 60% a los productos chinos, pero finalmente estableció un 10%, sumado a otras restricciones que encarecen los productos asiáticos entre un 20% y un 30%. Justificó la medida como un intento de frenar el contrabando de fentanilo y sus precursores a Estados Unidos, aunque muchos analistas, incluido The New York Times, sostienen que existe una agenda económica mucho más amplia detrás de esta decisión.
La respuesta del régimen chino fue contundente: aranceles del 15% al carbón y al gas natural licuado, y del 10% al petróleo crudo, los equipos agrícolas, los vehículos de gran cilindrada y las camionetas pickup procedentes de Estados Unidos. También impuso controles a las exportaciones de materiales como el tungsteno y el telurio, que tienen importantes aplicaciones comerciales en Estados Unidos.
¿Y la Argentina? Como muchos otros países y regiones, es convidada de piedra en el comienzo de la “guerra” que amenaza con globalizarse. La reconfiguración del comercio mundial es observada por los economistas como una amenaza y una oportunidad a la vez. Podría producirse una sobreoferta de productos lo que impactaría en los volúmenes y precios de las exportaciones de nuestro país. Pero también se abrirían puertas si las dos potencias en pugna reconducen sus estrategias comerciales hacia otros mercados.
Por el momento, el gobierno argentino mantiene la cautela. El ministro de Economía, Luis Caputo, afirmó que el país no se desviará de su actual estrategia fiscal y monetaria. "Siempre contemplamos la posibilidad de que haya shocks externos, como el que estamos viendo en este momento", señaló. El éxito de esta estrategia dependerá de cómo evolucione el nuevo panorama económico mundial, particularmente en un contexto donde la Argentina procura un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, justo cuando el proteccionismo gana terreno en ese país.
Las repercusiones de este enfrentamiento comercial son complejas e inciertas, pero los primeros indicios muestran que las dos mayores economías del mundo están replegándose hacia sus propias fronteras y consolidando su influencia en regiones estratégicas. Por ello, casi con seguridad, las consecuencias de esta tendencia se sentirán mucho más allá de Estados Unidos y China. Por lo pronto, es momento de dar la bienvenida a una nueva guerra: la comercial.