Artista del sentido común

Quizás asumiendo que los argentinos tienen que “volver a empezar” luego de cada crisis y, padeciendo carencias cada vez más evidentes, deben hacer “todo a pulmón”, Alejandro Lerner aportó profundidad al enchastrado debate sobre la realidad nacional.
La vertiginosa y decadente que vive nuestro país se refleja a diario en los dislates verbales y conductuales de los funcionarios, en la incesante carrera de los precios, en el deterioro social y cultural y en la inseguridad que provoca miedo y zozobra, entre otros aspectos preocupantes.
En esta marea generadora de desasosiego son pocas las voces que permiten una mirada con horizontes más lejanos que el minuto siguiente. Una visión que se aleje de los intereses mezquinos y egoístas, ayude a la reflexión y pueda, aunque sea desde la queja, marcar senderos que modifiquen la sensación de que el derrumbe es inevitable.
Desde el fondo de la historia, el arte ha servido como medio de expresión del hombre. No solo se trata de una cuestión estética. No se limitó solo a manifestar "belleza" para provocar emociones. También ha sido una estupenda herramienta de denuncia. Las obras artísticas y, por extensión, sus autores permiten interpretar hechos y ameritan la reflexión que ayuda al comprometerse en la solución de los problemas sociales y a desarrollar la empatía.
Uno de esos artistas, autor de innumerables y recordadas composiciones musicales, publicó un texto en sus redes sociales que generó reacciones encontradas: fervientes apoyos, rechazo agresivo de los fanáticos de siempre y silencios que esconden cierta vergüenza, por ejemplo. Quizás asumiendo que los argentinos tienen que "volver a empezar" luego de cada crisis y, padeciendo carencias cada vez más evidentes, deben hacer "todo a pulmón", Alejandro Lerner aportó profundidad al enchastrado debate sobre la realidad nacional.
En su carta se puede leer una palabra "ya extinguida en los discursos de los que tienen y desaprovechan el poder": progreso. Una idea transformada en utopía por los desaguisados de los gobernantes "y de los que quieren llegar y tienen el colmillo hambriento por seguir pegándole otra mordida a la torta que a todos nos pertenece". Al malestar que expresan estos conceptos, que buena parte de la población comparte, le siguen aportes valiosos que debieran ser asumidos en nuestra sociedad. Por caso, la "conciencia de que trabajando se llega y se crece. Que hacer las cosas bien es mucho mejor que hacerlas mal. Que mentir, robar y hacer daño se paga. Que la justicia no son solo las personas, son las leyes y entre todos hemos acordado cumplirlas y defenderlas. Conciencia del respeto al otro".
Su carta es un llamamiento a no resignarse frente a esta realidad dolorosa. Porque, afirma, "el problema no es económico sino moral". Y agrega: "Nuestros abuelos, habiendo venido del horror más profundo, construyeron un país maravilloso. Que no nos quiten lo que nos queda de sueños para nosotros, para los nuestros y para todos en general. Lo peor que nos puede pasar es que nos convenzan que ya no está en nuestras manos. Hombres decentes, con capacidad y con sacrificio, eso quiero. La grandeza se convirtió en vanidad y en soberbia y eso no es más que otro símbolo de degradación. Mañana es una oportunidad y no la quiero dejar pasar".
En su carta a los artistas de 1999, el extinto Papa Juan Pablo II, expresó que "a través del arte, la humanidad de todos los tiempos -también la de hoy- espera ser iluminada sobre el propio rumbo y el propio destino". La voz de alerta de Alejandro Lerner es un resplandor en medio de una opacidad que agobia. Ha ejercido el derecho a cuestionar, a preguntar por qué. Un derecho que pretenden derogar quienes abrazan el fanatismo. Es la voz de un artista del sentido común que, como en la canción titulada "Carta a la dignidad del hombre", delinea el rumbo insistiendo en "que mi gente no pierda la memoria, que no repita la historia que nos ha hecho tan mal, que mi gente no pierda la esperanza, que la fe nunca descansa, y que Dios sabe escuchar".