Historias
Barrio Sarmiento, pintoresco escenario de buena vecindad y algunas aventuras

Doña Lidia María Jerónima Bufarini, conmemorando sus 93 años, compartió memorias vivas del lugar, como la historia de amor de un vecino y una gitana: "Cuando los padres de ella se dieron cuenta que se había preparado para escapar...".
Por Arturo A. Bienedell | LVSJ
El archivo sonoro del Archivo Gráfico y Museo Histórico de San Francisco y la Región, contiene numerosos testimonios que vecinos han dejado a través de entrevistas que se realizaron en sus casi tres décadas de útil existencia. Algunas de ellas se irán publicando desde ahora.
Abordamos hoy temas de barrio Sarmiento, rescatados por doña Lidia María Jerónima Bufarini quien, en enero de 2011, pronta a celebrar sus 93 años, con memoria prodigiosa nos permitió conocer muchas vivencias de ese sector de la ciudad.
Italiana, nació el 1 de febrero de 1918 en Loreto, provincia de Ancona. Casada con Carlos Koroch, fue la madre de Rubén Carlos Koroch -recientemente fallecido-, quien fue jugador de Sportivo Belgrano y logró renombre nacional jugando para Estudiantes de La Plata, entidad en la que se desempeñó hasta 2010 en la faz administrativa.
Sus relatos nos permiten recrear un sector del San Francisco de hace más de 80 años con singular claridad y precisión.
- ¿Cuándo llega su familia a barrio Sarmiento?
En 1925 cuando yo recién empezaba el colegio. Iba a la escuela Mitre que estaba en López y Planes frente a la estación; después de allí fui a la escuela que estaba allá en 25 de Mayo (Escuela No 109, actual Roca), más allá de la panadería de Macello, porque el edificio de la Mitre estaba muy feo y se venía abajo, entonces le iban a hacer uno que era el que estuvo en Santa Fe y Paraguay y después hicieron el actual. Allá yo terminé la escuela.
- ¿A quiénes recuerda de aquella época en este barrio allá por 1925?
Yo jugaba mucho con las chicas de Anselmi, el padre de ellas era el jefe en la estación del Belgrano, después creo que se fueron a Rosario y nosotros nos mudamos también. Estaba también el bar y la florería de Fagioli, en la esquina noroeste donde ahora hay un bar. Había mucho baldío y después se hizo la casa de los Nai, que todavía está. En mi casa recuerdo que había un molino a viento y jugábamos ahí, pero parecía el campo.
Mi padre compró una casa en Brown 328 y estuvimos allí hasta que yo me casé en 1933 a los 15 años. Al lado de nuestra casa estaba el almacén de Hermanzon que lo vendió a Curetti y al poco tiempo, creo que se lo vendió a Cisciani. ¿Usted se acuerda del “Chajá”?
- Sí, Pereyra...
Bueno, pero había otro que siempre peleaba con él, le decían “Chuña” y no me olvido nunca de eso. En aquel entonces no había pavimento, estaba sentado en el cordón de ladrillos hacia la zanja y había estado peleando con el “Chajá” y vino y le pegó una cuchillada que le cortó la cara y esto (muestra la mejilla) le colgaba hasta acá (por debajo de la cara). ¡Dios mío, lo que era eso, todo ensangretado ese hombre! Y el “Chuña” mojaba la mano en el agua de la zanja y con barro y todo se levantaba la carne y se la ponía en su lugar. ¡Fue terrible!
- ¿Cómo era este sector en ese entonces, comienzos de los 50?
Era todo de quintas, incluso en la cuadra de la cárcel (Paraguay, 1o de Mayo, Liniers y Sáenz Peña) porque la sembraban los presos y había un personaje que llamábamos “Chalita” que venía y se sentaba en un rincón y era capaz de estar todo el día allí. También me acuerdo del mismo edificio que antes de ser una cárcel fue un prostíbulo, ¡Fíjese usted! ¡Había un movimiento! Iban y venían que era un contento. En la esquina de Salta y Liniers, estaba el almacén de Castellano. Pero antes era de Flessia. Otros vecinos que recuerdo son: Remedi, el conventillo de Faure en Paraguay y 1o de Mayo (donde estaba la panadería
de Salvático), la verdulería de Rampa donde está el edificio de tres pisos; al frente, donde está Vaschalde y en la panadería de Grosso vivía un chacaritero que le decían el “Viejo Papi” que juntaba botellas y esas cosas y vendía carbón y lo encontraron muerto entre las cosas que juntaba para vender, ya era muy viejo y seguro que estaba enfermo.
Amor gitano
“En el barrio había gitanos. Incluso hubo romance entre un vecino y una gitanita. El campamento estaba en terrenos del ferrocarril. La chica era preciosa, de 15 ó 16 años. Venía a casa, nos pedía agua y se lavaba, se peinaba y lo esperaba a él que tenía 18 años, era una parejita linda, muy buen mozo el chico. Cuando los padres de ella se dieron cuenta que se había preparado para escapar, fue cuando casi le pegan a él y se salvó. Levantaron campamento y se cortó el romance, pero estuvieron viéndose como dos meses”.