Armas, pasajes y libertad
Nadie que defienda como corresponde la libertad puede propiciar el silencio de las opiniones críticas. Si lo hace, todo su discurso se derrumba en un santiamén.
El diputado libertario Javier Milei ha sido protagonista, en los últimos días, de tres debates que ponen en cuestión sus actitudes respecto de sus posturas ideológicas en algunos temas más que sensibles: la portación libre de armas, el uso de privilegios derivados del cargo que ocupa y la libertad de expresión.
En el primer caso, aseguró estar "a favor de la libre portación de armas, definitivamente". Lo hizo un día después del tiroteo en una escuela de Texas que dejó a una veintena de muertos. Justificó su mirada de la siguiente manera: "Como seguidor de Gary Becker (economista estadounidense) y adherente a su teoría y a la evidencia empírica, cuando a una actividad le bajas el costo y aumenta el beneficio esa actividad se expande. Cuando prohibís el uso de armas, los delincuentes por más que se lo prohíban la usan igual. Aumentan los beneficios esperados y hay más delincuencia".
En efecto, el premio Nobel de Economía de 1992, suponía que los criminales son individuos que actúan racionalmente y buscan maximizar su bienestar, como todos los hacemos. El tema es que los delincuentes también dispuestos a realizar actividades ilegales para conseguir ese objetivo. Siguiendo este razonamiento, sin libre portación de armas, habrá -sostiene Milei- más posibilidades para el mundo del crimen.
El cuestionamiento principal a esta mirada se basa en su simplicidad, propia de los reduccionismos a los que nos hemos acostumbrado en tiempos de populismo. Limitar el análisis de la portación de armas, del delito y la inseguridad a leyes de "oferta y demanda" olvida aspectos políticos, axiológicos, culturales, socieconómicos y hasta personales que influyen en este complejo asunto. Más allá de que el tema exige un debate mucho más profundo, es preciso señalar que, de verificarse en la realidad esta teoría que defiende Milei, Estados Unidos sería un paraíso en el que la seguridad alcanzaría estándares casi perfectos, lo cual es una evidente falacia.
El segundo aspecto parece menor. Pero choca con el discurso que ha prendido en algunos sectores de la sociedad respecto de la lucha contra la "casta" política. Los diputados del bloque libertario han utilizado los pasajes de aviación gratis que reciben cada mes, para viajar al interior a realizar actividades partidarias. Parecen haberse contagiado del añejo mal ejemplo que siempre ha dado la dirigencia política en este tema. Se han visto en figurillas para explicar que esta conducta no choca de frente con los permanentes cuestionamientos que formulan al comportamiento de los políticos.
Finalmente, la más peligrosa de las posturas de quien afirma ser un defensor de la libertad. El legislador nacional recibió críticas luego de haber afirmado en una entrevista que sus ideas son "superiores moralmente, estéticamente, y eso les duele". Y, ante los cuestionamientos que forman parte de la esencia del debate público, inició acciones judiciales contra 5 periodistas, demostrando una preocupante dosis de intolerancia. Nadie que defienda como corresponde la libertad puede propiciar el silencio de las opiniones críticas. Si lo hace, todo su discurso se derrumba en un santiamén.
Quizás estas circunstancias de las que ha sido protagonista Milei le hayan servido de aprendizaje para que comprenda que, a partir de ahora, estará sujeto al permanente escrutinio público, a la refutación y a la crítica, incluso la más impiadosa. Son las reglas de juego a las que debe someterse cualquier hombre público. Mucho más el que afirma "portar las armas" y "tener los pasajes" de la libertad.