Armas: una lección de estudiantes
Son los jóvenes los que han tomado como propia esta reivindicación y con sus marchas del pasado fin de semana han establecido el comienzo de un nuevo tiempo, en el que la vida de los inocentes no se siga destruyendo. Son los estudiantes los que están empezando a dar una lección a sus mayores. Nuestra editorial de hoy.
Millones de jóvenes norteamericanos protagonizaron hace pocos días una jornada de masivas protestas para reclamar que se legislen más restricciones para el acceso de los ciudadanos a las armas de fuego, especialmente las de guerra y asalto. La convocatoria, lanzada por los compañeros de los adolescentes asesinados en Parkland, Florida, tuvo una repercusión enorme, aunque sus frutos todavía están por verse.
La acción de lobby de la Asociación Nacional de Rifle aún sigue siendo muy importante entre los congresistas norteamericanos. Y la visión del hoy habitante de la Casa Blanca coincide con la ideología extrema que establece que una sociedad es más segura si sus integrantes están armados para defenderse de las amenazadas posibles a las que se enfrentan. Quizás en su rebeldía juvenil o con la ingenuidad bien entendida que aporta esa etapa de la vida, los estudiantes que salieron de sus clases para exigir que se ponga fin a los tiroteos y poner restricciones a la tenencia de armas no parecen tomar nota del "poder de fuego" -valga la metáfora- de aquella asociación. No obstante, brindaron una imagen de unidad y esperanza se asemejó a aquellas observadas en la década de los años 60 cuando se luchaba por los derechos civiles en la potencia del norte.
Estadísticas certeras establecen que unas 40 personas mueren al día por arma de fuego. Y se calcula que hay nueve pistolas o armas por cada diez personas. Este nivel de posesión de armas es único en el mundo y muy característico de EE.UU. Portarlas es un derecho constitucional, pero la extensión de los tiroteos masivos ha alumbrado también el debate ciudadano a favor de sus límites. Y son los jóvenes los que se han puesto al hombro esta cruzada.
Es que los adultos no han podido resolver el problema de las matanzas y la "epidemia" de las personas armadas. Las soluciones que proponen intensifican el rechazo que se percibe como mayoritario en la comunidad estadounidense e internacional. Por ejemplo, el presidente Trump pretende que los maestros concurran armados a dar clases. Es decir, propagan una fe irracional en la bondad de los hombres que tienen armas de fuego, algo que la realidad se encarga a cada minuto de desmentir.
Definidos por un columnista del diario The Washington Post como "traficantes de esperanza" y calificados por las voces más importantes del periodismo norteamericano como "estudiantes decididos, organizados, elocuentes y extremadamente astutos", son los jóvenes los que han tomado como propia esta reivindicación y con sus marchas del pasado fin de semana han establecido el comienzo de un nuevo tiempo, en el que la vida de los inocentes no se siga destruyendo. Son los estudiantes los que están empezando a dar una lección a sus mayores.