Ayuda a la vejez en la emergencia
En una emergencia como la que vivimos, la posibilidad de que voluntarios se acerquen a las personas mayores para acompañarlas y ayudarlas es un gesto que dignifica. Porque, además de expresar la solidaridad, los jóvenes podrán tener la grata experiencia de disfrutar las enseñanzas de vida de quienes ya están recogiendo su cosecha.
La pandemia de coronavirus va dejando certificaciones de hechos que son incontrastables. Una de ellas es que las personas mayores tienen el más alto índice de muertes si se contagian, en especial las que tienen problemas de salud subyacentes. El porcentaje de fallecimientos por este mal de ancianos de más de 80 años llega casi al 20% en todo el mundo. Por ello, los adultos mayores son un grupo al que debe prestársele mucha atención y cuidado.
En este marco, el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires lanzó hace pocos días una convocatoria a voluntarios para ayudar a los adultos mayores en la logística en el marco del aislamiento impuesto por la pandemia de coronavirus. "Vamos a contar un programa, Mayores Cuidados, que estamos implementando hoy mismo para que muchos voluntarios, mayoritariamente jóvenes" puedan estar "a disposición" de los mayores en la "logística diaria, como comprar alimentos o remedios", dijo el jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta.
La iniciativa es plausible. Se enmarca en las condiciones de asertividad en las que debe darse el comportamiento social en estos días complicados de aislamiento. Y remarca la diferencia del voluntariado de apoyo a la ancianidad en riesgo frente a la estupidez de quienes se mantienen en la anomia y no respetan ninguna decisión que tiende a preservar la vida y la salud de todos. Por fortuna, serán muchos los jóvenes que aportarán su trabajo para, voluntariamente, ayudar a los mayores que están solos o que no pueden desenvolverse como quisieran en esta emergencia.
Si bien la diferencia entre la Capital Federal y ciudades mucho más pequeñas es de una magnitud importante, bien puede la idea del gobierno capitalino replicarse en todas las latitudes. En nuestra comunidad, por ejemplo, existen muchos adultos mayores que viven en casas o departamentos y no tienen a familiares en la ciudad. También son numerosos los casos de personas que no pueden valerse por sí mismas y requieren la ayuda de otros para poder satisfacer sus necesidades elementales.
En este marco, la presencia de voluntarios jóvenes les facilita aspectos centrales de la vida en esta emergencia. Y, no menos importante, refuerza la centralidad de un comportamiento ético esencial, a veces arrumbado en algún rincón de la memoria. Revigoriza aquello del respeto de la dignidad de aquel que ha vivido más tiempo, que ha experimentado innumerables peripecias y que ha sembrado con su trabajo el campo propicio para las nuevas generaciones.
Séneca escribió que la vejez "está llena de encantos. La fruta es muy sabrosa cuando está terminando la cosecha. Es gratísima la edad que ya declina, pero aún no se desploma, y pienso que aquella que se mantiene aferrada a la última teja tiene también su encanto". En una emergencia como la que vivimos, la posibilidad de que voluntarios se acerquen a las personas mayores para acompañarlas y ayudarlas es un gesto que dignifica. Porque, además de expresar la solidaridad, los jóvenes podrán tener la grata experiencia de disfrutar las enseñanzas de vida de quienes ya están recogiendo su cosecha.