Análisis
Antisemitismo y confusiones
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Oponerse a la situación devastadora que se vive en la Franja de Gaza no significa tener licencia para arremeter y segar vidas de personas, dondequiera vivan o se encuentren, simplemente porque profesan la religión judía.
Ha sido generalizado y conmovedor el impacto de las imágenes del brutal ataque contra miembros de la comunidad judía que celebraba una fiesta religiosa en una playa australiana. Dos hombres armados convirtieron en un baño de sangre una festividad en la que se encienden velas como símbolo para demostrar que la esperanza en un mundo mejor puede hacerse realidad y así terminar con los días oscuros.
La contradicción con la matanza ocurrida es evidente. Mientras se encendían las luces, la oscuridad del fanatismo se hizo otra vez presente. El número de muertos podría haber sido mucho mayor de no haber sido por la valiente intervención de un transeúnte que logró desarmar a uno de los atacantes mientras este abría fuego contra la multitud indefensa. Una vez más, las dos caras más opuestas de la condición humana quedaron expuestas en toda su magnitud.
El tiroteo masivo de la playa australiana coincide con las características de muchos atentados inspirados por el sangriento Estado Islámico que, al parecer, ha retomado bríos luego de haber sido derrotado en sus intentos de imponer su autoridad en numerosos territorios de algunos países árabes. Ahora, la estrategia es clara: el grupo ha ordenado a sus seguidores que atenten contra las reuniones de personas no musulmanas y aumenten al máximo el número de bajas utilizando cualquier medio disponible.
El carácter antisemita de la masacre de Australia no puede desconocerse. En el siglo XX, Australia refugió a numerosas familias judías que huían del nazismo y el antisemitismo en Europa. Acogió a muchos sobrevivientes del Holocausto. Por ello, este grave suceso reaviva la sensación de impotencia y vulnerabilidad, lo que debería bastar para condenar la barbarie. Sin embargo, algunos pronunciamientos de determinados dirigentes en la Argentina y otros países mezclan aspectos de la realidad y buscan confundir. Una confusión deliberada que pretende instalar la idea de que la crítica a las cuestionables acciones bélicas de un gobierno -en este caso el israelí- justifican el ataque contra todos los que profesan la religión judía.
El drama actual de Medio Oriente iniciado por las horribles masacres perpetradas por el grupo terrorista Hamas y seguido por la acción destructiva del ejército de Israel en la Franja de Gaza no puede asumirse como justificativo para reavivar el veneno del odio racial o religioso. El fanatismo obtura el análisis de los hechos. Entonces, los antídotos se debilitan y resurgen los prejuicios, las teorías conspirativas y los ataques a la comunidad judía para confundir -una vez más es necesario apelar a este verbo- con intereses u objetivos que pueden ser inconfesables.
Un pueblo o un Estado no son lo mismo que un gobierno. Atacar a las personas de religión judía por las políticas del actual gobierno israelí es el resultado de una grave falacia. Oponerse a la situación devastadora que se vive en la Franja de Gaza no significa tener licencia para arremeter y segar vidas de personas, dondequiera vivan o se encuentren, simplemente porque profesan la religión judía. Este tipo de ataques constituyen la manifestación más extrema del resurgimiento del antisemitismo.
